El atasco del PTA

27 Nov

Se cumplen 25 años de la apertura del PTA malagueño. Una reserva de territorio urbano como apuesta para que marcas de nuevas tecnologías, además de en nuestro aeropuerto tan dinámico, dispusieran de facilidades para aterrizar en nuestra provincia con un dinero que fuese más allá de la especulación. La idea suena magnífica, otra cosa ha sido su desarrollo. Al margen de las complicaciones para conseguir que alguien invierta un euro, la infraestructura del PTA demuestra un cálculo de movilidad y de espacio desastroso que contrasta de modo negativo con las postales que se exhiban de sus edificios por ferias y congresos. Cuando una compañía multinacional está dispuesta a dejar dinero encima de una mesa para recuperarlo años después, los estudios de viabilidad abordan múltiples apartados, incluida la imagen exterior que la empresa pueda proyectar desde su ubicación. Nuestro mundo compite en cada esquina del planeta y parques tecnológicos hay una pechá, así en malagueño; urbes con aeropuerto de conexiones directas, también. Y seamos sinceros, climas benignos y, además, combinados con áreas donde la investigación en tecnología de vanguardia significa una constante desde hace décadas, pues también; por ejemplo, Singapore. Por más que muchos malaguitas no se lo crean, los espetos, los boquerones y las biznagas carecen de un poder hipnótico. Al contrario, las desventajas que arrastramos para este tipo de negocios son varias y no creo que haya que entrar en ellas. El caso es que, cuando uno no es un bellezón, ni acumula pasta gansa en los bolsillos como para que te broten amistades en cada esquina y, además, conoce sus limitaciones culturales y sociales, lo que debe de hacer es arreglarse e ir limpio para que, al menos, el efecto de rechazo quede minimizado por la fachada. El buen paño hace mucho que se pudre en el hueco del arca porque ahí no se vende.

Un viaje mañanero al PTA descubre entre sus aceras una planificación discutible, como eufemismo de deficiente. Sólo hay que intentar entrar o salir a sus horas punta, o intentar aparcar en cualquier momento salvo las 3 de la madrugada. O sólo hay que usar el transporte público para acudir a la empresa y, después, realizar un desplazamiento hacia otro barrio de Málaga en un tiempo razonable. Tuve el honor de servir como profesor de español a mi amigo, el señor Taketoshi Aikawa, un alto directivo de un banco japonés que mueve por todo el orbe cantidades de dinero que superan el presupuesto total de muchos estados. Su compañía lo había enviado a Málaga para que disfrutase un año de vacaciones pagadas. Se dedicó a aprender nuestro idioma y a estudiar nuestra economía, aquí y en Madrid. Paseábamos la ciudad; puedo afirmar que, como a Terencio, ningún asunto humano le era ajeno. Así otean el horizonte las grandes compañías de verdad. Si ahora nos encontrásemos de nuevo y me dijera, como entonces, que me acompañaba en mis tares cotidianas, malgastaría una hora de atasco cuando lleváramos a mi hija a su centro de estudios en el PTA, otros cuarenta minutos para salir de allí por su única puerta, sin que sea Thanksgiving ni na de na, más otros cuarenta para entrar en Málaga. Esto si no intentamos aparcar. Es inconcebible que no llegue el metro. Allí podría transitar en superficie, en lugar de masacrar Eugenio Gross. Esa línea que no se articula por deficitaria nos está constando mucho más en términos de la imagen de ineficacia que mancha no sólo al PTA, sino a la ciudad, Andalucía y España, referentes mentales que maneja cualquier ejecutivo comisionado para cuadrar un informe en el que figuraría su enfado, junto con el de esos miles de trabajadores que acuden cada mañana a un espacio del que nuestro Consistorio y Junta jamás consideraron su éxito más allá del de un mero entorno especulativo para pillar subvenciones. Igual que hay que saber ahorrar la peseta, hay que saber dónde se debe gastar un déficit. Nuestros dirigentes no sufren esas más de dos horas añadidas a cada jornada laboral.

Vídeo del atasco de Los Ángeles el Día de Acción de Gracias, que ilustra esta columna:

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