De Borbones y borbotones

24 Abr

Mis relaciones en el mundo Facebook están formadas por amigos, conocidos, amigos de mis amigos, desconocidos que alguien conocerá y algunos militantes (¿dirigentes?) políticos que han aparecido por allí… Alguna vez le he reprochado a un amigo que se quejara de sus relaciones en ‘Fesibú’ porque de algún modo él los había ‘elegido’. Ahora sospecho que él tenía razón, porque a esos centenares de contactos los elegí tan poco (o con tan poco tino) como la gente vota a los candidatos de cualquier partido.

Entre ese variopinto público hay, felizmente, de todo, pero son mayoría (cada uno lleva su cruz) distintas especies de rojillos muy imbuidos de un supuesto espíritu revolucionario. Y esto no solamente se les nota en las consignas repetitivas contra el PP, sino, sobre todo, por dos fobias extraordinariamente marcadas… tanto que por lo menos el 90% se obsesiona con ellas: la Iglesia y la Monarquía.

Con la iglesia pasa como ocurría hace algunas décadas con el Partido Comunista (por supuesto históricamente es al revés: con los del PC pasó lo mismo que antes con los de la Iglesia): que meterse dentro es condicionarse la vida entera, sea para defender como para atacar. Los miembros del Partido Comunista, como los del Opus Dei y otras sectas apuntadas a la gran secta romana, viven totalmente condicionados por su ‘activismo’; y si rompen con su secta, siguen viviendo atados a ella y se apuntan –como antes a ensalzarla- a la crítica perpetua. Es como si un drogadicto, para ‘salir’ de la droga, tuviera que vivir dentro de una clínica de desintoxicación el resto de sus días. Una especie francamente muy parecida a la ‘anticristiana’ está ahora en auge: la antimonárquica.

Claro que en este caso hay otras connotaciones. A los feroces republicanos que procuran socavar los cimientos, no demasiado firmes, de la Casa Reinante (o de la estirpe Borbónica) se les podría preguntar, de partida, si han meditado por un momento la posibilidad de despertarse una mañana y encontrarse una nueva República…. Si se les ha ocurrido, aunque sea como pura política-ficción, podrían dar un paso más: ante una situación así, probablemente el movimiento 15M y una gran cantidad de ciudadanos verían pincharse la burbuja de la movilización contra el Sistema. Dicho de otra manera: disolver la Monarquía no alteraría el carácter explotador y destructivo del ser humano que está en la entraña misma del sistema en que vivimos (se lo puede llamar capitalismo o simplemente mafia adueñada del poder que amenaza con exterminar a la especie humana y a su planeta); tampoco alteraría la gran crisis/estafa que estamos padeciendo desde hace casi 5 años. ¿Serviría, pues, en algún  sentido, para mejorar la situación del pueblo?  Lo probable es que no cambie nada esencial.

Somos tan demagogos como los políticos a los que tanto criticamos cuando nos parapetamos detrás del gigantesco y bondadoso elefante para arrojar toda clase de dardos contra ese señor, nacido en Roma y casado con una griega, que fue quien –según cuenta la leyenda- disparó y mató a un paquidermo en Botswana. En medio de nuestra santa causa anti taurina nos ha sorprendido una cruzada a favor de los buenazos de los elefantes. ¡Elefantes envueltos en la bandera tricolor! Nadie quiso recordar la época en que fueron convertidos en animales ‘de pelea’ por Anibal. Fue un traspié elefantiásico.

Un solo punto a favor se apuntó en todo este episodio el Rey Juan Carlos I: se bajó de su orgullo borbónico y pidió perdón… hizo esfuerzos para no poner cara de niño ejemplar cuando prometió: “no lo voy a hacer más”. Pero más que matar a un elefante, se le puso en la picota por una cuestión tanto o más ‘moral’ que esa: ¿tiene realmente –realmente, de la Casa Real- relaciones extramaritales o son simples devaneos de conquistador empedernido? Puede parecer lo más importante pero a nuestro juicio no lo es.

Es más: a nuestro juicio nada de lo que le ocurre al Rey es tan importante como el más mínimo de los episodios de esta crisis/estafa que está hundiendo a España con nosotros dentro. Nuestra gran desgracia no son los borbones sino que aquel relativo bienestar se nos está escapando a borbotones…

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