El que mató a Caparrós

3 Dic

Qué torpeza más enorme la de todos nosotros al no ver en la placa de Caparrós lo mucho que ésta nos quiere decir.

Hoy se celebra el cuarenta aniversario del día en el que Andalucía se levantó para pedir su autonomía y contra ellos, en armas, se levantaron más de dos y de tres personas para dejar claro que, aún pasado el tiempo, seguía estando vigente para ellos la carta blanca a la hora de actuar contra los rojos malos.

En el número 5 de la Alameda de Colón, justo a los pies de un gran edificio propiedad de una familia de esas llamadas “buenas”, y junto a un quiosco de prensa, recibía un disparo Manuel José García Caparrós mientras participaba en los disturbios creados por la Policía Armada tras el intento de elevar una bandera en la Diputación.

En esa Alameda, tras la presión del personal que no iba a permitir que la Policía cargara contra ellos por manifestarse o simplemente que había marcado el fin de esa época en la que pegar era gratis, se lanzó contra los Policías con carreras, bloqueos y pedradas. Y fue tal la presión conseguida que, de la barrera puesta al principio de la Alameda de Colón se llegó hasta las palmeras del antiguo cuartel, frente a ese número 5 anteriormente mencionado.

Y ahí, ante esa masa de malagueños normales y corrientes que pusieron sobre la mesa su honor, hubo quienes decidieron sacar sus armas reglamentarias y disparar para asustar al gentío pues las pedradas ya llegaban a sus cabezas y las órdenes parecían ser de control y no de huida. ¿Y qué pasó? Pues que hubo quien disparó al aire –Las balas y los orificios de ellas aparecieron en innumerables edificios- y hubo quien decidió disparar de frente. A dar. Sin pensar en el aire. Y ahí estaba Manuel José, agachado junto al puesto de periódicos hasta que gritó que le habían disparado. Y una bala entró por su axila y salió por la parte más baja de su costado. Desde ahí. Desde el número cinco de la Alameda de Colón –no sabemos si con testigos presenciales desde ese edificio de esa familia tan “buena- salió Caparrós sostenido por diversas personas que lo fueron acompañando –y en algunos casos abandonando- hasta que lograban llevarlo hasta cerca del lugar en el que hoy se pone su chapa. Lo que antes se llamaba Avenida “Comandante Benítez” que era la continuación de la avenida “Víctimas del Marxismo”.

Y fue en ese punto en el que Manuel José fue metido en un coche que lo llevaría hasta el hospital y lo acompañaría hasta su muerte pues fue allí, en ese Symca blanco donde este muchacho dejó de vivir por culpa de un sinvergüenza.

La historia tiene mil versiones. Pero por suerte hay una. Solamente una. Que es la oficial. Que es la que resulta verdadera y que, aún estando gestionada por quienes muchos sabemos, nos dice la cantidad de verdad suficiente como para saber qué pasó.

Y eso está todo recogido en un libro que es, sin duda alguna, una obra de justicia para toda Andalucía y salida del trabajo de una Secretaria Judicial quien, echándole valor, se puso a investigar y a conseguir –de verdad- todos los documentos hasta conseguir el sumario y todo lo relacionado con las investigaciones llevadas a cabo para dilucidar el quién y el cómo de la muerte de este pobre hombre. Ella se llama Rosa Burgos y su trabajo ha sido editado por la revista El Observador. Unos rojos malos. Sí. Pero los únicos con ganas y valor para poner sobre la mesa la realidad de los hechos. Y ahí están a disposición de todos en Proteo. ¿Y qué sale? Pues lo que muchos ya sabíamos. Varias iniciales. Y en especial la de un Cabo Primero. Del que se borra su nombre en todos los documentos para dejarlo en sus iniciales y del que poco se sabe. Porque no hace falta. Porque no era nadie. Pero nadie mató a Caparrós y no pagó por ello en toda su vida hasta que dejara de vivir hace pocos años.

M.P.R. Así se llamaba este pastor que consiguió, sin querer, aunar a todas las ovejas blanquiverdes y hacer despertar del sopor de cuarenta años a un pueblo entero. Pobre desgraciado. De haber sabido lo que consiguió, seguramente hubiera disparado al aire como hicieron el resto de sus compañeros. Con la salvedad de que el resto solamente tuvo que dormir sabiendo que estaban encubriendo a un homicida. Y en su caso, tuvo que dormir sabiendo que se había cargado a un muchacho con esa pistola que tuvo que cargarse al momento por si había suerte y no lo localizaban.

Pobre de él, pues fueron sus mismos compañeros los que acabaron dándole caza pasiva con sus propias declaraciones. Y así quedó recogido. Y así ha quedado publicado por El Observador. Y así se ha sabido por muchos malagueños que nunca han querido decir quién era. O dónde vivía. Si aquí o en Vélez. Pero el resumen es que muchos lo saben pero nadie quiso hablar.

Pero hay una placa absurda en la esquina donde nada pasó. En un lugar en el que posiblemente ni estuvo detenido Manuel José. Y esa placa refleja todo lo necesario para entender por qué todo resulta una pantomima. Ponía “José Manuel” en vez de “Manuel José” que era el nombre del asesinado. Estaba llena de errores ortográficos y gramaticales. Y era una verdadera porquería que tuvo que costar dos duros. Pero no pasaba nada. Ríos de tinta corrieron sobre ella. Pintadas de los tontos que estaban en contra. Carteles de los tontos que lo usaban para favorecerse políticamente. Actos vacuos de todos los colores. Y desde hace dos días una nueva placa, más bonita y sin faltas pero en la que se indica que Manuel José fue asesinado. ¿Ah sí? ¿A Caparrós lo asesinaron? Yo diría que no. A Caparrós lo mataron. Fue un homicidio. Pero nadie iba a por él. Nadie quiso acabar con su vida aunque su final fuera la muerte. Pero de eso nadie se preocupa. Porque para muchos esta historia se ha resumido simplemente en un objeto de uso y disfrute para ganar votos con un final ridículo. Por eso provoca el sonrojo ver a tantas personas haciéndose los mártires frente a una placa llena de mentiras en un lugar en el que nada pasó.

Por eso esa placa está llena de mensajes. Uno de desidia por parte de todas las administraciones. Otro de sonrojo ante la impunidad que han tenido y tienen algunos que hicieron mucho daño a esta tierra. Y sobre todo un mensaje de auxilio de una tierra que vive de su propio carácter de lucha y entereza ante las pisadas en el cuello y que a día de hoy es capaz de perderlo si no se vuelve a despertar como lo hizo hace cuarenta años.

Si quieren pensar en la muerte de Caparrós vayan al número 5 de la Alameda de Colón. Si quieren saber de la muerte de Caparrós háganse con el libro de Rosa Burgos. Y si quieren hacer el ridículo de manera incoherente, afíliense al partido de los que dijeron “Andaluz, este no es tu referéndum” hace cuarenta años y salgan a la calle con ella para la foto por el cuatro de diciembre.

Por suerte, para quién quiera enterarse, todo queda escrito.

Viva Andalucía. La siempre libre. Por sí, para España y la Humanidad.

Una respuesta a «El que mató a Caparrós»

  1. Gonzalo, tengo un mal recuerdo de ese día, pero es anecdota
    Corríamos de la Policía y llegamos a la Plaza de Bailen, y reposando las carreras, llega un Land Rover de la Guardia Civil, se bajan 3 Guardia Civiles y a mi y a otros 2 amigos más, nos dan 2 Tortas a cada uno, es decir 2 guantazos, y lo peor es que me subo a casa y al contarlo a mi Padre, me da otros dos, por gamberros
    Ese día no se me olvida nunca y para colmo hago la Mili en Artillería y se celebra la festividad el día 4 de Diciembre, tiene tela.

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