No tenemos abuela

28 Sep

Creo yo que las personas que comen mal se vuelven malas personas. Y que abuela9la violencia física y psíquica que se propaga en nuestra sociedad actual tiene mucho que ver con la comida rápida y el exceso de colesterol y triglicéridos -un triglicérido como su inquietante nombre indica no puede traer nada bueno-. A la criatura humana no sólo la vuelve salvaje la ignorancia, como dijeron Aristóteles y Rousseau, sino también los menús del día y las sopas de sobre. Las pastillas de avecrem nos sacan los malos humores y nos suben la bilirrubina. Ya no tenemos abuela que nos dulcifique cuerpo y ánimo con sus amorosos guisos de muchas horas de cocción. Ahora se han puesto en huelga y prefieren emplear su tiempo en conferencias, clases de salsa, exposiciones o apuntarse a los viajes del Imserso antes que aplicarse a la esclavitud de los fogones. La emancipación de la abuela ha sido otro mal de nuestro tiempo, promocionado en parte por las políticas sociales y, todo hay que decirlo, los programas de Juan Imedio que nos las puso a ligar como locas. Cuando aquel hombre entró en acción perdimos la seguridad en la abuela viuda que al menos te garantizaba la paella del domingo, ahora en cualquier momento se echan novio y le dan por saco al luto y a los parientes que andan mendigándole la comida casera. Con las nuevas corrientes, las abuelas han aprendido el arte del buen vivir y las malas artes del engaño. Vean, si no, cómo la abuela Tarradellas hace como que amasa en su masía y, a la primera de cambio, cuando te das la vuelta, mete la pizza pre-cocinada en el microondas y santas pascuas. Desengáñense, ni las croquetas congeladas, ni el caldo de tetra-brick lo hacen abuela alguna, por más que lo diga el sobre, sino unas máquinas sin sensibilidad familiar que lo mismo mezclan la bechamel que el cemento. Y, claro está, a fuerza de comer croquetas de cemento, se nos pone el corazón de hormigón y nos da por agredir al colindante. Que exagero, nada de eso, Una de esas relajantes películas sobre asesinos en serie, tan adecuadas para conciliar el sueño como habituales en la programación televisiva nocturna nos informa de los peligros que acechan al ánimo del personal humano cuando no lleva una dieta saludable. Normalmente, el susodicho psicópata en plena orfandad de abuela vive, sucio de habitáculo e intenciones, en un sótano cochambroso sin asomo de una miserable hornilla. Se alimenta de televisión y comida basura, lo cual le acarrea, como es lógico, una mala leche del copón. Allí no hay quien viva, así pues, decide darse un garbeo y, se dice, mejor salgo por ahí, a ver si mato a alguien, que es lo que se le puede ocurrir a uno cuando engulle un whopper doble con patatas fritas congeladas o como quiera que se llame esa infame porquería. El psicópata a lo mejor no nace, sino que se hace a base de comer guarradas y vivir en sótanos tan poco ventilados. Son unas pobres víctimas de la bazofia de bote y el congelado. Como todos nosotros, pero a lo bestia. El congelado es una desgracia de nuestro tiempo que requiere de estudios sociológicos. Yo ya tengo pensados, por lo menos, tres, ´Congelados y familias desestructuradas´, ´Los congelados y la soledad era esto´ y, por supuesto, ´Congelados y asesinos en serie´. La vida precipitada de hoy en día nos impele al congelado y, como consecuencia, a los malos instintos. Conclusión, hay que mandar a tomar por saco a la vida de hoy en día y volver a ser buenas personas. El congelado no nos conviene, aunque sea de confección propia. Una persona de mentalidad pragmática y organizada, de esas que tanto admiro y envidio, desde nuestro insalvable abismo de mutuos caracteres, me ha contado de lo bien que le va llenando la nevera de tuperweares con comida previamente cocinada para toda la semana. Lo he probado y, créanme, no funciona. Las lentejas en un tuper, pasados unos días, se convierten en una inmunda pasta marrón que mi alma de esteta rechaza y termina tirando a la basura para comer, en su defecto, un bocata. De lo que haya, si es que hay algo.
En estas reflexiones me encontraba, cuando leí el recetario de ´Falsarius´, un cocinero apócrifo que hace apología y muchas trampas con latas y congelados, a los cuales les saca un gran arte. No me convence, pero me río un buen rato con sus simpáticos ardides y su receta del solomillo al horno con el consiguiente final feliz, “si estás solo en la vida, te encuentras de enhorabuena, ahora ya seréis dos, tu solomillo y tú. Puedes llevarlo al cine o quedarte con él en casa viendo la televisión. Frío de la nevera, podrás cortar unas lonchas y hacerte una magnífica tapa, pero perderás un amigo. Tú decides”. Bravo por el humor de Falsarius, pero sigo abogando por la comida recién hecha y, a ser posible, por la abuela. Acabo de llamar a la mía y sale de nuevo el contestador. Hoy no es mi día.

Artículo finalista en el premio Nacional de Periodismo, “Francisco Valdés”, 2009.

3 respuestas a «No tenemos abuela»

  1. Lola, muchísimas felicidades, estoy estupefacta con la noticia, menudo premio, ser finalista en un concurso que hasta ha participado y ganado el premio Cervantes Rafael Sánchez Ferlosio. Pero lo más importante es que eres una gran columnista

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