El planeta o la cabaña

10 Jul

Basta que alguien diga la palabra ‘tecnología’ para que extendamos las antenas y quedemos hechizados: ¿será un gurú que nos adelante el futuro? El incierto porvenir del planeta aconseja que nos hagamos una cabaña

Hace tres meses nos preguntábamos si las reacciones de Trump inauguraban una nueva era o solo eran un ‘pronto’ del temperamental vencedor de las elecciones norteamericanas (ganador ‘a los parlamentarios’ porque ‘a los votos’ perdió nítidamente).

Entre entonces y ahora nos hemos preguntado muchas veces lo mismo. Y hasta hemos sospechado (y seguimos sospechando) que se estuviera montando cuidadosamente un ‘compló’ para desalojar a Trump de la Casa Blanca.

Hace unos pocos días, leyendo una información sobre las causas de que «los hombres maten a las mujeres», se confesaba aquel viejo adagio de que cada caso, cada vida, cada persona… cada pueblo… es un mundo y en realidad, tratándose de ciencias sociales, es imposible querer ‘dictar leyes’. No hay una causa clara y definida. Yo lo lamento por los amigos marxistas, que son tan ‘religiosos’ que necesitan lanzar todos los días una andanada contra el cristianismo; y por los amigos liberales, que todavía existen aunque a costa de haber perdido uno a uno sus principios (prudentemente no se miran al espejo para no darse cuenta). El más superficial y voluble es el que se cree más coherente, como Mario Vargas Llosa, que un día es admirador de la señora Thatcher y otro de la socialdemocracia y que proclama la tolerancia pero mantiene, como diría Mark Twain la habilidad de no ponerla en práctica. Para él, el mundo se divide entre tiranos, tiranuelos, sátrapas y dictadores, de una parte, y él mismo, Vargas Llosa, de la otra.

¿Por qué los hombres matan a las mujeres? Hay una motivación, muy abarcadora y que, por lo mismo, no explica nada: el machismo como parte de la resistente y repugnante ideología del patriarcado. Pero aquel informe al que echamos una ojeada, incluía una valiente conclusión: hay demasiadas causas y no resulta muy ‘científico’ forzar explicaciones. !Cuántos!… ¡tantísimos! estudios deberían concluir con esa sinceridad. Pero, así como se dice en este oficio (el periodístico) que «nunca dejemos que la verdad nos arruine un buen reportaje»), los sociólogos y otros estudiosos de la sociedad se quedarían sin ‘materia’ (y no justificarían el dinero empleado en financiarlos) si admitieran paladinamente que no encuentran causas claramente identificables.

Si nos ponemos a buscar ahora (como, de hecho, lo estamos haciendo) nuevas tendencias de la sociedad en materia de información, datos sobre la dirección en la que apuntan las nuevas tecnologías, cambios palpables (pero sin un origen evidente) en los medios y el modo de procesar la información… Si buscamos pistas o indicadores fiables… También nos encontramos con un vacío de conclusiones o con ‘verdades’ no muy contrastadas. Y también, con bastante frecuencia, impostada sabiduría y una gran necesidad de ‘revelar’ verdades que no se poseen.

Hoy en día basta con soltar la palabra ‘tecnología’ para que el lector, el oyente o el interlocutor, más o menos tertuliano suelte todo lo que tiene en sus manos y extienda sus antenas… De inmediato se piensa que es posible que estemos ante un nuevo ‘gurú’ o que esta persona tenga una visión que nos ilumine el camino por el cual, casi a ciegas, a los tumbos, vamos avanzando.

Frente a la invocación a la tecnología casi se abandona toda resistencia. No reconocer que la tecnología es la envoltura y también el núcleo de todo lo que nutre a la sociedad de hoy equivale a ser reo de pesimismo como defecto congénito (lo lleva en el ADN, se dice). En una situación así más vale que nos escapemos a una selva y nos hagamos una cabaña con nuestras propias manos (en lo posible, todo hecho a mano, menos la instalación de las antenas, claro). O sea: pertenecemos a otro mundo aunque aún no nos hayamos ido o no nos hayan retirado de este. ¿Como definir este nuevo mundo? ¿Saben lo que me temo?… Que Trump y Putin pertenezcan a ese mundo en trance de desaparición. Eso, naturalmente, acrecienta el temor de que sean capaces de volar este mundo actual nuestro en pedazos… ¡Sin darse cuenta! A ver si nos da tiempo a terminar la cabaña. ¿Por qué será que los hombres matan a las mujeres? ¿Y por qué será que los presidentes norteamericanos y Putin matan a pueblos enteros?

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