Daniel el travieso

23 Dic

Los que creen, crean. Es una máxima en la vida. Todo evoluciona, cambia y mejora -o empeora- gracias a unos pocos. En cualquier parcela de nuestro mundo, hay quien crea caminos por los cuales marcharemos próximamente. Esos caminos comienzan con surcos abruptos y acaban convirtiéndose en sendas limpias y transitables. Y es por ahí, por ese mismo lugar, por el que nacen aquellos que viven y disfrutan lo que otros construyeron.

Todos los ámbitos de nuestra existencia están condicionados por las decisiones de aquellos iluminados que sacan a relucir sin complejos sus cualidades y aportan sus conocimientos y criterios a los demás.

En la literatura, el arte, el diseño, la construcción o el desarrollo de cualquier sistema, sucede que hay quienes consiguen crear mundos nuevos. Y en la cocina también sucede. Y hace pocos días lo acabamos de comprobar con uno de los mejores cocineros del mundo. Nuestro vecino. Dani García.

El mundo de la cocina en el ámbito profesional resulta del todo complejo. Nos topamos con un universo que, en los últimos años, se ha convertido en una mezcla de elementos que no siempre parecen tener mucho sentido. Bajo el apellido de alta cocina se cobija una enorme y diversa fauna que, en algunos casos, no aporta casi nada novedoso al mundo.

Pintar bodegones y reproducir a la perfección objetos sobre un lienzo es una virtud estupenda. Un logro maravilloso digno de ser recompensado. Pero no obedece a ningún criterio creativo ni novedoso. Y ahí quizá reside la diferencia clave en el mundo de la cocina.

A día de hoy, son muy pocos los que crean y un sinfín los que copian. Y en ellos, en los creativos, está la batuta de mando de todo este universo. Tanto en lo culinario como en lo profesional y empresarial. Alta cocina es Dani García con sus tres estrellas Michelín recién hechas pero también lo reside en su cambio de modelo y sistema copiado por muchos en su entorno al democratizar la alta cocina bajando el ticket medio con modelos como BIBO o Lobito de Mar, como lo fue Manzanilla en Nueva York o la extinta La Moraga.

Y ahora, en este momento clave para alguien joven y fresco, sucede una transición que veremos cómo copia el resto en unos años. El giro completo al sistema para hacer un doblete: acercar su valía y la de su equipo a muchas más personas a la vez que medita un futuro donde la verdadera alta cocina se consuma y sirva a cuentagotas.

¿Es alta cocina un restaurante hasta los topes todos los días de su apertura? No lo sé. Pero me resulta extraño. Pues un comedor con un plan cerrado y planeado con cosas estupendas, exclusivas y de alto copete no deja de ser un comedor.  Quizá el modelo siga los caminos que indica Dani y que apuntaba el grande entre los grandes cuando se servían cenas contadas en una recóndita cala catalana -que aún así cerró-.

No resulta extraño que Daniel el de Tragabuches imagine una sala pequeña y singular para ofrecer lo realmente único. Ahí reside la excelencia. Por eso, habrá quien -en su mismo entorno-, tiemble y raje de sus últimos movimientos, pues puede que se les acabe el pastel. Porque al final todos acaban copiando. Y debe ser inquietante que el que parte el bacalao haga movimientos que indican que el sistema está caduco y toca renovar. Y será él quien lo haga. Y el resto los que copien. Más de lo que se ha copiado la Burger Bull incluso!!!

Por eso toca aplaudir y celebrar los gestos y meneos de aquellos que rompen el sistema que ellos mismos descubrieron, mejoraron y llevaron al éxito absoluto.

Dani García es un buen hombre. Y contaba hace días -sin complejos y con una emocionada sinceridad- que su madre estaba un poco mosca desde que le hizo saber sus movimientos venideros. Y espetaba una frase demoledora: “¿Quién te está engañando?”. Y es curioso porque, en ocasiones del pasado, he de reconocer que veía al bueno de Dani mal acompañado. Con junteras que no acababan bien y que, desde Saturno, olían a falsa amistad en busca del aprovechamiento de alguien bueno y brillante.

Pero en esta ocasión, y desde hace un buen espacio de tiempo, las cosas parecen que toman sentido en esta historia. Y se rodea de gente sana, formal y sobre todo buena como él. Y así, todo marcha rodado.

Dani va a comenzar su gran proyecto que seguro le dará éxitos pues, si triunfa un gachón en medio planeta por tirar sal que rebota en el codo sobre un chuletón con el hueso sin cortar, lo de este chiquillo de Marbella puede ser algo histórico.

Debemos estar contentos pues, cuando un museo muestra obras exclusivas, inéditas y valiosas, acabamos teniendo un porcentaje de mejora generalizada. Y algo así sucederá con los nuevos proyectos del cocinero de las tres estrellas. Aventuro a pensar que tendremos nuevos espacios con precios asequibles y calidad extraordinaria. Con sabores hasta ahora alcanzables para unos pocos y que él llevará al resto de la gente.

Y eso, para un cocinero de verdad, debe ser de lo más ilusionante.

Qué bueno tener a gente como él tan cerca.

Mucha suerte para Daniel el travieso. El chico que hace cosas buenas, divertidas y que va a darle la vuelta al tablero.

Los que lo admiran, quieren y respetan están contentos por su gran salto de calidad y cantidad. Ánimo valiente.

Que no se olvide. Los que creen, crean.

Viva Málaga.

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