De las ventajas de rectificar a tiempo

16 Oct

Los colectivos en defensa del Patrimonio de Málaga han sido vitales para evitar que el antiguo convento de San Agustín se convirtiera en algo poco respetuoso con su historia e importancia en nuestra ciudad.

Recuerda el profesor de la UMA Francisco Rodríguez Marín en su Málaga conventual, que el convento de San Agustín sentó sus reales allá por enero de 1576, cuando los agustinos compraron varias viviendas que Cristóbal de Córdoba tenía en una de las principales calles de la ciudad, la calle de los Caballeros, conocida así por la concentración de nobles y altos cargos que se fueron a vivir a esa vía a partir de la conquista cristiana.

La llegada de los agustinos en ese último tercio del XVI hizo que la calle de los Caballeros se conociera ya como la de San Agustín.

Lo curioso es que hasta la expulsión de los moriscos a comienzos del siguiente siglo, en esta calle convivieron frailes con 25 familias de moriscos, que hasta contaban con su propia mezquita y baños en la vecina calle de las Doncellas, luego de San José, cuando también en el XVII los carpinteros levantaron la iglesia con el nombre de su patrono, hoy demolida.

Estas pinceladas ya bastarían para calibrar la importancia histórica del antiguo convento, un edificio que además, a lo largo del siglo XX, ha marcado a varias generaciones de malagueños cuando se transformó en colegio agustino y luego en facultad.

En la vida no hay nada tan saludable como una rectificación a tiempo, sobre todo si, de no rectificar, el antiguo convento, superviviente de guerras, pronunciamientos y quema de edificios religiosos iba a entrar con mal pie en la próxima década, merced a una reforma arquitectónica para transformarlo en Biblioteca del Estado inspirada en el elefante de la cacharrería, pese a tener protección arquitectónica integral.

Ha sido por tanto muy grande el alivio de los colectivos de Málaga en defensa del Patrimonio al escuchar las tranquilizadoras palabras la semana pasada del director general de Bellas Artes del Ministerio de Cultura Román Fernández-Baca, que para más inri, por su apellido intuirán que es malagueño pero es que también ha sido alumno de San Agustín. Como saben, el ministerio deposita en el baúl de los recuerdos un proyecto arquitectónico, literalmente, tan rompedor con el viejo colegio para ponerse con uno nuevo mucho más respetuoso.

Se abandona pues la insensatez de añadirle tres plantas y de no valorar los muchos elementos artísticos que conserva su interior para hacer algo más equilibrado.

El autor de estas líneas conoce las bibliotecas públicas del Estado que el arquitecto del nuevo proyecto, Luis Arranz, ha hecho en Mérida y Badajoz. Se trata de dos obras hermosas, modernas e integradas en el paisaje. Arranz, también experto en rehabilitación, parece haber entendido muy bien la importancia patrimonial de San Agustín, así que hay que darle un voto de confianza.

Como voto de confianza hay que otorgar a colectivos como Málaga REC, Edifeicios, Málaga Monumental y Torre Vigía (en especial al primero), sin cuya lucha hoy estaríamos lamentándonos. No cayó esa breva. Felicidades.

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