Hispanic Society

23 Oct

La fundación Princesa de Asturias entregó a la Hispanic Society el premio dedicado a la colaboración internacional. Un bonito lazo para una historia de amor no siempre bien correspondido desde esta parte del Atlántico. La Hispanic nació en Nueva York, gracias a la hispanofilia del millonario y filántropo Archer Milton Huntington. Pocos años después del Desastre de 1898 cuando España constató que ya no era una potencia internacional en el mundo moderno. Casi al mismo tiempo que Huntington leía e investigaba sobre la cultura española, un personaje con pretensiones antagónicas, William Randolph Hearst, se dedicaba a ampliar la leyenda negra española que nos simplificaba como asesinos ante el ciudadano de aquella sociedad americana, de facto esclavista y con un reciente exterminio indígena del que ni quedaron mestizos. No es que Randolph Hearts fuese un anti español, o que su madre hubiera sido mancillada por un marinero gaditano huidizo durante su primera juventud. No. Hearts quería vender periódicos; una guerra azuzada con sus personajes femeninos, vejados en manos de machos ibéricos, que huían de prisión gracias a un aguerrido americano disparaban las ediciones a la vez que servían, otra hipótesis, para recopilar fondos de la América Fruit Company y similares. En efecto, España no se había dado cuenta de los derroteros del mundo contemporáneo. Sin embargó, tenía un amante secreto, Huntington, que entregó su tiempo y su fortuna al simple hecho de conocerla con la objetividad que le permitía un cariño sin barreras por esta península apesadumbrada bajo la sombra multilingüe de Caín. España no sólo carecía de la tecnología del acero en la guerra, sino que además estaba gobernada por aldeanos sin conocimientos del exterior, sin visión de futuro, sin amor por su pueblo y trufados de ignorancia. El problema de Cataluña se gestó al mismo tiempo que las habaneras como género musical, al unísono que el problema de España.

Un par de décadas antes de que la fuerza centrífuga tomara casa en Madrid, Otto von Bismarck invocó la centrípeta para Alemania. Una de sus medidas fue la institucionalización del fondo de reptiles. Esto es, el dinero que servía para pagar a periódicos, incluso enemigos, para que apoyaran o denostaran una determinada causa. Desde aquel siglo XIX muchos han sido los cocodrilos alimentados por gobiernos y grupos de poder. A pesar de que sea un efecto conocido, el caso es que aún funciona, pero parece que los gobiernos de España no comprenden este punto. Hace dos años visité la casa donde se encuentra el departamento de lenguas ibéricas de la Universidad de Columbia en Nueva York; me quedé sorprendido por la cantidad de propaganda que el independentismo catalán tenía allí depositada. El proceso aún no había comenzado su fase álgida pero la conquista de uno de los principales difusores de pensamiento del planeta se consideraba fundamental. No se trata del regreso a ese tipo de estrategias de comunicación putrefactas. El apoyo a la cultura española en su conjunto ingresa beneficios mucho más consolidados. Mi amiga, la doctora Fina García, ha hecho más por nuestra sociedad desde su actitud como profesora de español en la Universidad de Kioto que todos los anuncios sobre marca España. Permaneció en Japón cuando Fukushima. Primero se aprende una lengua; a la vez se descubre una cultura y, a partir de ahí, amar una ciudad significa amar a uno solo de sus habitantes, que habría dicho Joan Margarit. Imaginen un país completo y tan complejo como el nuestro. La política cultual exterior de España aún balbucea. El Cervantes, las escuelas e institutos españoles en el extranjero, las aulas de cultura, los departamentos de español en organismos y universidades, constituyen nuestra moderna y fructífera armada invisible. España necesita ser comprendida en el resto del mundo. Instituciones como la Hispanic Society o héroes como Bernardo de Gálvez merecen ser defendidos y difundidos como embajadores de primer orden de la cultura española. Un premio necesario.

Una respuesta a «Hispanic Society»

  1. Muchas gracias por nombrarme entre tan dignos y sabios maestros. No lo merezco. Y también gracias por tu nombramiento anticipado. Espero que sea buena señal.

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