Diálogos y broncas

5 Feb
Diálogos de Sordos, escabrosos, inútiles; sin orden ni concierto real. Hay ejemplos varios aquí y fuera

 

Las elecciones de mayo tienen nervioso al personal político. El PSOE asfixiado por el VOX madrileño, Podemos desgarrado sin encontrar el cielo en la Tierra

Carlos Pérez Ariza

Broncas. Ahora la izquierda podemita tiene un ala amable, que canta nanas al joven Íñigo Errejón, quien muda la piel bolivariana por una suave lana de las estepas comunistas de antaño. El niño fundador de Podemos se ha puesto la careta menchevique, que disfraza su verdadera esencia. Se abre de Iglesias y Monedero, sin ser considerado por ellos un traidor. La realpolitik practica una forma hábil de justificar lo evidente. Él, como prueba de su inquebrantable voluntad de liderazgo, renuncia a su escaño de diputado nacional. No así a las prebendas del cargo, que le permitirán bienvivir hasta mayo. Que no se preocupe el ‘buenazo’ de Echenique, otro predicador del Paraíso social que se avecina desde su soniquete salvador. La batalla electoral de Madrid es un ‘No Pasarán’ a la derecha, que avanza desde Andalucía. Las municipales, Autonómicas y europeas de mayo son la verdadera encuesta para la jornada electoral general, que se aproxima inexorablemente.

La hecatombe podemita no hace favor alguno al PSOE. Una encuesta, que están para enredar el patio nacional, señala que VOX le superaría en Madrid. Pánico en la sede socialista central. Pedro Sánchez, un incombustible y adelantado en política, se ha apresurado a fichar un personaje ajeno a este sorpresivo mundo, para que enceste la alcaldía de Madrid. José Vicente Hernández Fernández, ‘Pepu’, entrenador de baloncesto retirado. Tal designación a dedo, se enfrenta a una ola de malestar creciente dentro de su partido. El aparato es repelente a ese tipo de imposiciones. Las primarias dirán si el candidato sanchista gana. Es más que probable que sí. Otra cosa será que este hombre, especialista en canastas, pueda vencer a la coalición de la abuela Carmena con su niño Errejón. En la capital del reino, sienten el aliento derechizado que avanza desde el sur.

Diálogos. El teatro clásico griego, madre y padre de todo el teatro occidental, se hizo mayor cuando inventó el diálogo. Era un enfrentamiento dialéctico donde el verbo se hacía razonamiento. Donde dos personajes intercambiaban parlamentos para llegar a un acuerdo o no, pero en todo caso para exponer a la audiencia el drama que vivían. Hasta que no salieron dos actores a escena para dialogar, aquel teatro era monocorde. Al convertirse en una dialéctica de la expresión del pensamiento, el teatro se convirtió en un hecho social de inmensa trascendencia. Tenían un mediador entre ellos y el público, el corifeo, que repetía en amplificación, lo que intentaban explicar aquellos protagonistas. Un director del coro imparcial, un simple, aunque imprescindible portavoz de aquellas palabras escenificadas al aire libre de la democracia ateniense.

En el avatar de la política posmoderna de la revolución tecnológica 2, 3, 4.0, el proponer diálogos ha perdido aquella significación. Ha extraviado su razón de ser, su esencia original. Y es que los interlocutores estén dispuestos a dialogar en igualdad de condiciones. Creyendo de verdad que el contrario es tan respetuoso, como el otro, de las reglas; sin engaños, ni falsas posturas. Se ha vuelto difícil este ejercicio dialéctico. Mayormente es un diálogo sordo, escabroso, inútil. Hay ejemplos recientes. Las conversaciones en La Habana entre las FARC y el gobierno colombiano. Resultaron fallidas y cerraron en falso ese conflicto armado, aún coleando. Las que en Santo Domingo protagonizaron la oposición venezolana (MUD) con el régimen bolivariano, que con el corifeo Zapatero, dieron al traste con aquel grupo opositor y atornillaron a los chavistas hasta ahora. El diálogo imposible con los secesionistas catalanes en posturas inamovibles. Por este sur, mar de la intranquilidad, unas arduas y vacilantes conversaciones, que han dado un acuerdo firme, aunque por ejecutar, tras casi cuatro décadas de un gobierno andaluz monocolor.

En el caso de la catástrofe humanitaria que sufre el pueblo venezolano, los observadores de la UE, invocan el diálogo para ‘evitar males mayores’, como sería un enfrentamiento armado, con un derramamiento de sangre. Hay dos errores de bulto. Uno, esa sangre es la de los que protestan contra la dictadura, que responde con balas. Dos, no es posible dialogar con quienes no creen en ese método. La mesa del diálogo con ellos solo ha servido para ganar tiempo, un bien precioso en política, y para perpetuarse en el poder sin miramientos democráticos. Con quienes no creen y desprecian la democracia, es imposible dialogar.

Entre diálogos fallidos y broncas políticas anda el asunto. Vean a Donald Trump, un bronquista profesional, que es la estrella mediática del mundo. Abandera el acoso a Maduro y sus generales. A la UE no les gusta nada. Los desacuerdos comerciales, el Brexit y el pago de la OTAN les tienen desencontrados. Su apoyo firme al presidente interino Juan Guaidó parece molestarles. Es que el estadounidense es demasiado de derechas para esta Europa desvencijada. Hay que recordar que Guaidó es de un partido que pertenece a la Internacional Socialista, esa izquierda democrática, que llaman socialdemocracia, tan extraviada de esta UE, que inventó el Estado del bienestar. Menos bronca y más diálogo sincero se echa en falta.

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