La ecología política como centralidad del siglo XXI

23 Mar

El jueves pasado conversaba con un compañero en Sevilla. Hablábamos entre otras cosas del papel de la ecología política en la política actual. Para él, que está en la izquierda, era necesario que la ecología política, la izquierda y el nacionalismo progresista, confluyeran en Andalucía en un espacio más amplio. Con todo respeto, su visión no es la mía. En mi opinión el movimiento que debería producirse es de confluencia de ciertos sectores en la ecología política. Me explicaré.

El siglo XXI, el siglo de la crisis ecológico-social: de la escasez de recursos, del cambio climático y de la crisis de biodiversidad, es y será el siglo de la ecología política. Y es que los problemas del siglo XXI, de superación de los límites biofísicos del planeta, no se pueden resolver con las recetas ideológicas y los instrumentos políticos del siglo XX. Un dato confirma esta imposibilidad: cierta izquierda comienza a definirse además de cómo socialista, también como feminista y ecologista. Esta definición, compuesta, desvela la insuficiencia actual de su propuesta ideológica para analizar los problemas centrales de la sociedad y proponer soluciones para ellos. De ahí la agregación de adjetivos y la propuesta de construir un espacio más amplio. Muestra la izquierda, así, su impotencia tras la apariencia de una actualización. Es la constatación de un hecho.

Lo explicaré gráficamente. Durante los siglos XIX y XX los problemas centrales de la sociedad fueron sociales. En el siglo XXI, sin embargo, el problema central es una triple crisis, que entrelaza: una crisis climática causada por el hombre, una crisis energética y una crisis de la biodiversidad, originadas, todas ellas, por la deficiente inserción de los sistemas humanos en los sistemas naturales. Quiere decir esto que se ha producido un desplazamiento del eje de los problemas centrales de la sociedad desde lo social a lo ecológico. Y este desplazamiento no ha sido advertido o no quiere ser reconocido por la izquierda, como ponen de manifiesto su discurso y muchas de sus propuestas. Analizar y dar respuesta a los problemas desde la transversalidad de las políticas medioambientales, como pretende la izquierda, no es suficiente, pues la transversalidad pone el foco al final del proceso, cuando el problema ya existe, olvidando las causas que lo originaron. Es necesario situar, como hace la ecología, la crisis ecológico-social como centralidad política, económica y social, y actuar en el origen del problema: que es el actual modelo de producción y consumo.

Por tanto, la propuesta de creación de un espacio de izquierdas, ecologista y feminista, y además nacionalista, que se hace desde ciertos sectores, es una invitación a seguir actuando con la mirada puesta en el retrovisor. El siglo XXI requiere mirar hacia adelante. Y esta nueva visión la proporciona la ecología política, con su propuesta ideológica nueva, centrada en los retos y los problemas centrales que tenemos hoy. La concurrencia de la triple crisis ecológica y de la crisis financiera y social que explotó en 2008 nos proporciona un dato: que esta última tiene un origen medioambiental, la escasez de recursos. La crisis financiero-social es, entonces, una crisis ecológico-social. Y este dato nos lleva a una conclusión: la solución que plantea la izquierda a la crisis social, basada en el crecimiento ilimitado, es inviable en un planeta limitado, pues no hay planeta suficiente para mantener el ritmo de vida actual, para generar más acumulación de manera ilimitada y tener así más riqueza para repartir. La segunda conclusión es que para resolver la crisis social hemos de resolver al mismo tiempo la crisis de recursos, climática y de biodiversidad. No es suficiente poner primero el foco en la protección de los derechos humanos básicos: derecho al trabajo, a la vivienda, a la salud, a la educación y a la justicia, y pensar que después podremos resolver la urgencia ecológica en la que estamos inmersos. No tenemos tiempo.

Me decía este compañero que, aunque situado en la izquierda, está a favor de un modelo de producción y consumo respetuoso con el planeta y sus límites. Y esto es una buena noticia, porque nos pone a ambos a jugar el mismo partido. Tendrá que decidir esta izquierda, entonces, por quien ficha: si por la ecología política o por aquella izquierda que está perdiendo el tren de la historia, por mantener posiciones ancladas en el pasado. Si yo me encontrara en esa disyuntiva mi opción sería fusionarme con el futuro, con la ecología política, y convertirme en la corriente ecosocialista dentro de ésta. Pero no digo nada nuevo. Este camino ya ha tenido un precedente en Cataluña. Fue el caso de la evolución de los comunistas del antiguo PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) que son los actuales ecosocialistas de ICV (Iniciativa per Catalunya–Verds), fuerza política que forma parte del Partido Verde Europeo y está integrada en el Grupo Verde del Parlamento Europeo. Y además para defender Andalucía y a su gente basta entender que sin planeta no hay Andalucía, que sin justicia ambiental no puede haber justicia social, porque somos, sobre todo, ciudadanos de la Tierra, parte de una comunidad planetaria integrada también por seres distintos de los humanos, no solamente andaluces o españoles. Por eso la soberanía política de Andalucía se defiende protegiendo el planeta.

El campo de juego del partido y la naturaleza de los equipos que lo disputan están fijados. Siguiendo con el símil futbolístico, el equipo que juega en casa es la ecología política, en tanto que la izquierda es el equipo visitante. Antes fue al revés, es cierto. Pero el partido del siglo XX ya se jugó. Hoy estamos jugando el partido del siglo XXI. Por eso en este partido la ecología política es la centralidad, no la periferia. La pelota está en juego.

Por último, unos versos de Paul Celan, que para mí son un reflejo de la perfección: «Oí decir que hay/en el agua una piedra y un círculo/y sobre el agua una palabra/que en torno a la piedra el círculo tiende.» Quien quiera desenterrar el tesoro, deberá seguir el camino del agua, el camino que siempre desciende, eso dice Jung.

 

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