El Texto es el Viaje

16 Ago

La Diosa Kali

El fragmento 172 de “Filosofía en los días críticos” aborda el problema, o por mejor decir, la cuestión de las definiciones. Para más remarcar el tema que trata en algo más de  unas 20 ó 22 líneas, Chantal inicia el fragmento así:

“Definiciones.- ¿Acaso no hay diferencia entre decir “x es tal cosa” y “llamamos x a tal cosa”? /…/ (pág. 126 de la obra citada).

Luego de establecer la diferencia entre los dos procedimientos, que en definitiva se van a reducir a sustituir el “ser” por el “nombrar”, explica que de ese modo, cada vez que caigamos en la tentación de definir, en vez de decir “x es…”, diremos “llamamos x a…”, con lo que, habiendo puesto el nombrar en el lugar de el ser, habremos dignificado nuestra condición y recuperamos nuestra libertad.

Se ha puesto en cursiva ese pensamiento clave del fragmento 172, que por cierto la propia Chantal Maillard sitúa únicamente en el Itinerario F, que son los que abordan cuestiones casi estrictamente filosóficas, porque, con independencia de la manera como cada lector aborde “el asalto o lectura reflexiva” de esta obra, resultará importante que se haga ese abordaje con un mínimo conocimiento de la filosofía de la autora del texto. En este sentido, y junto con el ya dicho, los fragmentos 104 y 108 tratan de el nombrar y el decir; y el 104 además toca el qué de la palabra poética. Casi sin pretenderlo, se diría.

Personalmente suelo usar un sistema, que puede parecer a algunos “excesivo”, pero que a la postre no sólo no lo es, sino que da de sí frutos más permanentes: suelo leer este tipo de libros, tanto si son novelas con posibilidades de “itinerarios”, (: es el caso, entre otros, de “Rayuela”), como si son obras donde aparece una miscelánea de temas que se cruzan y entrelazan, y que van como entreverándose a medida que vamos leyendo, y que nos llevan de pronto a otros textos del mismo autor o autora, -como ahora es el caso-, suelo leerlos, digo, al menos dos veces: la primera, de seguido, en su orden tradicional, desde el inicio hasta el final; y la segunda, siguiendo las indicaciones dadas en la obra. 

Eso, sin contar con aquellos libros que casi de manera necesaria se han de leer más de una vez, y dejando entre lectura y lectura suficiente espacio de tiempo. A veces, años : notamos que “el libro parece decir otras cosas, es otro libro”, y en realidad los que hemos cambiado somos nosotros.

Queríamos empezar por lo dicho porque, aun cuando a tenor de lo escrito en la anterior entrada, (en “Palabras, bosques”), no lo parezca, la cuestión de las definiciones ha sido y es caballo de batalla nuestro. De ahí la constante indagación de los valores etimológicos de las palabras: porque en sus orígenes, nos dicen más de lo que podríamos suponer, como ya se vio con “espíritu” y “vibración”, por ejemplo. O con la palabra latina“pondus” (: “peso”) y sus derivados castellanos “ponderar, sopesar, pesar/pensar”. O con “sidus” (: “astro, estrella”) y el “cum-siderare”, en castellano “considerar”, que así vemos cómo alude a una época en que para analizar o alcanzar a ver más en alguna cuestión “se consultaban las estrellas”. Pero íbamos a constatar la relación latente, como “cordial”, casi subterránea, entre un texto de Chantal Maillard y un poema de Juan Ramón Jiménez. La relación no es en absoluto de dependencia ni de influjo, sino, como se ha dicho, “cordial”, (de cor-cordis, “corazón”), y además, la relación es un tanto “lateral” en el sentido de que, a partir de las vivencias de las cosas, luego cada poeta, J.R.J. y Ch. M., toma cada cual sus rumbos.

El texto de Juan Ramón se titula “Cuarto”, y lo tomo de la edición que hizo Antonio Sánchez Romeralo, (en Cupsa Editorial, Madrid, 1978), con el título de LEYENDA (1896-1956).

Cuarto

¡Qué quietas están las cosas y qué bien se está con ellas!

Por todas partes, sus manos con nuestras manos se encuentran.

¡Cuántas discretas caricias, qué respeto por la idea;

cómo miran, estasiadas, el ensueño que uno sueña!

¡Cómo les gusta lo que a uno le gusta; cómo se esperan,

y, a nuestra vuelta, qué dulces nos sonríen, entreabiertas!

¡Cosas (amigas, hermanas, mujeres), verdad contenta,

que nos devolvéis, celosas, las más fugaces estrellas!

Casi se podría decir que apenas nada tienen en común y sin embargo, un “algo cordial” entiendo que late en ambos textos. Ahora, sin más razonarlo de momento, y sólo para que lectores de la obra de Chantal, ya familiarizados con algunas de sus ideas, veamos otro texto, también de Juan Ramón, y dejemos que lo leído de cada uno de los autores actúe : adentro de nosotros.

Auroras

… Se dijera

un cielo derramado en la pradera

matinal el arrullo

de una tórtola eterna, entre el murmullo

del arroyo y del viento

de un estío inmortal.

… Un poco soñoliento

aún, vi el sol. Como una lira

de diamante y de grana,

en el fondo sin fin de la mañana,

preludiaba : “¡Verdad!”

¡Sí, soy mentira!

El poema “Cuarto” pertenece a “Olvidanzas del moguereño” (1901-1907) y “Auroras”, a “La sien pensativa”, (1911-1912).

Insistimos : no busquen contactos ni dependencias en ningún sentido, pero sí traten de ver un, (como ya dije), algo cordial que parece estar como aleteando en el sentir poético ( y su trasfondo filosófico) de Juan Ramón Jiménez que no está ausente, o que parece como si quisiera de pronto saltar ante los ojos del lector, en la poesía y la parte de la visión del mundo que nos deja entrever Chantal Maillard en algunos de sus textos.

Leer es como emprender un viaje del que sólo conocemos el punto de partida, e incluso del que no sabemos si tiene o no tiene, en realidad, meta alguna. Un viaje “mèta-ódós”, o sea, “más allá del camino”…

He acudido a una expresión que usa Ch. Maillard en su texto 72, y donde dice que lo más importante del método no está en que sea un camino ( : ódós) sino que está siempre “más allá” ( : mèta). Es el fragmento donde Maillard afirma que el método es “la consciencia transmutante”, otro concepto-idea que se nos antoja clave.

Como habremos de seguir con estos temas, y volver sobre palabras y textos, unos nuevos o antes no citados, otros ya vistos aunque sólo haya sido de pasada, aquí dejamos ahora nuestra primera etapa del “Viaje”. ( : ¡Recordad sus paisajes!).

6 respuestas a «El Texto es el Viaje»

  1. Anoto: las posibles “sensaciones de coincidencia cordial”, (como se ha dicho ya muy encaminadas en cada autor hacia direcciones diferentes), entre Chantal Maillard Y Juan Ramón Jiménez podrían tener una causa lógica, que estaría en lo que podemos llamar “mutuas inmersiones”, de ambos poetas, cada cual desde sus perspectivas y visiones, etc., en el mundo o universo de la India, de todo lo hindú, que alcanza a JRJ por la vía de los textos que le traducía su propia mujer, y a Chantal por la vía de la directa vivencia personal, centrada sobre todo en Benarés.
    Esto, claro es, tendría que ser razonado y estudiado más a fondo: de momento no es más que una apreciación muy subjetiva, pero a la vez fundada en una especie de interior vivencia de algunos sesgos de los textos mismos. Es algo parecido a lo de la “vivencia del bosque” en Chantal, que nos recuerda o nos remite a sus orígenes célticos desde su Bélgica natal. ¿Ilusión o “fantasma” que dejamos crecer en nuestra propia mente? Pudiera ser, pero en todo caso es cosa que merece la pena se investigue.

  2. Bonito texto y como siempre con mucha enseñanza.Estoy de acuerdo en que leer es comenzar un viaje del que solo sabemos su punto de partida,muy bien expresado.

  3. Prometedor viaje del que espero no despistarme por los numerosos vericuetos. Gracias por tus textos que seguiré visitando con interés. Saludos

  4. Gracias, Dama Blanca. Gracias, MLuz. Haré cuanto esté en mí para ofrecer textos que sean verdaderos viajes, y donde no importe perderse por sus vericuetos: lo que importa es el “mèta” griego, el “más allá”, que por cierto es una constante en diversas culturas, para decir Sí o No : el Non plus ultra latino, frente al mèta-odós griego, y los “horizontes lejanos” que se marcó la América del Norte en su día. Gracias por leer estas cosas, y gracias por comentarlas: anima eso, sí, anima.

  5. Siento no haber leído a Chantal, te hubiese entendido mejor, pero hay algo que me ha parecido muy importante, y de lo que tomo nota para el futuro: “X es…” puede resultar un tanto soberbio, ¿no?, como si quisiéramos expresar una verdad incontestable; “llamamos X a esto o aquello” parece decir que partimos de una base de conformidad común, algo en lo que todos estamos de acuerdo, uno se siente igual, no superior y, a partir de ahí, empezar el viaje. Me gusta más.
    NOTA: Gracias por tu comentario de ayer, ¡saliste en mi defensa, qué bueno!

  6. Como te he comentado, salí en tu defensa porque a mi entender dabas tu opinión sin ofender a nadie: un tono de ironía no tiene porqué ofender, y hasta suele ser sano.
    Con respecto a lo que dices de Chantal, siempre estarás en disposición de leerla: sus obras merecen la pena.
    Gracias por tu comentario, y un cordial saludo.

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