
Halle Berry y Tom Hanks en la versión cinematográfica de El atlas de las nubes.
David Mitchell no es sólo un autor que ama las historias, sino alguien que posee el don para contarlas y así se aprecia en El atlas de las nubes, publicado por Duomo ediciones.
Hace unos meses celebrábamos el talento de David Mitchell al lograr en Mil otoños «el encanto de satisfacer con nota altísima las exigencias del lector culto sin perder de vista el motivo último que inspiró el arte de la novela desde sus inicios:contar para contarse, glosar el mundo mediante el expediente de nombrarlo, y en el acto de bordar el tapiz de las infinitas historias que lo pueblan, vincular en una única ecuación a la vida con su relato». Si me cito a mí mismo es porque leyendo ahora El atlas de las nubes, que Mitchell publicó originalmente en 2004, seis años antes que Mil otoños, ya en esa novela que hoy nos ocupa, y que yo desconocía cuando escribí mi anterior reseña, los motivos «scherezadeanos» estaban presentes, si cabe de modo aún más acusado. Imaginemos una partitura que desarrolla seis temas para otros tantos ins- trumentos. Imaginemos ahora que, en un momento capital dentro de cada tema, éste es abandonado y desplazado por el siguiente, que de un modo u otro lo contiene. Imaginemos que eso sucede, a su vez, con el segundo, el tercero, el cuarto y el quinto temas, de forma que el sexto tema interrumpe al quinto en el momento de mayor tensión musical y desarrolla, en su evolución, tanto a ese tema como a los precedentes. Imaginemos por último que, una vez concluido ese sexto tema, la rueda gira a la inversa para que los temas quinto, cuarto, tercero, segundo y primero se expongan de forma completa. ¿Extraño? Sí. ¿Oscuro? También. ¿Sugestivo? Sin duda. Imaginemos entonces que trasladamos este modelo a la literatura, proponiendo seis historias que dialogan entre sí tal y como se ha venido abordando en el terreno musical, con fracturas, recapitulaciones y codas, una especie de sexteto literario que, en vez de piano, chelo, violín, viola, flauta y clarinete, es «interpretado» por un notario de San Francisco que viaja a Polinesia en 1790, un genio de la música que vagabundea por Bélgica en 1930, una periodista que en la California de 1960 intenta desentrañar un feo asunto empresarial, un editor de nuestros días que vive una rocambolesca historia en una residencia de ancianos escocesa, una especie de androide que desde un futuro inminente protagoniza la enésima utopía a lo Blade runner y, last but not least, un ¡cabrero del siglo veintitantos! que, tras la destrucción del mundo en una segunda Caída, narra la parusía de un dios de bondad y la esperanza en un nuevo comienzo. Quizá David Mitchell no sea David Foster Wallace, pero tampoco le hace falta. Hay muchos modelos de metaficción, y resulta obvio que leyendo esta máquina de sueños que es El atlas de las nubes se comprende que su autor no sólo es un escritor que ama las historias, sino alguien que posee el don para contarlas y el talento para hacer del pastiche un asunto en ocasiones memorable. Algo que, desde luego, es lo menos sencillo que existe.
FICHA | |
El atlas de las nubes | |
DAVID MITCHELL | |
DUOMO EDICIONES | |
21 €
¿Puede el amor, el poder del bien incluso en la adversidad, perdurar más allá de la vida que conocemos y prolongarse a través de siglos y lugares? Seis vidas se entrecruzan aquí de |
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