Casi una película: Resplandor en la niebla

27 Jun

Homer, no confundir con el padre sandio de los Simpson, es el protagonista de una entrañable y a ratos divertida novela del norteamericano Doctorow y como su tocayo Homero, es ciego. Pero su ceguera es progresiva, por eso, al saber que terminará con la misma destreza óptica que Pepe Leches, acude a diario al Central Park de Nueva York para constatar cómo una creciente neblina le va borrando del paisaje los lejanos edificios y los árboles, hasta que al final le invade esa sensación de estar en una noche cerrada.

Ayer, miles de malagueños se sintieron como este Homer neoyorquino o como ese personajillo de la película de Woody Allen, Sombras y niebla, llamado Max Kleinman, al que levantan a las tantas de la madrugada para hacer batidas en mitad de la noche en busca de un espécimen delictivo. Ya saben de qué va el cuento. La del 23 de junio fue una de las noches más extrañas de San Juan y al mismo tiempo, más especiales e inolvidables.

Envuelta en una bruma céltica, la noche de los júas recuperó una magia que años atrás había sido secuestrada por actos vandálicos y escenas de chusmerío beodo. Ignoro si se reprodujeron en la misma cantidad estas escenas, el caso es que fue imposible verlas en toda su mugre.

En La Misericordia, por ejemplo, las nuevas plantaciones de pinos a la orilla de la carretera, en unos túmulos que recuerdan a las dunas, conferían al paisaje una apariencia de aldea rociera fantasma, con bañistas en un gigantesco río Quema, en lugar de romeros.

La estampa más tranquila y más mágica se la llevó, a juicio de este cronista, Guadalmar. Pasear una noche de niebla por una calle dedicada a Moby Dick no me digan que no tiene encanto marinero.

Y uno no se va a poner poético. En algunas zonas de la playa flotaba un tufillo mixto a filetes muy hechos, porros y algo de esencia de mar. A las doce, la multitud, siguiendo un rito borroso, metió los pies en el agua tanteando el inseguro horizonte, mientras las hogueras (este año menos que otros años por la advertencia municipal) despedían un halo anaranjado. Unos júas envueltos en vapor de agua que por su maravillosa novedad serán difíciles de olvidar.

Las teselitas

El responsable de las obras de rehabilitación del palacio de Villalón (el actual Museo Thyssen), José María Gómez Aracil, ha hecho llegar al autor de estas líneas tres teselitas de las que enmascaraban el precioso edificio de la calle Compañía cuando tenía un destino comercial. Estas teselas, con el mismo acabado que los cuartos de baño de los años 70, simbolizan el punto más elevado de la arquitectura merdellona malagueña y al mismo tiempo, el punto más bajo de aprecio por el Patrimonio local.

Por todo ello, ocuparán un lugar muy apreciado en el corazón del firmante. Si algún día nuestro Ayuntamiento se atreve con una macroexposición con el esclarecedor título de 100 años de Urbanismo cutre autóctono, ya sabe donde encontrar estas piezas de cine de terror.

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