Sueños: un Lenguaje Universal

7 Abr
imagen primitiva australiana

Quizá haya sido el sueño un elemento civilizador de nuestra especie en aspectos que aún ni imaginamos. ¿Son los sueños simples “contratados de la limpieza” de la mente”, una especie de Limasa programada para eliminar cada noche, durante la fase REM del sueño, toda aquella “información” del día que por inservible se ha convertido en simple “ruido”, en el sentido ahora de esa palabra, (ruido), que le da la Teoría de la Información y la propia Lingüística? La hipótesis no puede descartarse porque sí y punto, por el simple hecho de que la ciencia que actualmente trabaja en el tema asume esa función, entre otras, que por más espectaculares pueden parecer más importantes, pero no: la “retirada de basura” de la mente, que tiene lugar cada noche al dormir/soñar, tiene una importancia excepcional, que se razonará más adelante si hay lugar, o en otro momento, tal vez en “Palabras, bosques”, el blog que esta Casa, La Opinión de Málaga, ha tenido a bien permitirme.
Ahora la cuestión es ante todo otra, que se resume en esta pregunta: ¿qué elementos civilizadores, qué factores de crecimiento personal y “global” ha podido tener el sueño, los sueños, sobre la naciente humanidad prehistórica? Aquí “global” apunta a la humanidad como especie, a todos. O a una sustancial mayoría de sus individuos. Advierto ya que la famosa pintura rupestre de la Cueva francesa de Lascaux, conocida como “El Sueño del Chamán”, hace mucho tiempo ha venido siendo en mí una especie de latencia llena de preguntas. Una interrogante que una y otra vez me acuciaba. Pero eso, esta vez sí que en otro lugar, es tema de más largo tratamiento.
Sabemos que en épocas ya históricas, aunque también muy lejanas a escala de lo que llamamos historia del ser humano, (a escala biológica era ayer), los sueños, ciertos sueños, eran un elemento terapéutico en la Grecia Clásica. Los templos del dios Asclepios (o Esculapio), como el de Epidauro, eran lugares de curación de males diversos, sobre todo mentales pero no exclusivamente, extendido por gran parte de Grecia, la parte europea, la insular, y la del Asia Menor. Pero, ¿y antes? En la misma Grecia, sin saltar ahora a otras culturas ni geografías, como Egipto, Babilonia, Mesopotamia, Asiria…Y el pueblo hebreo.
Y toda la Europa, la que aún no estaba en comercios varios y en contactos periódicos, con la mediación fenicia, con el Asia Menor y sus incipientes culturas, con Egipto, con el poderío de Salomón, cuyas naves comerciaban con Tarsis, o sea, con Tartesos, más allá del Estrecho de Gibraltar, pasadas las Columnas de Hércules.Y eso, ( no lo pasemos por alto), diez siglos antes de la Era que se inicia con el nacimiento de Cristo.¿Y entre celtas, y entre britanos, antes de sus enfrentamientos con el Imperio Romano? O en la Etruria misma. En todo el continente. Y en épocas prehistóricas.

Las palabras “somnium”, “mnemosine”, “numen”, “nomen”, y hasta “número”, tienen entre sí contactos de diversa naturaleza. Directamente lingüística, en unos casos. De otro tipo, en otros. Es un factor a considerar. Habrá que volver sobre ello.
Sabemos que el dominio del fuego puso al ser humano, a quien luego llamaríamos “sapiens”, en un largo camino que en sus comienzos le resultaría impensable hasta dónde le podría llevar. Y el fuego también se diviniza en culturas diversas; es Agni entre los que hablaban la lengua sánscrita y escribían los textos de los Vedas. El Rig-Veda, por ejemplo. Con el fuego, un ser débil se hace fuerte. Expulsa a osos y otros grandes animales de las cavernas, se adueña de ellas y las usa como centros de vida seguros. Cocina, come carne ya pasada por fuego, mucho más digestiva y favorecedora de un sueños más ligero, menos soporífero, etc., etc. Edgar Morin razonó todo eso en su día.
Pero, ¿Y el sueño? Que lo onírico ha sido un modo de lenguaje universal se sabe hoy gracias a trabajos como los de Kilton Stewart, C. G. Jung, y otros. Todos, en el pasado siglo XX. Pero ya son muchos más los que abordan la cuestión. Nosotros aquí nos limitaremos a razonar, aun cuando muy por encima, esa cuestión que suele ser en muchos sentidos preliminar cuando se aborda un tema: lo de los nombres, y eso que acabamos de señalar de un lenguaje , o modo de lenguaje, de carácter universal cuando nos referimos a los sueños desde el punto de vista de sus funciones varias y de sus simbolismos, que también son de índole diversa ya que, según la cultura o el estadio de la cultura en que se traten, los símbolos que aparecen cambian. Pondremos un sólo ejemplo, aun cuando creemos que se trata de un ejemplo que puede considerarse como “paradigmático”, esto es, muy significativo. Veámoslo:
Cuando Artemidoro de Éfeso (o de Daldis, ciudad de donde era su madre), escribe su “Interpretación de los sueños”, los elementos oníricos que aparecen y las interpretaciones que el oneirólogo que era Artemidoro les da, nos encontramos en el seno de la cultura griega del siglo II (d. de C.), y son pues los elementos culturales, ideológicos, de carácter psicológico, etc., propios de esa cultura lo que vamos a hallar en su obra de manera predominante. En cambio, cuando en el inicio del pasado siglo XX, justo en 1900, publica S. Freud su libro del mismo título, “La interpretación de los sueños”, es otra ya la cultura con que nos topamos, son otras las expectativas ideológicas, mentales, religiosas, culturales, etc., que existen: y los símbolos oníricos en gran medida cambian, y sus interpretaciones también cambian. Terminemos esta parte: alguien ha dicho que “los sueños no se producen para ser interpretados; su función es otra”. Eso es cierto. Pero lo mismo podríamos decir de la lluvia, pongo por caso. No llueve para que nos mojemos, pero cuando llueve nos podemos mojar, unas veces adrede y con sumo disfrute de la leve lluvia, otras muy a pesar nuestro. Los sueños ciertamente tienen funciones orgánicas y bio-psicológicas que les son propias, y se dan en los que duermen y sueñan los quieran éstos o no. Pero eso no implica que existan de hecho gran cantidad de sueños que son susceptibles de poder “ser leídos”, es decir, que se pueden interpretar: ni más ni menos que como suelen hacer muchos psicólogos y psiquiatras. En nuestra próxima entrada abordaremos las cuestiones prometidas, la de los nombres ( y los números, añado ahora), y la universalidad (más que posible) de lo que ha dado en llamarse “el lenguaje de los sueños”. Hacerlo ahora creemos que sería alargar demasiado este escrito, la mayor parte del cual está en la edición impresa de La Opinión de Málaga del miércoles día 7 del mes en curso, abril. Hasta nuestro próximo encuentro, donde trataremos de ir desgranando esos pormenores ( o casi mejor decir “por mayores”) de este fascinante mundo que son los sueños. Y procuraré ofrecer a los lectores una selecta bibliografía, a ser posible entreverada con el relato mismo de lo que vayamos exponiendo.

2 respuestas a «Sueños: un Lenguaje Universal»

  1. Gracias, Blanca. Pero conste que mis conocimientos son limitados, lo que ocurre es que suelo usar libros de alto interés, y son ellos los que me hacen aparecer como persona de conocimientos.

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