A todos nos ha resultado imposible no darle una parcela al fútbol en nuestras vidas. Aquí en Málaga, tras el partido del martes, algo tiene que ver, pero más allá de lo ocurrido en Dortmund me quedo con la comunión de la ahora multitudinaria afición malaguista con su equipo. El momento de unión indisoluble que se observa en Martiricos se ve como algo muy lejano desde la acera del Club Baloncesto Málaga. Se añoran los días de vino y rosas, aquellos de «Somos un Equipo» y que ahora se echan tanto de menos. La situación de felicidad del fútbol no es la habitual. Fui abonado del Málaga con sus dos denominaciones en todas las divisiones, incluyendo Tercera, Segunda B y Segunda, y es ahora cuando toca que se disfrute.
En el baloncesto, podríamos decir que permanecemos en el Martín Dortmund aquellos que resistimos un revés tras otro después de otra temporada en la que sólo momentos muy puntuales sacan del enojo a la afición que todavía queda en la grada. Esta afición puede tener más o menos memoria, cercanía a la realidad, ser veterana o no, teniendo en los años previos a 1995 su fecha de unión al equipo o a partir de ahí con todo su almíbar, pero la masa social actual, la que queda, lleva demostrado que tiene su identidad y la única duda que me genera es ver dónde estará su nivel de paciencia.
Lejos de la época dorada de los estandartes que recordaban la Copa Korac 2001, la Copa del Rey 2005, la Liga 2006 y la Final Four 2007, además del homenaje a la afición que colgaban del techo del pabellón y que ya no están, la realidad es la que es, un equipo que ya no es habitual de la Copa, que desde la cita de Atenas no ha pasado del Top 16 y que vistos los últimos resultados tiene más que complicado pasar al play off? otra vez. No obstante se puede decir que con toda la crisis que hay, el club está consolidado, que sigue siendo –pese a todo– un referente en el baloncesto nacional y continental y que con el trabajo adecuado se puede levantar cabeza.
Hace unas fechas, el próximo contrario del Unicaja, el rival y vecino lanzaba una promoción en su web: «Encaja el baloncesto en Sevilla» por la cual, la afición del Cajasol votaría por el color definitivo del equipo de Aíto, pudiendo ser cualquiera de los que hubieran vestido u otro diferente (yo contabilizo hasta 6 diferentes). Aquí, aunque algunos echemos de menos el color morado, al menos las señas de identidad siguen claras y seguimos siendo la envidia de nuestro deporte en muchísimos aspectos, aunque haya que mejora, las bases principales están: propietario y masa social, aunque esta última esté disminuida, seguro que cuando mejore la cosa crecerá, como en el fútbol.
Todo pasa por solventar los problemas actuales que van más allá del rendimiento deportivo de la plantilla y su gestión. ¿Complicado? Si se ha cambiado a jugadores y entrenador antes, se puede cambiar todo, lo único que ha de mantenerse es la identidad: propietario y afición, seguro que entonces los estandartes vuelven y se añadirán otros.