Querido Alberto:
Tras haber leído y oído todo lo que me han contado sobre tu situación actual no me queda más remedio que ponerme triste, lo que te ocurre nos incumbe al resto, porque a fuerza de tenerte a nuestro lado, nos hemos terminado acostumbrando a ti, a mirar hacia nuestros recuerdos o a nuestro día a día y tenerte ahí, con tus cosas, porque al fin y al cabo, no sólo no eres perfecto, sino que en su momento, tampoco fuiste la primera opción que se nos vino a la cabeza (recuerda, somos muy sinceros).
Creo que al pasar los días, tanto nosotros como tú mismo, que quizá tuviste en tu propia condición de persona modesta y tímida tu principal enemigo, te has convertido en la pieza imprescindible a la hora de pensar en la relación de ese grupo que formamos el club (representado en el equipo) y los que estamos en su entorno.
No hagas caso de esos detalles o de esas personas que dicen que nadie es eterno o imprescindible, porque ahora sí lo eres, no cometas el error que pensar que los que han llegado nuevos como Brian Roberts pueden tapar tu hueco o que los que ya estaban y que permanecen aquí como es el caso de Carlos Suárez (que incluso llegó a nuestra historia antes que tú) nos bastan para que no te echemos de menos, ni siquiera basta la aparición de Jaime Fernández o Kyle Wiltjer, que han tenido una irrupción digna de una amante veinteañera en la vida de un cuarentón encerrado en un matrimonio aburrido, tú eres nuestro Alberto, y ese título es algo que no está al alcance de cualquiera.
Allá por el mes de abril, escribí sobre ti y sobre tu función en el grupo, inventándome lo que el entrenador de entonces te diría más o menos en los tiempos muertos, suponiendo que con una sola palabra inventada (“Dracarys”, como la orden de la Khalessi a los dragones) bastaba para que actuases, por mucha imaginación que le pusiera al asunto, para los que vemos los partidos desde fuera del parquet, tu aparición en cancha al saltar del banquillo es suficiente, no hace falta ningún artificio más, es el whatsapp o la llamada que se recibe de ese amigo que se recuerda porque inexplicablemente no está en nuestra vida.
Que no te digan que el tiempo basta para curar las cosas, que dos meses pueden parecer poco, pero en las relaciones de verdad, faltar media hora es perderse una vida, tú tienes que poner mucho de tu parte, no te inventes excusas ni mires para otro lado para culpar a alguien o a la mala suerte de lo que te pueda haber pasado, los que tenías antes a tu lado, siguen siendo los que van a servirte de apoyo a salir adelante, pero todo esto, claro está depende de tu absoluta voluntad y de no regatear el mínimo esfuerzo, aunque siendo como siempre has sido en nuestra relación, no vas a tener el mínimo problema.
Como te habrás dado cuenta, Alberto, eres tan importante que no nos planteamos la vida sin ti, aunque sigamos caminando, trabajando y respirando para que cuándo vuelvas, lo que te encuentres sea mejor que cuándo lo dejaste. Ahora es cuestión de apretar los dientes y ser como el caballo de “Rebelión en la granja” que era más duro ante las adversidades para ser más fuerte, aunque no fuera obligatoriamente más feliz, pero tenlo claro, el no contar contigo ahora seguro que pasa factura, porque en las relaciones se es muy egoísta, y cuándo alguien no está, además de añoranza aparece rencor, por mínima que sea la responsabilidad del ausente en su desaparición.
Querido Alberto, con tu presencia y todo lo que ello conlleva (trabajo, esfuerzo, dedicación), has conseguido que alejásemos cierta orfandad que planeaba sobre el grupo, porque más allá de los Nemanja Nedovic, Jorge Garbajosa o Louis Bullock de nuestra vida, que son los que salen a pasear en las conversaciones con aquellos que nos conocen poco, los verdaderamente capitales (y capitanes) en nuestro camino quizá hayan sido Nacho y Bernardo Rodríguez, aquellos que nos hicieron importantes desde aquí hasta el fin del mundo, por eso costó tanto para tanta gente renunciar a Nacho Rodríguez y por eso, cuándo has sido internacional o te dieron el MVP de la final de la Eurocup ganada, nos alegramos tanto por ti, porque era otro detalle más para que nos sintiéramos orgullosos.
No lo tienes fácil, porque cada vez tienes mayor responsabilidad, y desarrollar una relación con más peso específico te pone al borde del error mayor número de veces, pero qué quieres que te diga, aunque tú estés cabreado por estar sufriendo, te echamos de menos, nosotros no tenemos la culpa y sobre todo, como acostumbro a oír, nos eres muy necesario.
Querido Alberto.
23
Oct