La precipitación de unos dormitorios colectivos

22 Jul

Sobre la calle Velarde, en terrenos de la Diputación y a gran altura, asoman enormes nidos de cotorras argentinas construidos sobre un grupo de pinos. Confiemos en que no funcione la ley de la gravedad.

Como muchos saben, las meteduras de pata en las ruedas de prensa pueden dar lugar al enriquecimiente de nuestro vocabulario. Alguna vez hemos comentado que Felipe González es el creador de la expresión «la gota malaya», desconocida en Malasia, un país que en la antigüedad empleaba como método de tortura «la bota malaya» que, la verdad, podía llegar a apretar bastante.

Pero sin duda, el caso más famoso tuvo lugar durante una aturullada rueda de prensa en 1992. La protagonizó el entrenador y lexicógrafo español Luis Aragonés, quien confundió la expresión «hacer la peseta», que acababa de dedicar a un árbitro, con «hacer la peineta».

La prensa deportiva tomó al pie de la letra el gazapo y lo popularizó, aunque si lo ponemos en práctica, para «hacer la peineta» harían falta un mínimo de tres dedos en lugar de uno.

El firmante se acuerda de este popular gesto hispano, heredado de la Antigüedad clásica, cuando rememora el chiste del loro y el tuerto, aunque, para ser precisos, el animalito, ya congelado, le dedica un último gesto de cuernos a su dueño, al tiempo que se tapa un ojo.

Lo que sí es cierto es que la pléyade de cotorras argentinas que copa los cielos de la calle Velarde nos dedica de forma metafórica una ingente variedad de gestos con las alas, la peseta incluida, al tiempo que cotorrea feliz, protegida por la pasividad administrativa.
Cualquiera que pasee por esa calle, con los terrenos del entorno del Hospital Civil a un lado y el antiguo convento de la Trinidad al otro, notará un estruendo ensordecedor: el que exhibe una de las mayores colonias de loritos de Málaga.

Si todo se quedara en la llamativa aglomeración de una especie invasora y en los decibelios que reparten los animalitos, quizás algún lector podía tildar al que esto escribe de exagerado. Pero basta con mirar al cielo y veremos que, como se temen los galos de Astérix, el cielo está a punto de desplomarse sobre nuestras cabezas en forma de tolondrones: los inmensos nidos que han construido en las alturas, sobre ramas de los pinos, a bastantes metros sobre el suelo.

Al tratarse de pájaros gregarios que duermen en nidos colectivos, los artefactos son inmensos, de muchos kilos de peso. Como nadie se preocupa por retirarlos, crecen en esplendor y grosor.

Nuestros cargos públicos, muchos de los cuales entran y salen en coche oficial de estos terrenos, donde también se encuentra La Noria de la Diputación, quizás no se han percatado de que en calle Velarde, al pie de los pinos atestados de nidos, hay una amplia zona de aparcamiento. ¿Qué ocurrirá si uno de estos dormitorios colectivos se precipita al suelo cuando pase alguien? Nos acordaremos de la madre que trajo al ente supramunicipal.

Para evitar tan penosa escena y tanta peseta cotorril, sólo hay que tomar medidas preventivas.

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