Una vez finalizado el Eurobasket de Eslovenia y ya concluida la actuación de la selección española, todos tenemos en mente lo que nos ha parecido el equipo, cómo nos ha resultado la actuación de los rivales y, naturalmente, qué hubiéramos hecho cada uno de nosotros para haber mejorado el papel del equipo nacional, además de aquellos a los que tenían enfrente.
El conocido resultado de la medalla de bronce está bien hasta el extremo que queramos ponerlo. Nos puede parecer mejor o peor y para ello es imprescindible comparar con hechos anteriores. Ser felices por quedar terceros es relativo, sobre todo porque algunos aparecerán haciendo desfilar a Pau Gasol, Felipe Reyes, Juan Carlos Navarro, Serge Ibaka y Nikola Mirotic. Otros hablarán de la década de los 60 ó 70, cuando era de cajón que el cruce con checos o polacos nos dejaba cadáveres tras ese partido.
Todo relativo, pero muy respetable al tratarse de opiniones. A mí, particularmente, me ha parecido uno de los campeonatos más pobres que recuerdo, tal vez sea por la multitud de ausencias, propias o ajenas, pero lo cierto es que el nivel no me ha parecido destacable. No ha habido ningún McCalebb que echarse a la boca que nos sorprendiera e ilusionara, y creo que las actuaciones tipo Turquía o Rusia terminan pesando más que el resto de campeonato que hemos visto. Me pregunto si hay calidad real para poner a tantos equipos en liza, un sistema de competición que ha llenado de partidos intrascendentes el campeonato, lo que ha provocado en gran medida que la banda sonora de todo esto sean pabellones vacíos que tenían más ruido de pisadas de zapatillas y el bote del balón en el parquet que el ánimo de los aficionados.
Por todo esto, pienso que España sigue teniendo equipo, que pese a que la mejor generación de la historia de nuestro deporte lleve avisando que no le quedan muchos partidos en la primera línea, lo que hay basta para pelear. Y, en estas ocasiones, no es ni bueno conformarse, es mejor momento para pensar si se hacen las cosas de la forma adecuada, si la fórmula habitual, esa mediante la cual la FEB lanza ese mensaje de que cualquiera con un mínimo de educación puede traerse una medalla de oro porque los chicos de rojo (el amarillo, desterrado, por favor) son tan buenos que el entrenador es el que menos importa, que los jugadores y los dirigentes son los que están por delante. Que el estatus se mantiene con giras de preparación enfocadas al tema publicitario y de divertimento en lugar de entrenamiento real para los jugadores. Que esto es puro y exclusivo negocio.
Me parece muy bien que la FEB tenga que publicitar y vivir en gran medida de ese gran producto que es la selección, pero hay muchos más mensajes que transmitir. Hay que analizar qué criterio se sigue para tener a tal o cual entrenador y por qué van algunos jugadores que ni pintan nada, ni van a hacerlo con el equipo nacional. Resumiendo, hay que aprovechar que el momento complicado se ha resuelto. Que cada uno diga si la nota cubre las expectativas o no.