Vaya por delante el mensaje positivista que dice que al Unicaja aún le quedan dos competiciones por las que pelear. No obstante, entenderán que esté como mucha gente: con el ánimo devastado o con un bajón considerable. Porque tras un año muy bueno, en el que el equipo hizo muchas cosas bien, para esta temporada se esperaba que partiendo desde mucho más arriba, las cosas se hicieran aún mejor. Se esperaba mucho, sobre todo porque de los cambios experimentados en el plantel, sólo uno fue ajeno a la voluntad del equipo malagueño. Jayson Granger, que vuelve este viernes a Málaga, rechazó la opción de quedarse. La virtud que de manera primordial se buscaba con los cambios en la plantilla era el carácter, algo que ni se entrena ni se adquiere, y que parece que se está buscando aún.
El carácter no es sólo aparecer en los momentos complicados o en esta situación de vida o muerte que ha vivido el equipo este fin de semana. Es dar el mismo respeto a todos los rivales, se llamen Fuenlabrada, Valencia o CSKA, demostrar con hechos y no con palabras que importan todos los encuentros de la competición y que puede haber circunstancias, como lesiones o arbitrajes, que puedan ponerse puntualmente en contra, pero creo que lo que se le pedía a este grupo era algo similar a lo que se le pide a todos: competir de forma seria y solvente allá dónde fuera y después intentar asaltar el trono de los grandes, porque mucho antes de pedir resultados, se ha pedido actitud.
La plasmación de la ausencia de esta virtud en el equipo se ha podido ver en varios partidos, pero basta con tomar un par de pequeños detalles. Tanto en Belgrado como en Madrid se echó de menos alguien que diera un paso al frente. En la capital de la antigua Yugoslavia, un equipo que no es superior al de Joan Plaza no vio peligrar su triunfo ante la ausencia de rival. Y en Madrid, las imprecisiones de los de Laso le dieron aire al Unicaja para poder atacar la victoria, pero a base de coraje y ganas, algo en lo que no podían ser superiores a los de Joan Plaza, los madridistas terminaron consiguiendo la victoria. Vale que el arbitraje tuvo detalles caseros habituales, pero si para los compañeros de Richard Hendrix, que éste salga con la nariz ensangrentada (y una falta en ataque señalada ¿por darle con su nariz al codo de Maciulis?, tiene tela…), no sirve de detonante para una reacción, es que la dosis de intensidad puesta sobre la cancha es insuficiente.
Ni se acaba el mundo por esta soberana decepción ni los problemas si Tomás Bellas hubiese metido la última posesión en Zaragoza. De entrada, la senda que había retomado el Unicaja reciente se ha visto cortada, más que nada porque se ha perdido la llegada a la Copa del Rey peleando frente a Bilbao, Fuenlabrada, Andorra y UCAM Murcia. Vale que la ACB siempre está muy disputada, pero los fuenlabreños tendrían que estar jugando en LEB Oro si los méritos deportivos fueran los que prevalecieran en nuestro deporte. No sé si tildar de fracaso la ausencia del torneo copero, pero pensar que entre la Liga Endesa y la Euroliga se puede arreglar el sopapo recibido me parece de una temeridad y de una inmadurez impropia si se quiere pelear por estar arriba. La ausencia de la Copa del Rey se une a otro de los grandes reveses de este año –y creo de la historia reciente del club–, la noticia de la expulsión virtual de la Euroliga. Aunque diluido en el tiempo, haberse quedado fuera de la élite no se ha resuelto, tras el mazazo recibido vía despachos por obra y gracia de los gestores de la competición. Éste llega por la cancha. Ahora de un lado aparecerán los que verán el apocalipsis en el horizonte y los que no tolerarán una voz mínimamente crítica por parte de nadie, pero nada de eso ayudará al crecimiento del club. No conozco casi nada bueno en la derrota, pero sí que entiendo que la madurez y la dureza mental que tanto reclamamos para el equipo ha de sacar provecho y aprender de lo ocurrido para plasmar la mejora de los últimos partidos, durante lo que falta de temporada se aproveche de forma positiva.
Tengo mis dudas si va a ser posible repetir algo parecido a lo del pasado año, sobre todo cuando pienso en lo ofrecido por la plantilla y veo la importancia que jugadores como Alberto Díaz y Jack Cooley han cobrado en la misma a base de corazón, trabajo y entrega. No es que yo desdeñe el apoyo de ambos, sobre todo cuando veo que Alberto se merece cada segundo en cancha, incluso más, pero no creo que tampoco entrara en el plan de principio de año el cambio de roles que el desarrollo de la temporada ha provocado. Ahora, cuando se reclama levantar la cabeza para afianzar la Euroliga y reconducir el errático rumbo en la ACB, es cuando es necesario que el equipo muestre algo que aún parece un objetivo inalcanzable: dureza mental y madurez deportiva. En el camino, me parecería un error capital poner excusas tipo arbitrajes, lesiones, viajes o dureza de las competiciones. Para mi gusto, no se ha cumplido un objetivo mínimo y punto. Pedir justicia deportiva en la Euroliga y ofrecer esta imagen desbarata los argumentos. A partir de aquí, todo lo que llegue será bienvenido en aras del crecimiento del equipo, ahora es cuándo se va a ver la talla de cada uno en su sitio.