La plaza del Alcalde

15 Feb
El Alcalde y Francisco de la Torre
El Alcalde y Francisco de la Torre

Cuando algo se pone de moda no hay forma de que desaparezca de todos los ámbitos. Aún recuerdo cuando a alguien se le ocurrieron los carteles esos de RED BÁSICA. Ochocientos millones de carteles por todos sitios. En las paredes. En el suelo. En las señales. Red básica oiga. Red básica por aquí. Red básica por allá. Non stop de red básica. “Mari, esa calle es red básica? No, Juan. Pues entonces por ahí no tiro yo”.

 La ciudad se regía por el nivel de la calzada. En las inmobiliarias se vendía más caro si tu bloque estaba frente a una red básica. Pero lo curioso de todo es que pocas veces nos explicaron qué significaba exactamente aquello. Y seguimos sin tenerlo claro. Pero se decía a boca llena: red básica. Y qué cosas. Salías de Málaga y desaparecía el asunto. No se veía nada de red básica en Sevilla o en Granada. Era algo de aquí. Se ve que éramos unos adelantados en redes básicas. O que simplemente no servía para nada.

Con la llegada del turismo y las chanclas, se estaba viendo que hacía falta un buen apellido para todo lo local. La paella estaba ya cogida, el sol era muy común y el golf no tenía mucha repercusión en según qué segmentos del turismo así que solamente quedaba algo que siempre funciona para vender y atraer sin dar mucha vergüenza y sin que parezcamos proxenetas de nuestra propia ciudad: la cultura.

Eso suena bien. Cultura. Arte. Conocimiento. Qué maravilla. Parece que las ciudades que menean mucho los asuntos culturales son hervideros de sabiduría. Invernaderos de ciudadanos formados que crean sociedades potentes, libres e independientes que avanzan hacia un mundo mejor.

Pues sí. Pero no. Al menos aquí. Solamente hay que ver la de gente que había ayer en torno a los reyes de España para darles la mano y hacerse una foto para darse cuenta de que no parece que Málaga se dirija hacia la panacea del raciocinio embarcándose en galimatías culturales temporales.

Yo diría más bien que estamos como esas familias arruinadas pero que mantienen la compostura porque han tenido una buena educación de sus padres. Poco a poco vamos cayendo pero se nos sigue manteniendo el pescuezo medio erguido.

El apellido cultura está puesto en cada rincón de la ciudad. Todo tiene algo cultural. Hasta el parking subterráneo de calle Salitre tiene una sala cultural. Aquí todo genera arte. Una cosa única en el mundo. Y ahora le ha tocado el turno a la plaza de toros de La Malagueta.

Y es que hace unos días el nuevo alcalde de la ciudad acompañado de Francisco de la Torre presentaron en unos cartones muy hermosos –dos cartones- cómo iba a quedar el edificio tras una remodelación de cuatro millones de euros.

En principio tiene poco sentido tocar mucho de La Malagueta salvo su mantenimiento y restauración. Las plazas de toros tienen los días contados para uso original y queda por ver qué sucederá en España con este tipo de redondeles y qué partida útil pueden tener.

Pero salió el apellido. Apareció la palabra mágica: cultura. Uso cultural. Espacio cultural. Y así hasta el infinito empalagoso del conocimiento. Pero sin más. Sin el fondo. Sin contenido. ¿Y qué salían detrás? Bares. Mesas. Gente sentada. Y al final todo resultaba ser un camelo extraño de esos que no se cree nadie que lea y vea. Y con eso juegan. Y de eso se aprovechan. De que a la gente le importa tres pepinos y solamente va al bulto.

Viendo con detenimiento los cartones, lo único que se saca en conclusión es que la plaza se va a arreglar, a pintar y esas cosas básicas. Y se va a habilitar una sala con sillas para conferencias y cosas culturales ¿? Y que por los pasillos se colocarán en las paredes obras de arte para cosas culturales ¿? ¿Algo más? Sí. Que habrá bares y o restaurantes. Que podrás tomarte algo fresquito mirando a los tendidos y viendo el ruedo. Que lo explotará un tercero y que al final no funcionará y acabará peleado con la Diputación por el dinero y esas cosas. Y todo aderezado con que es un edificio protegido, catalogado y esas cosillas.

Pero bueno. No pasa nada. Al final la cultura de la tapa es cultura al parecer y por lo tanto hay que amarla y respetarla.

El coso emblemático que sirve de puerta de entrada a las zonas nobles de la ciudad tiene que ir pensando en asumir su nuevo papel. Antes albergaba cultura. Pero está comenzando a caducar. Así que debe cambiar a lo nuevo. El new age de lo moderno. Unos cuadros en un pasillo. Una noche de jazz –que eso no le gusta a nadie- y tres cosillas más para que no parezca que van a alquilar La Malagueta a dos o tres dueños de bares.

Así está la cosa por la plaza del alcalde. Que no es lo mismo que la plaza de alcalde. Que esa ya está cogida. Y ahora solamente queda ver cómo sale del escenario el actor protagonista de películas pasadas para dar paso a quien ya se anuncia como papa sin haberse celebrado aún ni un mísero cónclave.

Pero parece ser que aunque cambien los actores, la película va a tener el mismo guión. Cultura de bar. Cultura de baratillo.

Espero que cambien pronto las señales de las calles y pongan RED BÁSICA DE LA CULTURA.

Y hoy acabo esta columna diciendo adiós a uno de mis grandes lectores. De esos que te leen, comentan y enriquecen estas páginas con sus anotaciones y agradecimientos. Ha muerto un amigo. Un buen malagueño. El padre de tres buenos compañeros de vida y un seguidor de mis escritos. Descansa en paz Juan Antonio en la ciudad que adoras y de la mejor manera posible que es con la esperanza de la Esperanza.

 Viva Málaga.

Una respuesta a «La plaza del Alcalde»

  1. En mi opinión, son muy acertados sus comentarios. Soy arquitecto y lamentablemente conozco bastante bien la trastienda de estos “sueños de un seductor”, así que me voy a permitir añadir algún interrogante a su artículo: ¿cuando se ha licitado la redacción del proyecto?, ¿cuales han sido los criterios de adjudicación?, ¿bajo que figura se ha cumplido la ley de contratación del sector público?, ¿existe asignación presupuestaria?…
    Aunque mucho me temo que todo esto no pasará del papel, conviene recordar que esos “cartones” que dice usted, se han pagado con dinero público, así que no estaría de más que el señor Bendodo diese alguna explicación, que no todo va a ser hacerse fotos con Tony Blair.
    Saludos y enhorabuena por su columna
    P.D.: Astoria 1 – Plaza de toros 1, ¡vaya lucha de gigantes! tendremos que esperar al partido de vuelta.

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