El machisto

1 Jun

Si hay algo peor que un machista, de lo que no se duda hoy día, ése es el machisto.

El machisto abomina de la palabra machista, porque termina en a y se le puede aplicar tanto a hombres como a mujeres.

–Hay que reivindicar un palabro, que sea exclusivo para el hombre y debe terminar en o. Si no, esto va a ser el chichi de la Bernarda- proclama el machisto.

Pues el reporterismo es un oficio intrépido, nos hemos dirigido a casa del machisto para hacerle una entrevista, acompañándonos de una pinza que nos ponemos en la nariz, ya que la morada huele a calcetines sudados, restos de latas de conservas, sobaquina y sábanas sin ventilar, que es el olor, dice, que conviene a toda casa de macho machisto.

Tarda el hombre en comparecer en el salón, pues considera que no está lo suficientemente desaliñado, así que se toma un tiempo para desasearse y apercodirse, hasta que, por fin, aparece triunfal, con la cabellera revuelta y grasienta y sin camiseta a objeto de que veamos que es un hombre de pelo en pecho.

–El hombre y el oso, cuanto más feo, más hermoso- dice- y toma asiento en un sillón sobre un fardo de ejemplares del As y el Marca, mientras se afila los dientes con una lima.

–¿Qué quiere usted?

–Vengo a hacerle una entrevista.

–De eso nada, en todo caso quiero que me hagan un entrevisto y que me lo haga un periodisto. Usted es mujer y no pinta nada en esto. Como yo siempre digo, la mujer y la sardina a la cocina.

–¿Es usted sexista?

–Soy sexisto, pero la lengua no me deja. La lengua, por ser de género femenino, es discriminatoria porque termina casi todas las palabras en a. Es un trauma que tengo desde la infancia y con la edad no mejora, porque todas las edades terminan su nombre en a o llevan el artículo la; la adolescencia, la juventud, la madurez, la vejez…

–Me hago cargo. Eso es para usted un drama, una tragedia…

–Ay, no siga, no, que no me llega la camisa al cuerpo.

–Pero si usted no lleva camisa…

–Ni camisa, ni camiseta, ni pijama, ni nada que termine en a. Así somos los hombres de principios.

–Tampoco lleva colonia -observo, ajustándome más la pinza en la nariz – ¿pero no cree que la femineidad de la lengua es un accidente histórico? Piense que muchas palabras que terminan en a proceden de la lengua griega.

–Ya lo creo- dice consternado- es una vergüenza que Grecia sea la cuna de la civilización occidental, por lo qué sé, aquellos griegos clásicos no eran muy hombres; Sócrates, Platón, etc…

El origen de este pueblo, además, viene todo con a. Sus epopeyas, que se llaman “Ilíada” y “Odisea”, dan mal ejemplo a las generaciones. Figúrese que todas aquellas tropelías que narran, se deben a que un calzonazos, Menelao, dejó que le pusiera los cuernos su esposa Helena. No hay ni un héroe griego, que no estuviese dominado por una mujer. Aquiles por Briseida, Agamenón por Clitemnestra que lo mató al regresar de la guerra y Ulises por todas las pelandruscas que lo sedujeron sin dejarle llegar a Ítaca, que ésa es otra, todo lo hacía para volver con su esposa, Penélope.

–Tal vez debería fundar un partido político para difundir sus ideas.

–¿La política? Está mal como sustantivo y peor como adjetivo, pues ¿hay algo peor que tener una madre política o una hermana política? Suegras y cuñadas ¿no es eso la mayor desgracia que pueda depararte la vida? Ya lo dice el dicho, “Suegra, piso y aparcar; difícil de solucionar”.

–Recurre usted mucho a las sentencias.

–Llámelo aforismos, por favor, no me dé el día y, perdone, por lo de día, pero es que el sinónimo es jornada, también en a.

¿Me decía? Ah, sí, ¿La política? No, no me interesa, en la política hay muchas as. Eres de izquierdas o de derechas y todos los tipos de gobierno son en plan a; República, Democracia, Dictadura, Monarquía, Anarquía…

–Tendrá que estudiar el tema.

–Diga asunto, por favor, ¿qué le hecho yo?.

–De acuerdo, pongamos que tiene que estudiar el asunto.

–No, tampoco he podido estudiar. Las ciencias y las letras tienen nombres femeninos; Medicina, Arquitectura, Ingeniería, Filosofía y se estudian en la Universidad…O sea, me niego.

–¿Y cuál ha sido su oficio?

–Ah, eso está mejor.

–Ha dicho Ah.

–Se me habrá escapado.

–No se preocupe, pondré Oh.

–Soy un hombre hundido, ponga usted lo que ponga, después de toda una vida que no puedo llamar vido, figuro para la sociedad como pensionista y mi hijo me llama papá.

–¿Y los demás? ¿Cómo lo llaman?

–José María, figúrese usted.

–Me hago cargo. ¿Qué perfil prefiere para que le haga una foto?

–El que sea. No va a poder evitar que toda mi cara tenga nombre femenino; las orejas, las cejas, las pestañas, la nariz, la boca…

–¿Pero los ojos?

–Tengo gafas.

–¿Pero los cabellos?

–Tengo calva.

–Vaya, por Dios, qué contrariedad.

–Mejor, diga contratiempo.

–Lo siento en el alma.

–Diga mejor, corazón.

Le propongo al machisto ir a tomar una cerveza, a ver si se despeja un poco.

–Mejor un vino- dice.

–¿Prefiere el vino a la cerveza?

–No, me gusta más la cerveza, pero el vino acaba en o. Hay que ser consecuente;

“el vino en bota y la mujer en pelota”.

–Cuide usted lo que dice, machisto, puedo denunciarlo por acoso sexual.

–Eso me preocupa- admite abatido- si yo a usted la violo, no pasa nada- ya sabe cómo está la justicia- pero si me denuncia por acoso sexual…

–Denuncia termina en a.

–Ah, me lo temía.