Las Locas de Málaga

18 Jun

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Málaga no es ciudad de tópicos. Y eso realmente nunca sabremos si es bueno o malo. El hecho de explotar los tipismos te puede convertir en una ciudad genuina y con personalidad si se hace con cierta serenidad pero, si por el contrario apuestas por el machaqueo más profundo, acabas creando un entorno falso revestido de localismos que convierten una localidad en un parque temático.

Hay que mirar siempre el lado positivo de las cosas. Disfrutar de lo que uno tiene. No olvidar las raíces y vivir feliz. Te toca lo que te toca. Y si tu chiquillo es feo seguro que sale muy simpático.

Nuestra ciudad, aún así, no suele reconocer –ni conocer- los valiosos mimbres y las mil y una historias que hacen de ella un lugar único. Vivimos de Picasso, -que era igual de malagueño que Borís Yeltsin-, y tras él una serie de elementos de los que realmente no sabemos mucho. Y es ahí, en esos retales de la Málaga más concentrada en la que deberíamos sustentar el orgullo por nuestra ciudad.

Uno de esos pedazos de Málaga con grupo sanguíneo +VM –de verde y morado- lo encontramos en un dulce que además de bueno es bonito. Y además de bonito es alegre. Y además de alegre, lleva en sus historia la esencia propia de nuestra tierra. La reconversión. La creación desde la nada. El tesón de un pueblo trabajador que se levanta muy temprano para atender al forastero y que ha sabido mirar al frente con solera y entusiasmo antes que soportar el desprecio de aquellos de fuera que piensan que somos unos flojos: Andalucía.

Las locas de Málaga. El nombre ya apunta maneras. Y no hablamos de un bar de la Nogalera ni del extinto Sanatorio de San José. Nos referimos al dulce genuino de la Costa del Sol.

Este pastel, sencillo y bueno, viene de la mano de una de las grandes familias de confiteros de Málaga. Tejeros.

En los tiempos de las hambres –es curioso que se hable de esa época en pasado cuando a día de hoy más de uno traga chispas para comer caliente- , una mujer trabajadora y valiente llamada Ángeles, decidió convertir la sencilla cocina de su casa en la pedanía Camino de los almendrales en un pequeño obrador en el que, con harina de estraperlo elaborada bollos y freía rosquillas y borrachuelos para posteriormente venderlas en las lecherías y en los antiguos despachos de pan que había en los barrios clásicos de Málaga.

José Ruiz, un niño, acompañaba a su madre en estos menesteres y con los años fue aprendiendo el oficio más puro que jamás en la vida puede existir que es aquél que te enseñan tus padres.

Pasa el tiempo y gracias al esfuerzo y dedicación de la gente trabajadora, lo que al principio comenzó como un salvavidas acaba siendo un obrador reconocido. En la Victoria y Capuchinos comienza a oler muy bien y de los hornos de leña y los peroles salen torrijas, bizcochos y pestiños dando dulzura a cambio de muy poco a la gente más sencilla –que por aquella época era la mayoría-.

Aparece en escena Eduardo Rubio, jugador del Club Deportivo Málaga, que tiene la suerte de conocer “Mari Tejeros y Pepe Ruiz” con la que consigue crear las sinergias suficientes para cumplir un objetivo principal: elevar el nivel y la calidad de los dulces que los malagueños degustaban.

Eran años complicados y –aunque haga poco tiempo de aquello- no hace muchas décadas, en Málaga se padecía una de las pobrezas más dolorosas que existen y es aquella que afecta a la clase media. Si ahora no te va mal, puedes ir tirando con soltura y tener un refugio para ser medianamente feliz. Hace unos años, en Málaga, si no te iba mal la cosa, era señal de que podías comer, dormir y vivir en condiciones dignas.

Por aquellos tiempos, los dulces a los que accedían la mayoría de los malagueños era básicos y puede que algo bastos. Nada que ver con la actualidad y es que la pastelería fina era del todo inaccesible para la mayoría. Un buen dulce era un lujo exclusivo para las clases acomodadas mientras que la gente sencilla se conformaba con tortas y pastas secas que tenían en una almendra tostada por encima el toque de distinción.

Ante esta circunstancia, se crea un pastel distinto que hace que cambie por completo la visión de los dulces para los malagueños. Dos discos de hojaldre, una crema pastelera y un glaseado naranja por encima coronado con media guinda son los elementos con los que se crea la torta loca. Todo sencillo. Todo barato. Incluido el glaseado que, aunque parezca lo contrario, no era yema de huevo sino un glaseado de azúcar que resultaba mucho más barato. Casualidades de la vida, esa yema que no era yema provenía de Cataluña –dónde si no-.

Llega la frescura a finales de los años setenta a Málaga. Se tapan con mármol las calamidades y respira un pueblo que, aún con el futuro turbio, consigue ver los colores más vivos en un proyecto común.

Este dulce triunfa. Los padres llegan a su casa con un papelón con tortas locas. Fresquitas y cremosas y los niños dan palmas con las orejas. Han pasado de una torta más seca que el ojo de un peluche a un dulce con crema y el color más llamativo del mundo. Pero faltaba la denominació. Y llegó una canción que causó sensación: “A lo loco se vive mejor“. Y de ahí el nombre de esta institución culinaria malacitana.

El matrimonio de trabajadores honrados consigue con el tiempo aglutinar a buen grupo de pasteleros jóvenes a los que forman para convertirse en profesionales de primer nivel y es en la victoriana calle Tejeros –qué casualidad- en la que desarrollan gran parte del proyecto que hoy es el Obrador de Confitería Tejeros. Llegan nuevos productos. Llegan materias primas de toda Europa. Y comienzan a salir nuevos dulces a las calles de Málaga.

Con el nuevo milenio Tejeros necesita ampliar sus instalaciones pero cuenta con una premisa innegociable: Del barrio de la Victoria no se sale.

Y así fue. Y así es. Fuente Olletas se convierte en el World Trade Center de las Tortas Locas.

Esa es la historia de este dulce genuino que traspasa fronteras. Que se envía a medio mundo para regalar Málaga a aquellos que llevan su ciudad más allá del golpe de pecho y el ataque al de fuera.

Es la historia propia de nuestra ciudad calcada paso a paso. Es trabajar la tierra más seca hasta convertir lo yermo en fértil. Y es, qué duda cabe, el ejemplo vivo de que hay muchas formas de hacer Málaga.

Yo me quedo con ellos. Con los trabajadores que defienden y crecen con el lenguaje universal de agachar la espalda y echarse al hombro los kilos necesarios para salir adelante.

Tejeros es Málaga. Y sus locas somos todos. El dulce que también sabe a manolitas en un chiringuito de la Misericordia. O a pinchitos de Judi en el parque. O a un Florestel. O a un 28 de diciembre en los montes. Sabe a tropiezos y despertares.

Tejeros. Una empresa moderna que crece a diario y que ya es referente en Andalucía. En ellos está la clave. En la mirada progresiva. Y es que no hay mejor manera de ser malagueño que siendo capaz de ver las vanguardias sin perder de vista a San Lázaro y su Virgen del Rocío.

Viva Málaga.

8 respuestas a «Las Locas de Málaga»

  1. Que recuerdos yo que vivo fuera de Málaga son estas pequeñas cosas las que se echan de menos quien pillara una.estas son las tradiciones de Málaga que no se pueden perder. Bravo

  2. Cafeteria del conservatorio(El lejio), por favor mita y una loca. Marchando mita y pertubada. Todas las tardes y hace … no se.
    Viva Málaga

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