Un plato de callos

13 Ago

Yo creo que la feria de Málaga se instituyó para tener un motivo fehaciente que nos permitiera pedir un plato de callos en pleno mes de agosto. Eso sí, a nuestro modo. Madrid será la capital, pero ni playa, ni callos con sus garbanzos, morcilla, chorizo y surtido de especias. Un plato de callos sin garbanzos enuncia un vacío en la vida que ni nos permite mojar un poquito de pan como última compasión. Los callos son comida canalla, por más que me parezcan uno de mis pequeños paraísos temporales donde no hallo más serpiente que algún huesecillo por descuido de cocina. Una ración de callos exige su barra y su cerveza. En ocasiones ruega hasta esa íntima soledad sonora que perseguían los místicos. La posible mesa con mantelito de papel y copa de vino rompe la liturgia ortodoxa que tal plato reclama como metáfora de la existencia, pero no de su concepción abstracta, sino de esa que duele y te mira desde el espejo pocas horas después de haberte dado las buenas noches, según le pille el ánimo. El coche te ha dejado tirado en la nada, sin batería en el móvil, justo cuando te peleaste con tu pareja; nada más puedas, un plato de callos. Cuando uno llega al mundo, o mejor cuando uno se hace consciente de qué va esto más o menos, así con pronombre neutro, cree que la subsistencia se compone de piezas de carne completas. Nada ostentoso. Un trabajo que te permitirá realizarte y contraer deudas; alguien con quien te vayas a vivir porque la, o lo, consideras luminaria de tus deseos y aspiraciones; la reproducción de tu ADN en forma de hijos que perpetúen la ilusión por contemplar el paisaje que dibuje cada jornada tan cubierta de confetti y purpurina. No digo que no exista quien disfrute de tal vida; por supuesto que sí. Alguien aparecerá en sus mentes con esos dones, incluso con nurses, servicio doméstico y sábanas planchadas para hacer aún más llevadero su particular valle de Teletubbies.

Hay otos mundos, pero están en este, dijo Paul Éluard, rememorando a Leibniz. Entonces, si esto fuese cierto ¿por qué no me encuentro ya empadronado en ese donde me toca una pechá de millones a la lotería? Incluso surgen cuestiones más elementales con las que hay que lidiar a cada hora, tal y como uno pelea contra el final de mes armado con una nómina siempre corta y endeble para esos golpes. Cada quien encuentra sobre la almohada sus propias diatribas entre la realidad que lo mortifica y el deseo que lo reconcome. La voz de Jaime Gil de Biedma decía que soñaba irse entre aplausos, hasta que la verdad se impuso; envejecer, morir, son el único argumento de esta obra a la que llamamos vida, y que uno viene a llevarse por delante con hechuras toreras. Los callos necesitan valentía y condensan una sapiencia elemental en una sola olla. Lo que en apariencia se trata de desechos del cerdo o de la vaca, bien limpios, adobados, cocidos y acompañados por la humildad del garbanzo y el trampantojo de las especias, junto con esos viejos ayudantes llamados, morcilla y chorizo, no sólo te permiten que encares el momento con la satisfacción y las fuerzas que faltaron en medio de la farra o del tanatorio, sino que bien observados, mientras uno moja su pan se ahorra el gabinete de psicología. Los callos revelan un camino. Una señora mayor se lamentaba de que tenía que salir al “descenario” de la vida todos los días con el mismo cuerpo. Y no hay más. Si retorcemos el razonamiento igual hasta descubrimos la fórmula que nos permita nadar y guardar la ropa. Hay que saber disfrutar los trozos mientras se aguarda ese chuletón que quizás no llegue. Frente a príncipes azules o princesas etéreas, no están mal los revolcones por momentos, como lucha militante contra el destino y su desatino. Ya que para el llanto y la pena no se receta antídoto, un plato de callos del día, de esos minutos concedidos en que uno se sintió, si no el amo del mundo, tampoco el vasallo; cerveza, una barra y, quizás, quien esté al lado nos alegre la tarde-noche. Rogar otro menú denota falta de prudencia. Un plato de callos, a la malagueña, con garbanzos, que calienten estas tablas de comedieta o tragicomedia, que aún no sé muy bien de qué va esto.

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