Aún no se ha consumido un mes de temporada y el Unicaja ya ha jugado en tres competiciones diferentes (Supercopa, Liga ACB y Euroliga) y ha llegado a la media docena de partidos oficiales.
Más allá de los resultados que todos conocemos, la situación que conlleva estar ante dos participaciones de este calibre provoca que no has terminado de hacer la digestión de un partido cuándo te encuentras con el siguiente. Basta revisar el dato de partidos jugados en un corto espacio de tiempo, o pensar que en los próximos treinta días, once son los encuentros entre Euroliga y ACB que los de Joan Plaza van a tener que afrontar.
Aparte de las victorias de ACB, cosechadas ante equipos que, al menos en el inicio, están en el segundo tramo de la tabla, la buena noticia del triunfo del jueves pasado frente al Fenerbahce en Euroliga, creo que lleva la conciencia (creo que colectiva en varios estamentos que rodean al equipo), de la necesidad de afrontar cada envite con la dureza mental que requiere.
El ejemplo lo tenemos en la situación contrapuesta vivida ante Montakit Fuenlabrada o el campeón turco. Seguro que en Madrid pensaban que, ante un equipo de Euroliga -como es de momento Unicaja-, la situación ideal para atacar el triunfo por parte de los locales era entonces, en la situación de ensamblaje de piezas, de terminar de asimilar automatismos, en la de jugadores intentando encontrar su sitio dentro del engranaje de la máquina cajista…, nada que nos suene extraño y que no veamos desde el lado opuesto del prisma para el enfrentamiento que se vivió el jueves en Málaga frente a los de Zeljko Obradovic.
Fiarlo todo a la dureza mental del equipo tiene inconvenientes, pero supone realizar un ejercicio de sensatez, sobre todo cuando las fuerzas, por factores externos se terminan igualando, escapando de la razón pura y dura, quizá es una de las cosas bonitas de nuestro deporte.
Este inicio de temporada, que está haciéndose de manera distinta favorablemente de la anterior, está siendo adecuada para el equipo, las victorias lo acallan todo, la falta de integración con respecto al equipo y a la competición de algunos jugadores como Ray MacCallum o Giorgi Shermadini, ese tema a debate –camino de ser perpetuo- que es la contar o no con un jugador con sitio en el equipo y contrato con el club que es Dejan Musli.
Todo eso queda en nada ante la alegría que es superar a un contrario, lo que ocurre, es que, ante la dualidad ACB/Euroliga, la paradoja está en que una grandísima Euroliga no asegura la continuidad en la misma, ni siquiera quedando campeón de la misma, siendo necesario quedar el primer equipo en la ACB tras los que tienen Licencia A, traduciendo al cristiano: quedar por delante de todos aquellos que no sean Real Madrid, FC Barcelona o Baskonia. Y un detalle que no puede obviarse es que la repercusión y el subidón mental que da vencer al Fenerbahce, no lo da arrasar al Real Betis aunque sea el rival más cercano, pero a la larga, puede ser más necesario vencer en Fuenlabrada que en El Pireo, así que, o se madura a marchas forzadas en todos los ámbitos, o podemos tener la sensación de estar ante un sádico jefe que se divierta buscando permanentemente el fallo en el trabajo diario, y la situación no es grata, ¿verdad?
De manera generaliza la creencia es que el Unicaja tiene la plantilla más completa de los últimos años, que hay equipo para estar metido en la pelea final y que parece que hay cierta tranquilidad en el entorno para procurarle la estabilidad necesaria para el trabajo que tienen entrenador y jugadores, sobre todo esto, sólo el tiempo va a decir si se está o no en la situación correcta, pero está el tema de una manera que cuándo la próxima semana escriba mi columna, habrán pasado tantas cosas, que va a depender de la importancia relativa que se les dé para ver la influencia que tengan en el desarrollo de la temporada.
Un jefe sádico.
17
Oct