¡Que viene el Lobby!

4 May

Málaga es rarísima. Te encuentras a personas de aquí en la feria de Sevilla engalanadas como manda la etiqueta hispalense con la copa fina de fino en la mano y meses después aparecen en tu retina con camiseta de tirantas, bermudas, chanclas, vaso grande de plástico con siete pajitas y gafas de sol en pleno centro de la/su ciudad real: Málaga.

La contradicción nos acecha en cada esquina de la ciudad y se generan necesidades para el ciudadano con interés en cambiar y mejorar. Málaga es ciudad de debates y reflexiones constante. Es un campo abierto a la participación para la mejora de la urbe. O eso al menos parece. Porque a la hora de la verdad, puede toparse uno con alguna que otra sorpresilla.

Resulta complejo enfrentarse a Málaga y la gran parte de las personas lo evita. Se trata de un tú a tú directo en el que le dices a la cara a quien quieres que lo está haciendo mal. Y eso es duro. Difícil y con gran carga emocional. Es dejar en mantilla a tu elemento más preciado porque sabes que lo necesita. Pero claro, en habiendo muelles unos y cines grandes, quién se va a meter en esos berenjenales.

¿Quién va a criticar nada si el equipo de fútbol mete la pelota en la portería muchas veces? Nadie. Nadie. No es el momento. Toda celebrar la victoria con victoria. Y que nadie diga que no es de aquí. Que se enfada el personal. Y acabas convirtiéndote en un anti Málaga. Un anti todo. Un sevillano malo. Y cuidado con eso. Que son palabras mayores.

Pero dentro de lo que cabe, ese segmento de la sociedad tontorrón medio se maneja y controla. Solamente hay que ignorarlo, pensar que no existe y observar cómo disfruta en la charca, ajeno al mundo real. Y es ahí, al observar al paria malacitano haciendo nada por nadie donde asoma la patita por primera vez el lobby blanquiazul. Y lo hace de una manera muy descarada e irresponsable: echando más barro a la cochiquera.

Ese lobby blanquiazulverdimorao es un elemento clave de nuestro devenir social actual y nadie habla de él. Este grupo de presión alardea de los cachorros en cualquier evento social malagueño: Son de Carretería en Semana Santa, del Frente Bokerón en el Málaga, de la feria del centro, de tendido de sol en la plaza de la Malagueta o de defensa a ultranza de obras ridículas de la ciudad. Ellos están ahí sin estar. Apoyan sin que se les vea. Les gusta que haya meneo y trata al ciudadano como si éste fuera rematadamente gilipollas: “Claro que sí hombre, déjalos que disfruten”.

Pero después, si no estás dentro de ese grupo de masa básica, te das cuenta de que esos defensores de lo “autóctono”, están siempre en todo lo contrario. Son de los hoteles caros en Semana Santa, de la feria del real en zonas privadas, del Málaga en el palco de autoridades o por la tele bien lejos, de barrera regalada en la Malagueta y de exilio fuera de la ciudad en sus momentos de asueto.

Es respetabilísimo ese modo de vida. Y muy bueno por cierto. Pero resulta del todo absurdo defender a capa y espada un modelo y sistema que después no usas en tu vida personal.

No pasa nada. Incoherencias tenemos todos. Pero resulta desconcertantemente curioso que esto se convierta en algunos casos en un grupo de presión que tiene la capacidad de señalar con el dedo a aquellos que, por convicciones propias, pongan en cuestión asuntos locales de gran calado.

Este lobby malacitano defiende la construcción del mamotreto en el puerto de Málaga para ubicar un hotel. Y lo hace con una vehemencia ridícula pues sus argumentos no llegan más lejos que a un debate de un bar. Pero aún así son capaces de ponerse serios con aquellos que lo cuestionan. Y son capaces, incluso, de defenderlo mediante campañas planas en medios de comunicación. Es un martilleo constante propio del 1984 de Orwell. Y no tiene sentido alguno salvo si piensan que la gente en Málaga es tonta. Y ojo que va cogiendo forma la teoría.

Usar medios libres para defender a capa y espada un proyecto privado con un impacto muy importante en la ciudad resulta extraño salvo si se tuvieran intereses espurios y eso está más que claro que no es así. Es simplemente por conducir la ciudad por los carriles designados por ellos mismos con el único apoyo de la gran masa de la que hablábamos al inicio.

¿Y dónde queda el resto de la sociedad que piensa y critica? En la habitación 101. En ese lugar de tortura al que se acude para decir basta ya a aquellos malagueños que no vean bien un hotelaco en su puerto y su visión de la ciudad. Es el sitio en el que poner contra las cuerdas a aquél que reconsidere la opción del Astoria como lugar tuneado a la carta para el mejor postor. Y encima con chulería. De forma altanera y con el cuello tan alto y la mirada tan baja que un día a más de uno le puede dar un soplido y quedarse así.

Cuidado. Que Málaga está medio muerta porque le da la gana a sus gentes. Pero no todo va a ser eso. También hay quien respira y tiene riego suficiente como para entender que no es defiende mejor a una ciudad desde un hotel del puerto si anteriormente no se puso la pancarta en La Mundial para evitar su derribo. Y si no es así, si el amor por la ciudad es selectivo, lo único que se demuestra es que el cariño se tiene a uno mismo según su criterio y no al conjunto.

Hay que ser un poco coherente. Y decir claramente lo que no gusta y no practicarlo ni defenderlo. Y no usar el nombre de Málaga en vano. Que muchas veces las defensas tan historiadas solamente sirven para ponerte más a tiro del enemigo.

Queréis mucho a la ciudad. No lo dudo. Pero no más que el resto. Calma.

 Viva Málaga.

 

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