La Málaga de Pepe París

1 Feb
                                             Villa Calcetines

Ha muerto un personaje de la ciudad. José París. Joyero, hombre de solvencia personal y personaje del mundo de las Cofradías.

Con su pérdida, son muchas las personas que acuden a la cita de la palabra gratuita para transmitir su pesar por el fallecimiento del ilustre señor ya sea de verdad o de mentira figurona.

Bien es sabido que no hay nada que guste más a las masas que un pésame público y es igual de conocido que, una vez muerto, todas las personas se convierten en héroes.

Lo curioso de todo esto es que, quien conozca al finado en cuestión, podrá saber qué palabras poéticas son sinceras y cuáles mera chuminada del postura de turno.

Dicho esto, con la muerte de este señor –con el que he compartido palabras dos veces y si me veía por la calle ni me reconocía- se abre una brecha anteriormente creada entre las cofradías y la gente interesante.

Y es que Pepe París era de esas personas que paren las ciudades y que son conocidos por muchos gracias a su capacidad innata de transmitir categoría y personalidad sin el mayor de los esfuerzos.

Pero no es este artículo un obituario ni un homenaje escrito a la muerte de París. No. Es una reflexión al respecto de la tremenda carencia de personas destacadas en nuestra sociedad malacitana actualmente. Y una de las herramientas para darse cuenta de que se está produciendo esa carestía es observar cómo se van marchando los que hasta ahora daban caché a la ciudad.Y uno de ellos era Pepe.

Da igual que los apellidos fueran París o Pérez-Cea. No importa si se trata de Carrera o de Gómez Raggio. No tiene nombre propio pero sí que tiene figura.

¿Dónde están quedando en nuestra ciudad y en particular en las Cofradías las personalidades? ¿Dónde se están cultivando esos personajes del futuro que cuando hablan se crea el silencio? ¿Dónde el respeto y el nivel? ¿Dónde la cultura? ¿Quién es el Alfonso Canales de ahora y de mañana? ¿Quién sustituye a Francisco Piédrola?

Pues todo apunta a que no hay. A que la mediocridad es el picudo rojo que se está comiendo nuestras cofradías y el grueso de la sociedad local. Aquí ya todo es de plástico. De imitación. De herencias caducadas y de las rentas antiguas.

No pretendo que un señor de 2017 aparezca con el atuendo de Pérez-Cea. Pero sí con su categoría y nivel. No pretendo que nadie se forme como Pepe Atencia pero sí que exista su figura reencarnada en personas que hagan de fuerzas vivas de la ciudad. Enrique Navarro, Saborido o Paco Toledo son figuras de las que se sigue hablando aunque ya no estén en boga -que sí en vida algunos-. Espejos en los que se miran muchos aún siendo éstos ya de otras épocas más o menos contemporáneas.

Y da igual lo que digan. No importa el nivel de equivocación que pudieran tener sus palabras. Es indiferente si llevan razón o no en sus afirmaciones porque reportan algo más importante: personalidad.

Y es peligroso que nuestra ciudad y en particular las cofradías se conviertan en elementos vacuos porque de esa manera acabarán desapareciendo ante la voracidad de aquellos que, con razón en algunos casos, tienen el punto de mira de todo aquello que pueda no tener el sentido necesario para subsistir con el privilegio que sea.

¿Y de quién es la culpa? ¿Es genético? No. Es un fiel reflejo de lo que alcanza Málaga. Porque qué sentido tendría tener a personajes de categoría y rectitud en una ciudad que juega a diario con destruir cualquier tipo de memoria y sentido histórico.

¿Dónde va a estar el empresario local clásico si donde antes se encontraba su negocio ahora hay un muchacho vestido de muchacha despachando camisetas hechas en Taipéi. Es imposible que podamos arreglar el desaguisado. Ya estamos infectados con el virus de la medianía. La enfermedad del pusilánime. El de la mesa sin mantel y la servilleta de papel.

Y cuidado con las Cofradías. Porque eran ellas en muchos casos los fortines de esas grandes personalidades que pululaban por Málaga. Y proyectaban grandes cosas. Y sostenían lo insostenible con su impronta y un apretón de manos. Y eso ya no existe. Ahora todo es distinto. Peor. Sin valores, sin educación y sin formación.

Y sin este perfil especifico de ciudadanos se acabará pudriendo una institución propia de personas como Pepe París. De esas gentes con oficio y beneficio. Con carrera o sin ella. Pero con porvenir y con la luz pagada de tal manera que podían mirar siempre de frente al de abajo y al de arriba.

Es feo señalar. Mejor ir al bulto. Pero solamente hay que mirar los perfiles actuales de los que manejan el cotarro en las Hermandades, en el ayuntamiento y en el establishment general para darse cuenta de que la cosa está muy cortita.

Descanse en paz José París.

Dios nos salve de la clase media.

Viva Málaga.

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