Los lobos son animales sociales, hermosos y un arquetipo para el hombre. Los lobos son fieros en la caza, porque lo necesitan para comer, leales con el grupo, astutos y con un buen instinto táctico para conseguir carne. Un lobezno alimentado con biberón será un lobo dócil y sociable con las personas. El lobo fue la antesala salvaje de nuestro mejor amigo: el perro. El lobo es un animal épico. El lobo crió a Mowgli.
A pesar de estos rasgos tenemos que escuchar cómo se llama “lobos solitarios” a asesinos, burdos, lerdos, supersticiosos y en muchos casos con una probable tara biológica. La neurociencia tiene mucho que decir en esto último.
Una de las victorias parciales que de forma voluntaria cedemos a los terroristas es la asunción de su léxico.
Para un inadaptado, detritus mental que quiere llamar la atención resentido por su estupidez, el «título» puede ser un aliciente. Si en vez de un imbécil con pocas habilidades para la vida en sociedad, si de pronto un nerd es un “lobo solitario”, puede alumbrar una sonrisa boba por la que escurrir la baba mientras lanza aulliditos y mata a personas indefensas.
No es el caso reciente de Barcelona. Allí no había solitarios. Era un grupo. Pero ello no ha evitado que sigamos asumiendo un vocabulario épico y de guerra. Términos como “comandos”, “ejecuciones”, “estrategia”, “efectivos”, colman nuestros medios de comunicación y nuestras conversaciones en los días posteriores a la vil matanza. Otra atribución tramposa es llamar “inmolación” a “explotarse”. Inmolarse es según la RAE “ofrecer algo en reconocimiento de la divinidad”. Elija.
La asunción del idioma de esta chusma recuerda a las “treguas” que “dictaba” ETA. Un error habitual que engrandece acciones fáciles. Porque matar niños es fácil. Atropellar civiles es sencillo. Cualquiera puede hacerlo. No asoma la épica por ninguna parte. No se la proporcionemos.
El Batallón Sagrado de Tebas, formado por 150 parejas de amantes homosexuales, no se rindió frente a la excelente maquinaria militar de Filipo II y prefirieron morir todos en combate. Los propios macedonios les rindieron homenaje y facilitaron que su hazaña llegase a nuestros días. Leónidas en las Termópilas, la muerte en pie de Benkei, Alejandro en Gaugamela, el golpe de mano en Granada de Hernán Pérez del Pulgar, Bernardo de Gálvez en Pensacola, Blas de Lezo en Cartagena de Indias, la defensa del Súper Puma caído en Afganistán por parte del Ejército Español son episodios épicos de leyenda merecida.
O Ignacio Echevarría.
Por último quiero referirme a los que proporcionan el relato al loco. Hay varios textos que tratan de buscar las causas de las masacres. Uno hasta fue tendencia. Comprenden pero no comparten. No somos inocentes, leí. Hay una causa para la matanza.
Curiosamente todas las razones esgrimidas por los relatores son sociales o políticas. Algunas hasta geoestratégicas. Hay quien encuentra una relación de causalidad entre la guerra en Siria y aplastar niños con una furgoneta en las Ramblas. Opera la misma dinámica perversa que enlazaría el Tratado de Versalles con Auschwitz. Ya leímos un «es que no les dejamos otra salida que matarnos«.
Es un relato perverso. Si se explica la causa por la que masacran a los asistentes a un concierto de rock, arrollan familias en un paseo marítimo con un camión o acuchillan gente por la calle, se abre la puerta a la comprensión. Se concibe que puede haber una causa para hacer eso. Se ubica uno entre los terroristas y quienes le combaten. Se externaliza la culpa.
La equidistancia no otorga superioridad moral. Lo único que hace es mantenerte en una ilusión de permanecer seco mientras empapa la sangre.
La equidistancia, también se emplea mucho cuando se equipara, por ejemplo, el caso de la beca de Íñigo Errejón con los actos criminales que continuamente realiza el PP.
Por cierto, para quien sufre un atentado la muerte de su hijo tiene el mismo valor, sea quien sea el terrorista, da lo mismo que sea un DRON que acribilla «por error» a docenas de niños en un poblado (a eso le llamamos daños colaterales, busque usted en la RAE que parece que es muy aficionado a hacerlo) que el que atropella en las ramblas.
En NINGÚN caso se justifica la barbarie (no sean ustedes malvados) si no se quiere hacer pedagogía para que todos los cuñados de este país, recuerden y reconozcan que la foto de las AZORES nos sigue costando vidas españolas.
Buenas tardes,estoy muy de acuerdo con el artículo pero me gustaría hacerle una pregunta ,respecto a lo que usted comenta sobre causalidad,entre el conflicto en Siria y el atentado en Barcelona ,¿quieres usted decir que no tiene ninguna relación?,gracias y un saludo.
Si la encuentra usted entre Versalles y la Solución Final, puede verla aquí también. Yo no pliego mi lógica a una percepción tarada de la realidad.
Y para colmo, se acepta de manera indiscutida, eso de «Estado Islámico».
Gracias por su análisis lúcido de la cuestión. ¿Hasta dónde se llegará con la perversión del lenguaje?
Desde luego. Cuando un atacante de estos no ha reivindicado nada se dice «atentado de un desequilibrado con trastornos mentales» ¿es que si atacan en nombre de «Pepito» ya no lo son?