¿Pierde una ciudad su alma?

18 Mar

Esta fotografía de un canal de Àmsterdam es de la última vez que fuimos a esa ciudad. Ha cambiado tanto, y no por sus paisajes, ni por sus colores y edificios. Ni tampoco por lo que cualquier viajero que la conozca previamente y conozca de ella pueda haber visto. Me refiero a esas cosas como puentes, canales, edificios, museos. Cosas siempre estables, salvo cambios enormes, desmesurados, y hasta catastróficos (que nunca deseamos). No por nada de eso, pero Sí por el radical cambio de ambiente que notamos en sus calles. Y por el tipo de gente con quienes por ellas nos cruzábamos ( : ya no  nos parecían ser, como hasta hace poco, personas allá nacidas), y a quienes escuchábamos hablar a voces, o simplemente ir por las calles como quien sólo piensa en buscar artimañas para sabe quién qué. Algo en el ambiente no era ya lo usual que conocíamos de la primera Àmsterdam a la que habíamos viajado, pocos años atrás.

Decidimos tomarnos un tiempo antes de volver a esa tan hermosa y grata ciudad holandesa, porque nos parecía como que había perdido su alma. ¿Qué quiero decir con eso? Algo que, aunque lo trataré de explicar, creo que la mayoría de los viajeros lo entienden : una ciudad pierde su alma cuando deja de ser lo que siempre había sido : en su íntimo darse al visitante, al paseante eventual, al viajero, a sus moradores habituales. En ese su tan sutil “abrirse en canal” ( : aquí, nunca mejor dicho : Àmsterdam es una ciudad de canales; hasta el punto que muchos gustan llamarla “la Venecia del Norte”), abrirse, decía, como en canal :  para que se le vea ese fondo de ciudad de alma amable que siempre ha tenido. Pero ya, esta última vez, no vimos eso. Lo buscamos, pero no estaba, no estaba.

Cuando esto ocurre la sensación es una especie de sentimiento que se prolonga, y se prolonga… Como si fuera algo interno de uno, algo nuestro que quiere dolernos, pero ni a eso, -que es el llanto-, puede llegar ya : sólo podríamos llorar por la ciudad que había sido, aquella que era la que nos admiraba y a la que amábamos : del modo que se aman los paisajes y las ciudades. Y ese querer ver la manera de expresar un tan extraño vacío y, (me van a permitir el símil físico), y un modo de ausencia tan “alargado como un sedal sin fin” que nos deja como huérfanos de no sabemos qué, ese querer sentir la pérdida inesperada de una ciudad soñada y sólo poder decirnos, al cabo de unas horas de estancia : “Esto, ya no es lo que era.  Àmsterdam, ya no es la Àmsterdam que habíamos conocido”. Nos lo dijimos, si no con esas, o con otras pero muy parecidas palabras. Y añadimos : “No nos gustará volver a esta ciudad en vista del ambiente que en ella ahora hay.”

Faltaba calor, callado calor humano. La elegancia natural se había esfumado. Habían cambiado los comercios que en las calles del centro ofertaban mil y  una cosas hechas con gusto. Mucha gente nos parecían extraños. Gentes distintas, extrañas al tipo de personas que en anteriores viajes habíamos conocido y tratado. Algo desaliñado, y que  hasta nos sonaba ( “nos sonaba” : es un decir) como a chusmerío, se había instalado en la ciudad, fueras a donde fueras. Una especie de chabacanismo que en absoluto es propio del holandés tradicional.

Y como en esas “latitudes” del ser interno de las cosas y los seres, ahí es donde una ciudad puede perder su alma, Àmsterdam para nosotros, en esa última visita, se nos emborronó como una pintura manchada y – ¡qué pena, qué pena que estas cosas pasen! – decidimos que la ciudad, hasta poco antes tan admirada, la tendríamos que borrar, por lo menos de momento, de nuestras rutas viajeras : la ciudad parecía haber perdido su alma.

 

2 respuestas a «¿Pierde una ciudad su alma?»

  1. Algo com o una ciudad (es el caso) puede “perder su alma” no porque la tenga en el sentido que le concebimos alma a las personas, sino en el sentido en que estamos en la idea de que hay infinidad de cosas que se caracterizan por modos de ser, que tiene su propio estilo, y si lo pierden, y lo pierden de modo lamentable ( : o sea, que van a bien a mal y de mal a peor), entonces podemos decir que “perdió su alma”. Un ejemplo : la feria del centro de málaga, en sus inicios, era un algo tranquilo y agradable; y con el tiempo ha devenido en algo horroroso y muy digno de ser evitado. Ha perdido su alma.

  2. El caso de Àmsterdam es curioso y puede que sea comparable a lo que nos dijo un taxista, en Bruselas si mal no recuerdo, que “la gente que puede se fue a vivir fuera de esta ciudad : ya no es lo que era”. En cierto modo es como si un fenómeno parecido al de la ciudad holandesa, salvando cuantas distancias haya que salvar, se hubiera estado dando en la ciudad belga.
    A este paso uno ya no sabe en qué va a quedar todo. ¡Y para colmo nos van a destruir del todo el ártico! Y no es que tenga uno propósito de ir al ártico, no. Es que los hielos de los dos polos de la Tierra nos son muy precisos para que no se den catástrofes de las que sólo saldrán indemnes unos pocos : a condición de ser tan tan ricos, que puedan ocupar zonas (algunas quedarán) de muy exclusivo privilegio, libres durante unas cuantas centurias, ¿(200, 300 años)?, de la extrema sequedad y los aún más terribles huracanes, hambrunas, o simplemente la falta de agua potable…

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