La abstención

23 Nov

Un temblor recorre el cuerpo político. Los expertos sacan cuentas, analizan sondeos, se miran perplejos. La campana de alarma viene de Cataluña, pero amenaza con extenderse como una epidemia contra la que no hay vacuna. La verja sigue en pie

A seis meses de las elecciones municipales, las dudas asaltan a los comités de campaña, que ya ensayan fórmulas mágicas para alejar esa nube negra llamada abstención. La escasa participación no ayuda a ningún candidato. El socialista catalán, abatido por los sondeos y por una previsible desmovilización de sus seguidores, ha declarado que no seguirá en eso de los mítines; por su tono de voz en catalán, ni siquiera en la política territorial. Allí, el tripartito está a la desbandada, sólo les queda recoger banderas nacionalistas y apoyarse en la esquina independentista de un discurso agotado. Los populares crecen, pero comenten tantos errores de marketing vídeo-político, que se siguen quedando en el desván del poder en esa Comunidad.
      En el trasfondo todos saben, pero no se quieren enterar de que el personal está bastante harto de tanta palabra hueca. Conseguir que la gente se levante a votar un domingo se pone cada vez más difícil. Los votantes pasan muy mucho de ir a votar por quienes dicen que los representan, pero que, a la hora de la verdad, no defienden sus intereses, que son simples, se reducen a uno: un puesto de trabajo. La gente es que no ve brotes de ningún color, ni la lucecita al final del túnel, ni que esto vaya para ninguna parte. Y éstos, que pierden el tiempo en gritar en los mítines, que hacen vídeos cutres de lux, que se creen las mentiras repetidas como si fueran verdades, que se piensan que las redes sociales son la panacea electoral, que oyen, pero no escuchan, caminan de espaldas a la realidad.
      El miedo se les ve en el rostro. No votar por ellos, se temen, puede ser en esta ocasión una respuesta masiva. En situaciones extremas, donde la sociedad se enfrenta a una situación inédita, que la desborda, como es esta crisis planetaria, las respuestas tienen que ser, igualmente, originales. Aquí ya no basta con reunirse una mañana para cambiar suelo por dinero, cines por solares, tránsfugas por votos, terrenos por promesas de hospitales, parque por titularidad, palacios por pinturas, puerto por súper y demás artimañas al uso; para el día siguiente decir que no, que a volver a reunirse y así hasta el fin de los tiempos, mientras los espectadores van, con cara de incrédulos arrugados por las mentiras que parecen verdades, a la cola del paro, mientras la UE da dinero a los países en quiebra.
      Es cierto que el problema no es fácil de resolver, que nadie tiene la pócima mágica, ni los americanos la encuentran. Pero hay que mirar hacia dentro y plantearse las preguntas seriamente. Estamos en la zona euro con más alto índice de desempleo, parece un elemento estructural del sistema industrial, económico, financiero español, que al recibir el huracán exterior se derrumbó como un frágil castillo de arena sin cimientos. Pues cojan el toro por los cuernos y cállense durante un buen rato, reúnan a los sabios de verdad, sin mirar el carné del partido y encuentra soluciones, cambien lo que haya que cambiar a fondo, y rápido; porque si no las municipales van a ser un bofetada histórica. En estos casos extremos se recuerda a Sir Winston Churchil, que ofreció a sus ciudadanos ‘sangre, sudor y lágrimas’; le respondieron, aguantaron. El primer ministro ganó la guerra, pero perdió las elecciones.
      La democracia es un juego que puede salir caro a largo plazo, y si no se afinan sus instrumentos de participación se va convirtiendo en una partidocracia, y entonces las naciones terminan en la UVI. Miren los ejemplos de México, tras 100 años de partidocracia, 70 de ellos con el PRI mandando, ahora se ha convertido en un territorio comanche en manos de las mafias de la droga; o Venezuela, democracia desde 1958, pero con tres década corroída por el cáncer de la corrupción, ha devenido en el paradigma del socialismo del siglo XXI, un trasnochado invento para seguir robando el petróleo.

6 respuestas a «La abstención»

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