Resiliencia, un ingrediente esencial para los trabajadores sociales
LAURA POPA
Un estudio realizado por María de las Olas Palma García e Isabel Hombrados Mendieta analiza qué impacto tiene la formación en este ámbito a la hora de superar situaciones adversas
Resiliencia, extraña palabra para describir algo tan complejo como la capacidad personal de superación en situaciones adversas. A comienzos del siglo XXI, este término, proveniente del latín ‘volver atrás’, ya estaba en boca de muchos psicólogos. A día de hoy no deja de ser un desconocido limbo que llama la atención a profesionales de distintas áreas que no dudan en estudiarlo.
María de las Olas Palma García es profesora del Área de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Facultad de Estudios Sociales y del Trabajo. Junto a Isabel Hombrados Mendieta, del Área de Psicología Social de la Facultad de Psicología, han llevado a cabo una investigación en la que se relaciona la resiliencia con el Trabajo Social.
«Es la capacidad para superar las situaciones adversas e incorporar los mecanismos que hemos empleado a nuestro aprendizaje y de esta manera afrontar una etapa similar en el futuro», explica Palma García. La resiliencia es una aptitud universal, común a todas las personas, sin embargo algunas consiguen desarrollarla más que otras.
Este estudio pretende aclarar qué rasgos de la personalidad ayudan a la evolución de esta característica en estudiantes de Trabajo Social y sus profesionales. Para llevarlo a cabo, se analizaron a 479 participantes, todos ellos repartidos entre alumnos de la titulación de diferentes cursos y trabajadores sociales de toda la provincia. De igual manera, se realizó un seguimiento para saber cuál es el impacto de las enseñanzas de la carrera universitaria en su capacidad resiliente.
Está claro que los profesionales que trabajan en el ámbito del Trabajo Social se topan diariamente con situaciones de alta complejidad y adversas, por ello, es importante que los mismos desarrollen la capacidad de resiliencia para poder ayudar a que otros lo consigan.
Durante el proceso investigador se observaron cinco rasgos relacionados con la competencia. El neurocitismo (inestabilidad e inseguridad emocional) era uno de los que influía negativamente. Frente a éste, se encontraron la extraversión, la apertura, la amabilidad y la responsabilidad, que afectaban de manera positiva. A medida que avanzaba el curso académico, se observó cómo ese factor negativo, el neurocitismo, disminuía tanto en los profesionales como en los estudiantes. De manera directamente proporcional aumentaban los factores positivos a lo largo de la formación universitaria. Por ello, se llegó a la conclusión de que el contexto universitario y profesional del Trabajo Social era todo un privilegio para desarrollar la resiliencia.
Palma García asegura que «hay muchas líneas de investigación encargadas de observar las consecuencias negativas de la profesión, como el estrés. Sin embargo, había poca información sobre los aspectos positivos» y quiso analizarlos. Cabe destacar que además del enfoque optimista del estudio, esta investigación incorpora otro aspecto novedoso, el público estudiado. En esta ocasión, los estudiantes participaron por primera vez y se les realizó un seguimiento durante su vida universitaria.
La investigadora asegura que «la resiliencia se puede entrenar»; solo «necesitamos pautas y factores a seguir para desarrollarla». Esta línea de investigación continúa con el grupo de Calidad de Vida e Intervención Comunitaria y Organizacional, que está inmerso en una nueva etapa que pasa por observar la resiliencia en otras titulaciones para poder descubrir qué áreas son las que ayudan a incrementar esta capacidad en la carrera y mejorar estas áreas en la docencia.