Tras dos derrotas consecutivas, las cosechadas en Manresa y Milán, volvía el Unicaja a Málaga ante su afición y con la intención de seguir arriba de la clasificación pese a lo que el irregular Valencia Básket fuera a ponerle en su contra.
Los partidos ante La Bruixa d´Or y Emporio Armani significaron la pérdida del liderato de la Liga ACB y de las mínimas opciones que restaban en la Euroliga. Sobre lo ocurrido en Cataluña, derrota merecida; y en Italia, la historia que se ha repetido otras veces: momentos de desconexión que matan la actuación del equipo y que especialmente en Europa han lastrado la temporada de las huestes de Joan Plaza.
La vuelta a Málaga, con el Valencia Básket en el horizonte, no era ni mucho menos algo que se pretendiera tarea fácil. Los de la capital levantina, eternos aspirantes a la gloria post FC Barcelona-Real Madrid, comenzaron el año con todas las ganas de asaltar el poder, compitiendo en la Euroliga y queriendo refrendar todo lo bueno que a priori tenían que ofrecer.
Lo cierto es que tras no acertar con el fichaje de Dwight Buycks y fracasar estrepitosamente en la Euroliga, no clasificándose para el Top 16, la salida de Velimir Perasovic del banquillo terminó refrendando que la temporada iba a ser tan dura como se barruntaba en un principio con la salida de piezas capitales como fueron Justin Doellman, Oliver Lafayette u otra menos llamativa pero igual de importante por ser el «arquitecto» de la plantilla, el director deportivo, Toni Muedra. Estar ahí arriba es duro y complicado, algo que en Málaga llevamos catándolo mucho tiempo y es necesario que no se olvide, pero parece que en esta fase, el equipo del Unicaja resiste y está más que encabezonado en demostrar que la situación ni mucho menos está regalada y que se disfruta por derecho propio. Así se planteó el partido y se vio que el desarrollo del mismo, con los inconvenientes de la competición en forma de las lesiones que sufren Jon Stefansson y Kostas Vasileiadis, y el ansia de victoria de un rival que no regaló nada, disfrutamos de un partido con unos veinte minutos iniciales con un acierto brutal cara al aro y con los jugadores empeñados en hacer quejarse a los entrenadores por los puntos que encajaron ambos equipos (50-49).
Al volver tras el descanso, entre el desconcierto que sembraron los árbitros, la gran cantidad de faltas señaladas y la falta de acierto, bajó considerablemente el número de puntos, pero no el interés y la competitividad de ambos equipos. Los problemas que pudo tener el Unicaja con los pívots por cargarse de faltas y tener que reinventar el juego interior al tener que contar con Germán Gabriel y Will Thomas en la posición de «cinco», los palió defensivamente con una generosidad demostrada por la colaboración de los exteriores (convivencia de muchos minutos como aleros de Carlos Suárez y Mindaugas Kuzminskas).
La victoria del domingo es de las que hay que valorar. Ganar un encuentro en el que la diferencia mayor no ha llegado a seis puntos y frente a un rival a tener en cuenta, porque pese a los problemas que se han enumerado, no hay que obviar que en ACB están recuperando el terreno perdido, y en su habitual Eurocup, han barrido en la eliminatoria de octavos de final al otro nuevo rico que fracasó en la Euroliga, el Bayern Munich de un Vladimir Stimac que tiene que echar de menos Málaga, seguro.
Queda mucha temporada aún. Sobre el resultado de la Euroliga, entiendo que habrá que reflexionar de forma pausada y analítica, pero mientras tanto, el equipo sigue persistiendo en la forma única que entiende que lo puede llevar al éxito y ahí está, con sufrimiento y de momento en una pelea que no tiene pinta de abandonar, y eso habrá que valorarlo también.