Dando la versión abreviada: para dirigir uno de los mejores bases de los últimos tiempos como Huertas y Satoransky, base joven que ha dado suficientes muestras de su capacidad para rendir al máximo nivel. En las posiciones exteriores: Navarro, uno de los jugadores que ya ha hecho historia y que entre sus logros está ir a la NBA y luego volverse porque ser titular allí tampoco es tan importante, también hay que ganar títulos. Oleson, uno de los grandes atacantes de la Liga, además de un defensor más que solvente; Thomas, la mejor versión de Mickeal; y los dos aleros jóvenes mejores quizá del continente: Abrines y Hezonja. Por dentro Doellman, jugador que sólo hace progresar y subir su rendimiento; Nachbar, capaz de jugar de «tres» y de «cuatro» con todas las mejores prestaciones; Tomic y Pleiss, dos pívots con intimidación y capacidades suficientes para decidir un partido en ataque; y Macej Lampe, que puede ocupar las dos posiciones interiores y que es capaz de anotar tanto de lejos como de espaldas al aro. A los relacionados, un pequeño detalle: Lampe no jugó el jueves y sin vestirse se quedó Jackson, el mejor anotador de la Liga francesa, miembro de una selección que nos dejó un recado el pasado verano en forma de derrota sin paliativos a una selección española con seis jugadores con vitola NBA, entre ellos los dos pívots titulares del All Star.
Tras esta exposición tocaría decir que fue bonito mientras duró, que está bien haber ganado un partido tras seis años y que hay que seguir peleando. Pero no va a ser así, y mi opinión va más allá del convencimiento por la fe que yo pueda tener.
Una virtud capital: el bloque que se ha formado a base de trabajo, de solidaridad en el esfuerzo y de un reparto ecuánime de roles en el plantel no sólo transmite confianza, sino que además hace que sean dignos de ella. Hay equipos que han tenido a grandes jugadores entre sus integrantes, otros han gozado de un entrenador que ha focalizado todas las miradas. Aquí mismo, en Málaga… no hace falta ir más lejos. Ahora lo que hay es un grupo que vende algo capital: respeto mutuo, entre los jugadores, con el cuerpo técnico, a la hora de enfrentarse a los contrarios… y puede que eso sea la base de la solidez de este grupo. Mi anterior columna la titulé «Un respeto». Era para el rival, Bilbao Básket, pero también era para el Unicaja. En el partido del sábado, aunque el Valencia Básket hiciera pasar las de Caín a los de Xavi Pascual, nadie del gran público piensa que el FC Barcelona no juegue mañana. Pero el reto está ahí, los rivales del equipo de Joan Plaza tienen una constelación de estrellas presentes y futuras, pero los del abanico en el pecho se tienen unos a otros y tienen a su principal valedor en el banquillo. Y Plaza ha plasmado una de las mejores realizaciones de su trabajo como entrenador en la cancha. Lo que pase esta tarde es algo desconocido, pero estoy seguro de que el partido tendrá la dosis vital que necesitamos todos: no regatear ningún esfuerzo, poner toda la pasión del mundo y no dejar que la ilusión de todos quede para el próximo día. Estas señas de identidad son las que el equipo, aún sin completar el partido perfecto, ha venido enseñando y es lo que seguro que el entrenador va a querer ver sobre la cancha.
Escribo todo esto con las impresiones que tengo desde fuera, pero si pienso en los posibles defectos de un equipo, también he de hacerlo del otro. Y la seriedad y la solvencia que estoy viendo desplegar al grupo comandado por Joan Plaza hace que crea en que tengan todas las posibilidades para hoy… y ya hablaremos de mañana cuando toque. Yo creo que es merecido que vuelva a escribir del Unicaja en poco tiempo.