Cuando se plantean los objetivos antes de empezar la temporada, los aficionados podemos pensar, ilusionarnos con la plantilla y el entrenador que el club ha conseguido juntar, esperamos que los jugadores tengan sus mejores momentos de baloncesto con la camiseta del Unicaja, que frente a los rivales menos complicados prácticamente arrasen y que frente a los equipos más poderosos roce la perfección en su juego para conseguir que muerdan el polvo.
A grandes trazos y muy a grosso modo es la carta a los Reyes Magos de cualquier aficionado, aunque creo que no iría muy alejada de los deseos que tendrían los miembros del cuerpo técnico o los dirigentes del club.
Al final, la competición es la que termina poniendo a cada uno en su sitio, lo que ocurre, o al menos se observa desde hace un tiempo, es que el estatus termina haciendo que cada temporada y cada competición terminen pareciéndose a otra, al menos entre los equipos que terminan peleando realmente por la parte importante de la competición.
Está claro que los equipos de arriba son los de siempre en España. Plantearse algo valioso sin los dos equipos de fútbol entra dentro de la ciencia ficción, se ha visto en la Copa del Rey y es prácticamente similar en la Euroliga, algo que queda plasmado perfectamente en el Top 16.
La segunda fase de Euroliga está siendo especialmente dura con el Unicaja. El equipo de Joan Plaza pasa la primera fase con un arranque magnífico y con varias derrotas que no tienen mayor trascendencia clasificatoria, pero sí en cuanto a marcar una racha no grata que se alarga al entrar en el complejo Top 16. Desde que se cambia el formato, al pasar de cuatro grupos a dos y generarse un mayor número de encuentros, provoca que las diferencias entre los equipos de postín y los que quieren llegar a esa condición se hagan mayores. De hecho, esta temporada tengo la sensación (y creo que no soy el único), que la escuadra de Málaga es un rival tremendamente incómodo para cualquiera, llámese CSKA, Maccabi o Fenerbahçe, pero que no tiene los suficientes argumentos para encontrar su sitio entre el selecto club que es la élite continental.
Los motivos por los cuales el Unicaja no tiene su hábitat natural entre los más laureados de Europa empieza por un tema fácil de adivinar, presupuestariamente el escalón donde se ubican unos y otros es diferente y a medida que va pasando el tiempo más diferenciado, después, en los partidos, hay momentos que traen unos instantes de desconcierto, unas pérdidas de balón o unos minutos en los que los jugadores no están aplicados, son suficientes para que el monstruo que está enfrente termine apareciendo y derrotando al equipo malagueño.
Puede ser que sea imprescindible ese “partido redondo” que se viene esperando y que en la evolución del equipo está pendiente de llegar, pero, si bien para los argumentos de la ACB y la primera eliminatoria de Copa del Rey, está siendo suficiente para ser un rival intratable, en Europa no basta, y es una pena, sobre todo porque llegar a la Final Four es algo sólo conseguido en una ocasión, igualmente que pasar el Top 16 y jugar los cuartos de final (el Top 8 es algo que no existe, tampoco hay por qué inventarlo), pero lo que sí creo es que algo más que una solitaria victoria en el casillero cajista es de justicia que hubiera.
Se le da muchas vueltas a la “dureza mental” del grupo, del progreso en la madurez del mismo, conceptos todos que están al margen del entrenamiento físico y técnico-táctico, pero que son más que importantes en la élite de la competición y son más que repetidas por el entrenador.
Teniendo en cuenta que no se pone en duda el trabajo del entrenador, ni la calidad del mismo, quizá haya que plantearse dónde está el techo y el nivel real del equipo, y por tanto las aspiraciones que realmente tiene que cumplir.