Investigadores de la UMA consiguen bloquear el efecto adictivo de la morfina
ÁLVARO MERINO
Alicia Rivera, profesora especializada en Biología Celular, lidera un grupo de investigación que ha descubierto un fármaco que anula el carácter adictivo de la morfina sin afectar a la analgesia
Alicia Rivera es profesora titular del departamento de Biología Celular, Genética y Fisiología de la UMA. Además, desde 2003, dirige un grupo de investigación que estudia cómo prevenir los efectos adversos de la morfina. «Es un analgésico muy potente, uno de los más eficaces, pero tiene efectos secundarios negativos. Nos hemos centrado en cómo eliminar la parte adictiva», explica.
La morfina se obtiene del opio y «produce cambios en el cerebro como cualquier otra droga de abuso». En la actualidad, su uso médico está muy controlado y los protocolos de administración son efectivos. Sin embargo, el preocupante repunte del consumo de opiáceos en Estados Unidos –fenómeno que se está trasladando también a Europa– ha puesto en valor el hallazgo del grupo de investigación de Rivera. «Son consumos que en principio son prescritos por un médico y que luego por un mal uso derivan en adicciones», señala la investigadora.
Este aumento del consumo de opiáceos ha producido un cambio significativo en los comentarios que las investigaciones de Rivera reciben. «Hace unos años me criticaban que, si el uso médico de la morfina estaba muy controlado y la adicción a la heroína –un derivado de la morfina– había dejado de ser un problema grave en España, yo intentase paliar los efectos adictivos de la morfina», expone. «Ahora empiezo a notar que este proyecto interesa».
En cuanto a los efectos que las drogas producen en el cerebro, otra línea de investigación de este grupo de la UMA, Rivera explica que «los primeros consumos se realizan porque generan un placer inmediato». Así, «con el consumo repetido se pierde el control sobre la droga. El adicto –continúa la investigadora– consume la droga para evitar el malestar que le produce la ausencia de la misma».
La pérdida de control suele concluir en una dinámica de consumo, «el usuario no puede parar de consumir». «Cada vez se produce una tolerancia más alta para conseguir el mismo efecto, por eso se va incrementando la dosis o la frecuencia de consumo», desarrolla la profesora de la UMA.
No obstante, Rivera también aclara que «no todos los placeres son peligrosos». De hecho, argumenta que «la sensación de placer se seleccionó evolutivamente». Según la investigadora, el placer incentiva la repetición de conductas que favorecen la supervivencia del individuo, como «la obtención de comida, el sexo o las interacciones sociales».
El problema viene cuando «determinadas sustancias unidas a ciertas vulnerabilidades del sujeto activan esos circuitos de placer de forma desmesurada». Es entonces cuando la adicción surge.
Y es que, como es lógico, «no todo el mundo que prueba una droga se vuelve adicto». La existencia de una serie de factores de vulnerabilidad explica este hecho. «Los adolescentes, por ejemplo, son más propensos a la adicción porque su cerebro está aún desarrollándose y es más vulnerable», explica la doctora en Ciencias Biológicas.
En cuanto al futuro del grupo de investigación, Rivera pretende «seguir explorando la morfina». Tratarán de comprobar si el uso del fármaco descubierto se puede extender a adicciones generadas por la cocaína o el alcohol. Por último, la investigadora lamenta las complicaciones que supone la «escasa financiación», lo que limita significativamente los recursos disponibles. En la actualidad, el grupo de investigación lo conforman únicamente dos estudiantes de máster, un investigador predoctoral, una técnico de laboratorio, la profesora Mª Ángeles Real y la propia Alicia Rivera. «Somos muy pocos, pero aún así somos capaces de seguir avanzando», sentencia Rivera.