La cultura, idiotas

2 Nov

De las derrotas hay que sacar lecciones aprendidas. La primera es aceptarlas. La segunda es corregir los errores. Si la vapuleada Fundación sirve para enderezar el rumbo, mantenerla, si no borren el logo. La verja sigue en pie

A ver si logramos convertir a esta ciudad en una capital cultural aunque sea sin título

La función de las instituciones llamadas culturales, públicas o privadas, es facilitar a los creadores sus iniciativas y proponer, ellas mismas, proyectos de envergadura cultural. Eso en Málaga brilla por su ausencia. Aquí, tales instancias se limitan a lo que marca la agenda de las citas artísticas, casi siempre sin pena ni gloria. Una de las pocas iniciativas con proyección, hace ya trece años, ha sido el Festival de Málaga de Cine Español, que ha devenido en una alfombra roja para adolescentes. Con un programa de películas de segunda división, de telefilms arrugados por presupuestos basados en las prebendas de la administración central. Un proyecto que no se ha desarrollado, hacia una ciudad del cine, por ejemplo, que crearía empleo, sino que ha involucionado. A partir de esto, nada que reseñar. Un festival de teatro pobre, una temporada de ópera mínima, una Filarmónica constreñida, unos museos, que no levanta pasión, ni siquiera ese Picasso soportado por dinero público abundante; un Instituto del libro, que se remite a editar publicaciones, sin otras ambiciones. En definitiva, cultura para las élites. Sólo la Feria de agosto, se podría calificar como un acto cultural de masas, pero sólo porque se le da a los más jóvenes la posibilidad de hacer botellón sin multarles. Hay allí una caseta, que, desde hace cuatro años, se llena a reventar, la del cante y la copla. Si hay público, ¿por qué no promover ese programa todo el año? Un asco de panorama cultural.
Pero entonces, ¿no hay cultura? No, sí hay creadores a todos los niveles. Lo que no hay es comunicación verdadera entre ellos y las administraciones. Sin mecenas no habría surgido el Renacimiento, pero los dux o el Vaticano no tenían una oficina cultural del Estado. Por eso, la pretensión de mantener una Fundación Cultural (sin el 2016 ya) con todas las instituciones públicas tendría sentido si se convocan en ella las voluntades de los artistas, todos, para crear una verdadera ciudad cultural, más allá de fechas señeras, cosa que no se hizo a fondo en esta oportunidad perdida. Si se deja esa Fundación para repetir el esquema de funcionamiento de consejerías o concejalías culturales al uso, incluido el Ciedes, en manos de burócratas de la administración, de paracaidistas de la foto-risa, de foráneos de la estrella fugaz, jubilados sin ideas bajo su sombrero o eficaces administradores del papeleo, mejor cerrarla y correr un estúpido velo sobre ese amago de querer ser lo que aún no somos.
Esta ciudad lo que necesita es apoyar a los creadores, no pelearse con ellos. Es proponer ambiciosas reuniones de la cultura popular, que convoquen a un público europeo hacia una verdadera capital cultural del Mediterráneo, no porque nos hayan dado ese título, sino porque en verdad lo seamos. Es propagar la cultura a cada uno de los barrios de la capital, sacar las actividades artísticas de los templos consagrados. Lleven un concierto de cámara a una placita de la Carretera de Cádiz, se sorprenderán. Es utilizar bien y mejor las infraestructuras que tenemos y crear nuevas abiertas, no tantos cenáculos para especialistas. Una ciudad sin un teatro de conciertos, con un teatro romano sin uso, enmarañado en una rehabilitación de tercera, que no ha sido capaz de concluirla. Con sólo tres salas de teatro; con un castillo y una alcazaba sin actividades musicales o teatrales. Sin una programación escénica ambiciosa para niños y jóvenes en una ciudad abundante de esa población, que será el público de mañana. Cultura al aire libre, en una Málaga subtropical. Es que no se les ocurre nada, sólo pensando en salir en la foto del día, está bueno ya.
Es la hora de convertir esa derrota anunciada en una verdadera carrera por convertir a Málaga en una capital permanente de la cultura. Pero con políticos así, que se apoyan en aficionados y no cambian la marcha con ese piñón fijo decimonónico, la cuestión no es fácil. Es la hora también de que los creadores se pongan en su sitio y exijan que se les escuche, que esa llamada democracia participativa, tan posmoderna, tan chic en declaraciones de ruedas de prensa, se haga realidad en ese sector olvidado.

7 respuestas a «La cultura, idiotas»

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