Todas las ganas del mundo de decir que hasta aquí ha llegado la travesía oscura del Unicaja por la temporada 2015/2016, que el partido de Vitoria merece la calificación de golpe de timón definitivo, y que a partir de aquí la vida va a ser del color de rosa.
No está en mi mano aportar algo para que así sea, aunque me gustaría. Sobre todo porque aún sin tener la fiabilidad suficiente para terminar consiguiendo el éxito, se parecería a lo que prometía, o lo que todo el mundo quería que fuera el equipo esta temporada.
Naturalmente, entiendo que el primer interesado en esto es Joan Plaza, más allá del prestigio personal, el entrenador catalán ha pretendido algo que ya hicieron otros que ocuparon el banquillo cajista, de los inquilinos ilustres que han pasado por Málaga, una de las constantes ha sido querer impregnar de su sello personal al plantel que ha tenido en su momento, incluso –y creo que por la particular idiosincrasia del CB. Málaga- el club ha terminado impregnándose en parte de lo que aportaba cada entrenador.
Plaza presentó desde el inicio rasgos de entrenador de fuste como otros que hemos tenido aquí, como Bozidar Maljkovic o Sergio Scariolo: una fe inquebrantable en su forma de dirigir al equipo como ya había hecho en diferentes sitios durante su carrera, ha mostrado su hoja de servicios y ha tenido a bien publicitar que habitualmente no ha realizado cambios de jugadores, que todos sus equipos se han caracterizado por competir en las situaciones más adversas, que la vitola de rival complicado tiene que ir por fuerza ligado a los equipos entrenados por él y que la humildad y la ambición tienen que estar tan ligados a su conjunto como el balón y el aro a nuestro deporte.
Para ello, y no deja de ser natural, para alcanzar estas metas, o todo funciona, o mal va la cosa. De entrada, por parte del que dirige hay que creer en lo que se hace y en los ejecutores de la idea, éstos han de creer en la idea que hay que poner en práctica y también hay que creer en quien predica lo que se dice mejor para el grupo en base a una experiencia anterior.
El principio básico del sello personal de los equipos, como si de la cocina de autor se tratase, aunque no da garantía de éxito, al menos da fiabilidad, pero este año, salvo pequeños destellos que los mismos autores se han encargado de empañar casi de forma inmediata, no hay forma de hacer acopio de buenas noticias, lo que siempre ha funcionado, de momento no ha salido, algo que también ocurrió con otros nombres ilustres del banquillo del Martín Carpena, se termina repitiendo, y lo que en muchos momentos ha sido interpretado como firmeza y creencia en la dirección del grupo, se convierte en ocasiones en actuaciones interpretadas como ataques de ego que, al no tener la adhesión generalizada del entorno, terminan contaminando el ambiente.
Ahora, el momento de Joan Plaza pasa por estar a una distancia enorme de los instantes dulces que ha vivido al frente del banquillo cajista, pero a pesar de todo eso, personalmente creo que la mejor opción para entrenar a este equipo es continuar con él al frente, porque si le doy la responsabilidad directa en los momentos brillantes, también se la doy en los partidos en los que su dirección ha tenido más de un detalle para mí incomprensible, pero entiendo que la estabilidad es algo imprescindible para crecer.
Ni voy a comulgar con todas las decisiones de Joan Plaza, ni voy a estar en contra por sistema, pero confío en que el ego particular (algo que todos sufrimos), del entrenador se quede más abajo que el sello personal que ha estado imponiendo a su trabajo, ha demostrado que ha valido. Quiero que las dudas que podamos tener queden despejadas.