Seres… ¿anónimos?

2 Feb

Suele tenerse por cosa indiscutible que de todos los animales sólo el ser humano posee eso que llamamos “lenguaje”. Es evidente que esto se convierte en verdad a partir del instante en que una ciencia, la Lingüística, define qué es lenguaje y le da unas características que se acomodan únicamente al lenguaje que tenemos los seres humanos. Al lenguaje articulado, con palabras, sintagmas, fonética, semántica…etc.

No es cierto desde el momento en que entendemos que un lenguaje es un sistema de comunicación, y toda la parafernalia de gramáticas y lexemas y fonemas y semantemas y demás, queda desplazado a su exacto lugar : a lo que desde una serie de Ciencias del Lenguaje ( : articulado, propio del ser humano ) se estudia y describe. Pero cuando nos quedamos con lo primero, sólo con lo primero, que sea lenguaje todo lo que valga para establecer algún modo de comunicación, entonces tenemos que admitir que pájaros y ballenas y delfines y por supuestos los homínidos, tienen sus lenguajes. Se comunican entre sí. Se dicen cosas.

Ahora la cuestión es : ¿tienen “nombres”, algún tipo de nombre? Quiero decir si entre ellos hay algún modo de “individuación que los nomina”. Si la hay, no son seres anónimos, por mucho que nosotros ignoremos en qué consiste tanto su modo de comunicarse como sus posibles maneras de individualizarse, de “nominarse”, entendiendo ahora por “nominarse” atribuirse algún tipo de características que por sí solas los “aísle” en el grupo, y ya cada pájaro no es sólo “un pájaro” sino que pasa a ser tal o cual pájaro en concreto, éste o ése y sólo éste o ése, dentro cada uno de su grupo, de su “clan o tribu o conjunto” dados.

Un Premio Nobel de Medicina, si mal no recuerdo ahora Karl von Frisch, que compartió en 1973 ese mismo Premio con otros dos colegas, estudió el lenguaje de las abejas y luego escribió un libro sobre el tema, demostrando con estudios (realizados en “laboratorios – campo”, y realizados con la máxima garantía científica) que las abejas son capaces de comunicarse, mediante ciertas danzas y movimientos del abdomen, el lugar donde las otras abejas de la colmena pueden hallar flores con polen, la calidad de este, la dirección y distancia donde se encuentra el hallazgo… O sea, las abejas se comunican entre sí, y unas a otras, y un grupo (o una sola) al conjunto de las demás, cosas que ellas han localizado en sus vuelos de inspección de sus territorios. ¿Podemos excluir este tipo de comunicación de lo que en un sentido muy amplio llamamos “lenguaje”?

Alguien dirá que en efecto podemos, y de hecho muchos lo hacen. Pero eso se hace sólo porque se constriñe el concepto de comunicación y el de lenguaje a los límites de lo que son los lenguajes articulados y “gramaticalizables” de los seres humanos. Si ampliamos el campo de visión, muchos animales son los que poseen sistemas de comunicación que de hecho constituyen sus lenguajes. Lo que ya no puedo decir es si entre ellos se asignan nombres que los individualicen.

Nosotros sí lo hacemos, como hicimos en casa con ese gorrión, al que llamamos Panchito, y por cierto él se auto-reconocía por tal nombre. Igual que lo hacen los perros, gatos, etc., cuando se integran en un grupo humano, lo que me lleva a considerar si entre ellos, (y sin la intervención de un grupo humano), ya que se comunican, ocurre igual. Ahora, cada cual se pregunte por sí mismo y por sí mismo se dé respuesta.

 

4 respuestas a «Seres… ¿anónimos?»

  1. Por cierto, este gorrión se llamaba Panchito y recogido del suelo casi agonizante un día de terral del mes de julio se recuperó en casa, vivió libre y a sus anchas en esa casa de corcho donde dormía, y jamás tuvo que soportar una jaula.
    Le encantaban las pastas cocidas, macarrones y espaguetis en especial, y las patatas también cocidas, la lechuga fresca, y una papilla de cereales que le hacíamos y de la que comía con fruición. Se reconocía por su nombre y nos reconocía desde muy pronto. Jamás quiso marcharse de casa y en tanto duró su vida con nosotros estuvo.

  2. Es curioso el modo como ciertos animales se humanizan en contacto con los humanos. ¡Y pensar que en tiempos muy lejanos fueron ellos los que nos enseñaron un montón de sistemas de supervivencia!

  3. Me pregunto si los primeros homínidos no aprendieron de las liebres, topos, etc. a hacer en la tierra hondos agujeros donde, con ramas de árboles, podían luego cubrirlos y darles usos diversos, incluidos habitáculos más o menos ocasionales.

  4. Como es lógico eso no está reñido con el uso de cuevas y cavernas naturales, de las que por cierto llegado un momento tendrían que echar fuera a sus primeros habitantes: los osos. El dominio del fuego ha sido clave en cosas de ese tipo.

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