Esta semana pasada nos ha dejado como noticias el triunfo del Herbalife Gran Canaria en la Supercopa ACB en Vitoria (felicidades para ese gran tipo llamado Luis Casimiro Palomo), consiguiendo el primer título para los insulares, la confirmación del fichaje de Hamady N’Diaye por el Unicaja, la constatación de la validez relativa de la cantera del equipo malagueño con el cambio de rumbo al quedarse el temporero Juan José García hasta entrada la temporada, el triunfo en el último amistoso, la Copa de Andalucía ante el Real Betis Energía Plus y la retirada de Kevin Garnett del baloncesto profesional.
A esta temporada que llega ya, la 2016/2017, no sólo tenemos que soportarle tener un número impar de equipos en la ACB, una insultante indefinición e inseguridad total con respecto a la Eurocup (que se suponía que comenzaba el día 12 de octubre recibiendo al MZT Skopje macedonio), sino que además hay que asistir a la retirada de auténticos pilares de nuestro deporte.
No vale decir que no lo supiéramos en algunos casos, pero otros no, como el último, la retirada de Kevin Garnett, hemos tenido que asistir al abandono de nuestro deporte de gente tan señalada como Kobe Bryant y Tim Duncan en la NBA, Dimitris Diamantidis en Europa y nuestro Bernardo Rodríguez en España. Podría valer como cinco ideal para muchos que nos gusta este deporte, si se le une otro ilustre veterano que se ha marchado como Raúl López, tendríamos el sexto hombre y la constatación de lo que pudo ser y no fue de una gran estrella por culpa de las lesiones.
Reconozco que la imagen de Bernardo Rodríguez en la previa de la Copa de Andalucía, como representante del Real Betis Energía Plus al lado de Carlos Jiménez como representante del Unicaja, me trae a la memoria la frase de Joaquín Sabina: “absurdo, como un belga por soleares”, pero las cosas aquí son así, al igual que es imparable el paso del tiempo como factor para las retiradas de todos los grandes nombres que he mencionado arriba, pero eso no quita la sensación de abandono y orfandad que me viene ante este panorama.
No digo yo que la NBA, la Euroliga o la ACB no tengan recambios para tan ilustres salidas, pero me van a faltar muchas cosas. Desde que dejó Málaga, llevo echando de menos alguien que represente la identificación entre club y entorno que hacía Bernardo Rodríguez (aunque Alberto Díaz está cubriendo ese camino de manera más que provechosa), que tuviera una presencia en cancha y fuera de ella tan grande como Dimitris Diamantidis, que hacía mejores a sus compañeros incluso cuándo no tenía el balón en sus manos en algo tan grande para el baloncesto en Grecia y en Europa como el Panathinaikos, que siendo serio y honesto en el esfuerzo demostrara que no importaba de qué manera, pero que lo importante era ayudar a mejorar tu equipo como Tim Duncan o que aún resultando muchas veces odiosos como Kobe Bryant o Kevin Garnett, tipos como estos dos insufribles, ya estuvieran en tu equipo o en el contrario, eran imprescindible para nuestro deporte.
No sé si haber sido de los primeros que no pasaron por la universidad y llegaron a la NBA directamente desde la escuela secundaria, o el ansia competitiva lo que hizo grande a Bryant y Garnett, o el conocimiento del juego tan brutal que demostraron siempre Diamantidis y Bernardo, o el saber estar y la fiabilidad digna de un reloj suizo de la que siempre hizo gala Duncan, lo cierto es que ahora, en un momento en que la chulería se entiende como competitividad o el conocimiento del juego es qué hacer con los botones del mando de la videoconsola, a los “herederos” virtuales de cada uno de los ilustres que deja las canchas tienen para mí mucho que demostrar todavía, sobre todo porque desde los banquillos y desde los despachos, se está mucho más contento a veces con las demostraciones físicas que con lo que puedan enseñar en el juego.
Espero que los que vengan me quiten esa sensación de abandono y orfandad que tengo ahora, me gustaría ver un baloncesto más rico y con algo más que cuatro tipos a siete metros y un continuo uso y abuso del bloqueo y continuación por parte de un base “amasador” de balón y un grande que sepa correr la calle central.
Excusar los fallos de jugadores que están en la dinámica profesional con la letanía de “aún no conoce bien el juego” es un fallo tan grave como intolerable y que tiene su origen en la enseñanza de nuestro deporte, aunque para eso sería necesario acudir a las categorías de base y requerir que eso de no tener una vocación resultadista fuera algo más que una fase equiparable al “cariño, esto no es lo que parece” que tan irreal es.
Lo he dicho muchas veces y espero que vuelva a repetirse, nuestro deporte es tan grande que puede sobrevivir casi a todo, aguanta a dirigentes que en algunos casos pasarían de supervillanos de cómics a la categoría de plaga bíblica, crisis económicas de dimensiones devastadoras o entrenadores que tienen un ego mayor que Mourinho y Guardiola juntos, y aún así el baloncesto resurge y vuelve siempre más fuerte, pero creo que todos merecemos echar de menos a este quinteto inicial (más el sexto hombre), temible para cualquier adversario, que todos tengan suerte en su nuevo periplo, no importa el que sea.