Cuadernos del Rebalaje, la revista de la Asociación de Amigos de la Barca de Jábega, dedica un número a la historia de la Aduana, realizada por el conservador jefe del Museo de Málaga, José Ángel Palomares.
Nos quejamos de la lentitud con la que marchan las obras del Metro, un proceder administrativo que debería estudiarse en universidades españolas o extranjeras, con el fin de no repetirlo.
Sin embargo, en la construcción de un equipamiento público tenemos ejemplos más dolorosos, como el de la Aduana, cuyas obras comenzaron en 1791 y no concluyeron hasta 38 años más tarde, en 1829. Como atenuante de la ineptitud, la invasión francesa y el robo de los materiales para finalizar la obra. En todo caso, resulta difícil de justificar tanto cuajo burocrático.
Muchos más detalles de la evolución de la Aduana pueden encontrarse en La Aduana del Mar, un completo estudio de su historia, que ha realizado José Ángel Palomares Samper, jefe del Departamento de Conservación e Investigación del Museo de Málaga.
La Aduana del Mar es el número 44 de Cuadernos del Rebalaje, la revista monográfica de la Asociación de Amigos de la Barca de Jábega, que hace unos días se presentó en el lugar más adecuado, la Aduana.
Esta exhibición de sobrio neoclásico, adoptada como estilo constructivo por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, después de descartar propuestas malagueñas de aires barrocos, desbancaba la vieja aduana de Puerta del Mar, que además de haberse quedado pequeña, estaba embarrancada tierra adentro por los aportes de arena del Guadalmedina, así que poco podía servir para su propósito (se encontraría al poco de dejar atrás la actual plaza de Félix Sáenz, en dirección a la Alameda, en la acera de la derecha, al comienzo pues de la calle Puerta del Mar).
Pero no se trata solo de un paseo por la historia de la nueva Aduana, el autor, como buen historiador del Arte, se detiene con gusto en su presencia en innumerables cuadros paisajísticos del XIX, y ahí está uno de los más famosos: Crepúsculo en el puerto de Málaga, (Emilio Ocón, 1878).
Real Fábrica de Tabacos, mientras se decidían a terminarla; Aduana marítima una vez concluida y en 1914, el fallido intento de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de un Palacio de Exposiciones junto a la Aduana. Y tras su incendio en 1922, otro lentísimo proceso, esta vez de rehabilitación (sin tejado) que no comenzaría hasta los años 30 y no terminaría hasta el final de la Guerra Civil (de nuevo, la guerra).
Fue, por cierto, prisión provincial en la película Amanecer en Puerta Oscura, lugar de reclusión de presos políticos durante el Franquismo, vivienda de gobernadores y tras una reivindicación ciudadana que no entendió de partidos, Museo de Málaga después de dos décadas de espera. Ya se sabe, y ahora lo comprobamos, las cosas del Palacio de la Aduana, van despacio, pero terminan por llegar.
Como remate, la revista cuenta con los estupendos y evocadores dibujos del columnista de La Opinión, el arquitecto Luis Ruiz Padrón.