Se ha resuelto el primer título “grande” de la temporada y estamos en el mismo lugar de siempre, califico de grande la Copa del Rey porque la Supercopa ACB que se disputó en el inicio de la temporada tiene un éxito sólo recordable para el que gana y es totalmente prescindible del resto que participa y no lo consigue.
Digo que nos movemos por dónde siempre ya que el título del Real Madrid mantiene el estatus quo de nuestro baloncesto a nivel profesional, alguien puede hablarme de la novedad que supone la presencia del Valencia Básket en la final, pero a día de hoy, y mucho más con la situación tan pobre que exhibe el FC Barcelona, inmerso en una crisis manifiesta de resultados, de identificación de objetivos y de reconocerse a sí mismos, no me puede extrañar que los catalanes quedasen fuera de la final.
No es de extrañar casi nada, ni que un error puntual termine favoreciendo al poderoso (y de verdad, no creo que fuera intencionado), ni la actuación de cada equipo ha mostrado nada fuera del guión establecido. Si pensamos, ningún plantel se ha quedado fuera de lo que se esperaba de ellos, la pena, para nosotros, es que nuestro Unicaja dio la imagen a la que, lamentablemente, nos hemos venido acostumbrando en los últimos tiempos.
El Unicaja lo tenía complicado frente a un gran rival como es el FC Barcelona (por muy mal que esté) y lo hubiera tenido difícil también frente a cualquier otro, porque el problema no está tanto en quién se encuentra de frente como lo que tiene el equipo de Joan Plaza en su interior. Estaba en el guión y casi todos se esperaban la victoria de los de Giorgos Bartzokas, pero viendo el partido, se cumplieron los temores que podíamos tener en Málaga, con un juego que resultó ser el más pobre de toda la competición, y que potenció esa idea de la falta de ambición que antes no se permitía en los equipos que representaban a este club.
No hace mucho tiempo, Baskonia y Valencia Básket, dos de los equipos que han puesto en jaque al campeón de esta copa, el todopoderoso Real Madrid, miraban la espalda del Unicaja con envidia y se veían superados por el club malagueño, no me hace falta remontarme a cuando los vascos descendieron a Primera B (Temporada 1981/82) o cuándo los levantinos bajaron a Liga EBA (Temporada 1994/95), simplemente, el Unicaja era un club capaz de pelear frente a los enemigos cobijados bajo el paraguas del fútbol y frente a aquellos que querían poner en duda dónde quería estar el equipo del abanico intentando arrebatar su posición.
Es lícito y legal que cualquiera opte por mejorar, y para ello ha de bajar la situación de muchos rivales, pero me pregunto yo qué reflexión se hace desde dentro y qué se opina sobre ese continuo descenso de estatus, bajada de ambición y rebaja efectiva de objetivos, y creo que no sólo vale con achacársela a la rebaja de presupuesto, porque antes, la discusión era con TODOS, el rival era cualquiera, se peleaba con aquellos que tuvieran más o que tuvieran menos, antes se luchaba con quién estuviera delante y después se valoraba si partía de una posición mejor o peor que la de los chicos de verde.
No tengo nada claro que, ni el torneo de Vitoria sea el final de un trayecto descendente, ni que la salida de Joan Plaza termine arreglando el tema, tampoco que cambiar a dos tercios de plantilla para la temporada próxima sea la piedra angular de otro proyecto reinventado y que tenga unos cimientos similares al actual, está claro que la planificación ha sido errónea, el enésimo cambio de plantilla, un fallo y que desde la dirigencia se haya consentido, un pecado capital que se está pagando con creces… otra vez. Lo único que el paso del tiempo me ha hecho ver es que esto, ha funcionado cuando el entrenador que ha ocupado el banquillo se ha extralimitado en sus atribuciones y ha decidido ocuparse también de otras facetas que en un club mejor estructurado no iba a tocar, y lo triste es que, aunque sea la única medicina que funcione, es la que menos adecuada me parece.
Es una pena, porque en Vitoria, ciudad que ronda los 250.000 habitantes, con su modesto club de fútbol y su pabellón para 15.000 espectadores, donde el envidiado Baskonia tiene mayor afluencia también en ACB, se ha asistido en la redención pública de Aíto García Reneses ante los poderes oficiales del Club Baloncesto Málaga, dudo mucho que ante la masa social -menguante o no- que termine quedando aquí, baste con un “lavado de cara” a muchos kilómetros de distancia para una relación tan complicada como la que siempre existió entre el entrenador madrileño y el entorno (no los actuales dirigentes) del club de Los Guindos, lo cierto es que allí, tanto Aíto, como Sergio Scariolo dejaron entrever que la caída era algo a esperar, sobre todo tras alcanzar los éxitos que se consiguieron.
Pero algo que en ningún momento se ha dicho es esa cansina letanía en la que se ha convertido la bajada de presupuesto, pareciendo que andamos al nivel de un equipo de pueblo, con la boca pequeña, se han rebajado tanto las expectativas que basta con participar, y como colofón, a mediados de esta temporada ha venido Carlos Jiménez a poner en el mismo plano la Euroliga con una ilusión en lugar de un objetivo por el que pelear. Y ya se sabe que la ilusión está al nivel de los sueños, el problema es cuándo la falta de ambición y convencimiento de uno no le da para perseguirlos con el ahínco que éstos requieren, al final, no hay nada peor que una ambición no cumplida: es una decepción.
totalmente de acuerdo, según las informaciones que pudimos leer ayer el banco ya solo aporta siete millones es decir estamos en la mitad de los presupuestos, así es imposible competir con los primeros, es decir el banco se conforma con tener al equipo para estar entre el sexto y el octavo, es lo que ahí, una pena………