Tierra de maravillas

22 Ene
Una región casi del tamaño de Portugal. Rozando los nueve millones de habitantes y con una elevada población inmigrante, ha cambiado de gobierno, tras casi 40 años de socialismo. Un taller de prueba política para las próximas elecciones

 

La política, como el amor, es rara. Dada a sorpresas. No transita por la calle casualidad. A veces, conjuga coincidencias que parecen normales

Carlos Pérez Ariza

La tierra del sur estaba tranquila. El sol salía por Almería y se ponía por Cádiz (la Gadir eterna). Era regida por una corriente continua sin altibajos. No se preveían alteraciones mayores, tampoco menores. Una que otra alianza para que fluyera. Un paraíso bajo los olivos. Una entente de cordialidad, de calma aparente. Millones de turistas bajo el sol andaluz; sosegados, de playa al bar, de tapa en tapa. Gozando de lo que no tienen, ni tendrán en sus países. Así pasaban los años, haciendo caja, cobrando impuestos, con remesas millonarias desde la UE. Repartiendo el mejor aceite para la superior ensalada del mundo. En fin, una arcadia de solaz alegría. Hasta que todo se derrumbó. Donde la gente vota cada cuatro años o así, puede pasar que la eternidad se pierda en una tarde de urnas. Nada es para siempre.

Tierra de provisión. Lo vieron claro los fenicios, que emplazaron por aquí sus factorías comerciales. Se dieron de tortas los cartagineses con los romanos. Mereció la pena tanta sangre. Civilizó Roma, conquistó el Islam y se vieron deslumbrados por la luz andaluza a la sombra de tanto verde. Hasta que el triunfo de los Católicos reyes, implantó de iglesias y conventos sin judíos ni musulmanes. De inmediato se quiso toda Europa. Casi al rato se llegó a América. Sevilla fue la capital del nuevo imperio atlántico. El mismo sol salía y se ponía sobre el mismo idioma. Así, como todo empezó, por los avatares del destino, todo concluyó. Ahora estamos reinventando la democracia, donde tener solo dos partidos no se lleva, la moda impone desquicios.

Mientras el más antiguo está roto por dentro. El otro, se está refundando, que por la derecha le han salido competidores respondones. Tras la pérdida del gobierno en Andalucía, la alta dirigencia socialista se va a cargar a Susana Díaz. Es una ley de la política partidista. El que pierde, se va. Y ésta ha perdido el gran bastión del sur. Además, está su pasado enfrentamiento contra el que es hoy presidente del gobierno de España. Desde la alta dirigencia del PSOE ya vislumbran su cese como líder de su sur socialista. Tendrán que esperar a mayo, cuando los resultados de las elecciones municipales, sean, tal vez, más tajantes. Por ahora, Díaz queda como jefa de la oposición y de su partido. El futuro cercano va a determinar cómo se realizará su relevo. ‘El partido está por encima de intereses personales’, han afirmado Carmen Calvo y José Luis Ábalos. Su sustitución está en marcha. El sanchismo va copar los cargos del PSOE-A, más pronto que tarde.

Ella esgrime no haber perdido las elecciones, aunque sí el gobierno. Y eso es lo que pesa. Mantenerse al frente durante cuatro años y optar a ser la candidata tiene un riesgo enorme. La puerta que le abre su partido conduce a un patio andaluz frío y sombrío. Ella cree que podrá remontar este amargo tramo. Desde su partido no opinan lo mismo. Aprovechan para amortizarla e imponer la línea que representa el PSOE de Pedro Sánchez, virando a la izquierda, más clara y radical, en pos de recuperar a sus votantes que se han ido atraídos por otros espejismos. Tampoco será fácil su reemplazo. No se vislumbra a su sustituto por estos horizontes. Y su silla de diputada autonómica tiene difícil negociación. Así, que conociendo el arrojo de Susana Díaz, la pelea va a ser larga y bregada. No le pega a esta señora capitular sin luchar. Si logra mantener el control del ‘aparato’, el PSOE federal va a tener pelea para rato. En Andalucía se va a librar la hegemonía de uno de los dos pesoes.

Con Podemos, fiel a su esencia autoritaria, le ha salido un protestón. Un prófugo, un outsider que planta carpa aparte. Nada inusual. Como a Stalin le salió su Trotsky, a Iglesias le ha aparecido el suyo. No será asesinado como aquél en el México de su exilio. Pero ya el inefable portavoz Echenique, la ha sugerido que dimita a su acta de diputado. El joven Errejón se desmarca y abraza a la abuela madrileña antisistema. Aspira a comandar la Comunidad de Madrid, mientras la exjuez sigue en su alcaldía. Un territorio minado por la política de aluvión, que se salta las vallas de lo previsible. Este nuevo esquema electoral, de izquierdas broncas, no favorece al PSOE de Sánchez. La Moncloa se le escurre entre elecciones locales, presupuesto general a la deriva y una Cataluña en pie de guerra.

De aquí al 26 de mayo (municipales, autonómicas y europeas; generales no se esperan), el aburrimiento político estará ausente. Mientras el nuevo gobierno andaluz arranca, los algo más de 8.000 municipios esperan cambios de colores. Lo que vienen son mandatos a dos o tres bandas. El bipartidismo está desfallecido. No muerto, pero sí penetrado, a derecha e izquierda, por los hijos putativos de ellos mismos. Con un PSOE, que busca su rumbo a la izquierda; y un Podemos golpeado desde dentro, el panorama electoral se torna imposible para la prospección estadística, por más fogones de cocina que se le aplique. El aliento de VOX, tras las orejas de los españoles, inquieta sobremanera a derechas e izquierdas. En Andalucía sigue saliendo el Sol, que todos esperan no sea un gatopardo.

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