Más de cuatro piojos en la Sillita de la Reina

29 Oct

 

Dice la letra infantil que la Sillita de la Reina, «que nunca se peina, un buen día se peinó y cuatro piojos se sacó».
En los años 70, el Ayuntamiento de Málaga, en un ejercicio casi profético, decidió dedicar una calle con este nombre al lateral de la barriada de Dos Hermanas que entonces lindaba con los horrendos depósitos de Repsol. 
¿Era un homenaje a un accidente geográfico malagueño o la previsión de que algún día la Sillita de la Reina bulliría de piojos?
En la actualidad no hay reina que ose sentar sus posaderas en esta calle, ni siquiera Isabel II, que fue la más rumbosa de todas. Siguiendo con las metáforas, la sillita supera en roña a la famosa chaqueta de Kung Fu, objeto de numerosas comparaciones humorísticas. 
Pero la cosa no está para tomarla a broma sino para llamar a la brigada contra las enfermedades infecciosas. El firmante les asegura que el adjetivo «dantesco», del que tanto se abusa, no es exagerado cuando hablamos de esta calle que tiene un problema administrativo de lentísima solución. 
Ahora mismo, una delegación del vertedero de Los Ruices ha ido creciendo en los antiguos terrenos de Repsol, donde en un futuro impreciso se levantarán esos rascacielos mal emplazados que dejarán sin sol, sus buenas horas, a la barriada de Dos Hermanas. 
Avaricias políticas aparte, los propietarios de estos terrenos tienen un grave problema que soportan los vecinos del barrio: una enorme montaña de basura, en la que conviven muebles viejos, restos de comida, colchones, televisores despanzurrados y sobre todo, muchas moscas, varios perros muertos, avispas y mosquitos. 
El autor de estas líneas se paseó por este vertedero tan boyante en compañía de dos jóvenes uno de los cuales aseguró que el mal olor y el mosquerío eran tan intensos, que había tenido que pegar fuego al enjambre de desechos. Así que, como vemos, el riesgo de que el basurero se descontrole ya está ahí. 
Ayer, menos mal, el Ayuntamiento acabó con un peligro que se sumaba al cerro de inmundicias. Se trata de la antigua rampa de acceso al puente que cruzaba las vías y que una vez retirado este, terminaba en un desnivel de un par de metros. Abajo se encontraban varios hierros enhiestos, esperando a cualquier despistado. Los vecinos cuentan que hace unos días, un hombre se hirió al caer desde la rampa.  
Felizmente, ayer el Ayuntamiento estaba acabando con esta obra y de paso, se llevaba el puente, que estaba siendo desmontado por los chatarreros. Su deber ahora es obligar a los propietarios de los terrenos a limpiar toda la porquería y en caso de que haya remoloneo, actuar de forma subsidiaria para suprimir este foco de algo más que cuatro piojos. 
A por el libro
Más de un lector se ha dirigido esta semana a las librerías del Centro en busca de una novela que todavía no ha salido al mercado, aunque esté a punto de hacerlo: la última de Vargas Llosa.
La concesión del Nobel al peruano ha despertado el entusiasmo en ese sector de lectores hartos de que el prestigioso premio sueco lo recibieran escritores malditos y minoritarios. 

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