El real Real Club Mediterráneo

13 Oct

Cumplir ciento cuarenta y cinco primaveras y seguir progresando es algo al alcance de pocas entidades en nuestra ciudad. En Málaga, la ciudad donde la tradición es esquivarse a si misma para siempre estar en continua reforma existencial, es difícil echar raíces pues resulta prácticamente imposible. El suelo es duro. Se aplaude plantar en maceteros y nunca en la tierra pues, de esa manera, se evita que cualquier cosa agarre con suficiente fuerza como para no poder manipularla o eliminarla a placer cuando sea necesario.

Así, nos encontramos en innumerables ocasiones con una urbe huérfana de lugares, instituciones y grupúsculos que tengan la suerte de ser independientes y con un fuerte arraigo en la ciudad. Pensando en ello, te topas con una realidad compleja y es que son pocas las entidades malacitanas con historia y vida. La Sociedad Económica de Amigos del País o El Ateneo se han convertido poco a poco en asociaciones con pilares ajenos para poder subsistir y sin embargo una historia y bagaje más que respetado. Tras ellos, algunas Cofradías y la cuenta habrá acabado.

El resto es la nada. No hay organizaciones grupales o de origen gremial que sobrevivan en la ciudad. No hay círculos mercantiles o de labradores. No hay clubes sociales ni entidades que desarrollen la cultura y sus valores sociales más allá de los auspiciados por el ente público. Y eso. Por desgracia. Hace de Málaga una ciudad más pobre aún estando rodeada de bullicio y acordeón festivo entre las masas de turistas ávidos de un souvenir.

Pero todo no está perdido. Y en eso Málaga es especialista. En albergar sin pompas ni boatos verdaderos tesoros históricos de la vida real. Y uno de ellos es el Real Club Mediterráneo.

Nacido en 1873 y teniendo como primer presidente a Tomás Heredia Livermore –el hijo de Manuel Agustín. Sí. El de la avenida.-, el Club Mediterráneo ha sido una entidad que, desde su parto, tiene en el ADN el deporte como síntesis fundamental de su existencia.

A diferencia de otros clubes históricos de España, desde sus inicios se parte del deporte –en este caso Remo y Vela– como actividad propia y fundamental de la entidad pues, sus socios ya tenían despachada por su cuenta la vida social sin necesidad de plantarse en un casita de madera a los pies de La Farola.

Este hecho diferenciador sirve como elemento clave para entender de manera precisa la manera de respirar del Club pues, desde su origen, se plantea como una maquinaria desarrollada únicamente para la práctica deportiva.

Huelga decir que, en 1873, quien practicaba el Remo o la Vela tenía con total seguridad la luz más que pagada y la solvencia por encima de unos mínimos que en Málaga se arrastraban por los suelos. Dicho esto, es digno de mención que la naturaleza del Club fuera el de la práctica del deporte y no la creación de una cueva escondida de poderosos para tener un Club Bilderberg a escala como sucedía en numerosos casos en las grandes urbes de nuestro país a modo de clubes sociales y de negocios o a modo de casinos en pueblos y regiones más diminutas.

Con el paso de los años, el Mediterráneo fue desarrollándose de la mando de la propia ciudad y sus avances iban en consonancia con Málaga. Se hicieron mayores de la mano hasta el punto de convertirse en una entidad moderna y actual, al modo de Málaga, ofreciendo unos servicios de primer nivel en el ámbito deportivo muy por encima de los que pudiera ofrecer en el ámbito social.

Y es ahí donde se encuentra la faceta caleidoscópica del Real Club Mediterráneo. Una circunstancia de luces y sombras, siendo éstas últimas igual de injustas que irreales pues, para muchos, dicha entidad es un espacio elitista, cerril y distante de la vida real malacitana.

El origen de dicho pensamiento tiene su fundamento en el cóctel perfecto que combinan el desconocimiento con el rechazo automático que genera en muchos aquello inaccesible o que prevén difícil de conseguir.

Partiendo de la base de la evidencia que supone que un Club privado cobre su cuota para vivir, el Mediterráneo no se encuentra ni mucho menos dentro del circuito de clubes elitistas de nuestro país en cuanto a cuotas donde, sin irnos muy lejos, tenemos ejemplos como Pineda en Sevilla y Santa María o Vistahermosa en Cádiz donde nos podemos topar con cifras astronómicas  para acceder y mantener un carnet.

Dicho lo cual, a día de hoy Málaga tiene la fortuna de poder contar con una institución solvente, sana e independiente que promueve desde su nacimiento unos valores reales de apuesta por el deporte. Donde se invierte y promociona en la competición y desarrollo de actividades deportivas en todos los niveles. Con un palmarés con medallas olímpicas, campeonatos del mundo, de Europa y de España. Con el trabajo y desvelo dedicado a los grandes atletas formados y patrocinados por el Club. Con la suerte y orgullo de ser la única entidad deportiva española que posee simultáneamente las dos máximas distinciones que concede el deporte español: la Placa de la Real Orden del Mérito Deportivo y la Placa del Comité Olímpico Español.

El Club Mediterráneo es Málaga. Y por eso recibía la medalla de la ciudad de manos de nuestro Alcalde. Y eso, difícilmente se consigue siendo un club de ricos para jugar a las cartas. Porque de ser así ya habría muerto. Pero sigue vivo. Y fuerte. Y siendo ejemplo para muchos gracias a proyectos como sus grupos para el desarrollo de deportes adaptados con “Palas para todos” o con el reciente apoyo al equipo de Dragon Boat en la categoría Breast Cáncer Survivor  para mujeres que han superado el cáncer; mujeres, por cierto, que han estado presentes desde su nacimiento de manera activa en la entidad como deportistas.

Es el club de donde se acogen a todas las oenegés y entidades sin ánimo de lucro para que celebren sus actos y promuevan sus proyectos. Es el lugar de la cultura, donde cientos de personas presentan sus actividades divulgativas. Y es el centro donde cientos de niños asumen y adquieren unos valores firmes y honestos en base a la actividad deportiva.

Hace ciento cuarenta y cinco años que nacía el Club Mediterráneo en un pequeño embarcadero en la Cortina del Muelle. Poco después recibía el título de Real siendo el primer club al que se le concedía. Y hoy, cerca del sesquicentenario, podemos volver a concederle el título. El de real. Pero en minúsculas. Por ser de verdad. En su vida, sus valores y el desarrollo de su trabajo.

Por ser una institución que aporta solera a Málaga y de la que todos debemos estar orgullosos al ser bastión de la defensa del deporte y lugar independiente en una ciudad de franquicias impersonales.

Son un referente. Y eso en esta tierra suele ser difícil de encontrar.

El real Real Club Mediterráneo.

Viva Málaga.

 

 

 

Una respuesta a «El real Real Club Mediterráneo»

  1. El autor ha olvidado mencionar a La Sociedad Filarmónica de Málaga, que precisamente en este año cumple 150 años, y ha estado impartiendo conciertos ininterrumpidamente (el próximo será el 2.430) para la aficion musical malagueña de este siglo y medio.

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