Política universitaria

3 Oct

Como ya estarán ustedes pluscuamhiperinformados sobre la triste y peligrosa crisis socialista, prefiero enfocarles las quejas que expresó José Ángel Narváez, actual Rector de la UMA, por la demora con que la Junta transfiere los fondos a esta institución. Parece que la anterior rectora, Adelaida de la Calle ya se ha olvidado de estrecheces pasadas y, desde los despachos de Sevilla, Málaga queda como la Córdoba de García Lorca, lejana y sola. Como descargo de la Junta hay que decir que no discrimina a nadie en sus retrasos a la hora de pagar proveedores e instituciones. Las consejerías están pues… como dijo Susana Díaz en el Parlamento que le gustaba que estuviera su marido, esto es, tiesas. Salvo para nóminas no hay dinero.

La confluencia de merma en los ingresos y gasto expandido ha cuadrado un balance desolador. Si nos centramos en la Consejería de Educación, los diversos escalones que jalonan la enseñanza y la investigación han sido usados por la Junta como un instrumento casi propagandístico y un método para hacer política. El salto desde los rectorados a las consejerías va más allá de las excepciones lo que, a un mismo tiempo, pervierte ese deber crítico que la universidad española pierde con tanta facilidad. En política, como dijo Franco, el mayor heroísmo consiste en obedecer. En imposible evitar que los asuntos de la polis se mezclen con cada una de las facetas sobre las que nuestra sociedad se asienta, pero como en la coctelería fina, la dosis es fundamental. La consejería de educación y más aún la universidad amarga por exceso de política.

Como en tantos y tantos asuntos las administraciones hace mucho que olvidaron la sensatez en las inversiones. La universidad apareció en la Europa medieval para la comprensión de Dios y la ordenación jurídica del reino. A partir de ahí se derivaron los saberes necesarios para tales fines. Desde su nacimiento la universidad muestra dos misiones en beneficio de la humanidad, la investigación y la docencia. Cuando la universidad andaluza en su conjunto gasta en personal no docente y en mantenimiento casi tanto como en investigación muestra que no está bien diseñada. La Junta ha construido una universidad política ajena a un diseño de política universitaria. Un campus en cada provincia andaluza con facultades repetidas abre el grifo de los votos tanto como puede cerrar el de la necesaria financiación. Así cada vez que se realiza un estudio sobre la calidad de nuestras universidades, las andaluzas se encuentran en puestos alejados de un prestigio que no sólo califica a estas aulas sino a la sociedad que las acoge. En el imaginario colectivo Andalucía será siempre campo de panderetas y playas de faralaes mientras no exhibamos un premio Nobel en Astrofísica o así, lo que exige longevos equipos de investigación y una cantidad de recursos semejante a la que manejan esas universidades americanas o británicas que siempre quedan entre las diez mejores. Pero la Junta prefiere disponer de asesores taurinos de primer nivel. Ya digo que hace mucho tiempo que nuestros políticos perdieron de vista dónde había que invertir el dinero y dónde no.

Sociedades menos divertidas y graciosas que la nuestra han gozado de un rápido desarrollo gracias a las inversiones realizadas en sus universidades. Así, Israel o Corea del Sur priorizaron su independencia tecnológica. Hoy son dos potencias mundiales que no compiten en el mercado internacional mediante mano de obra barata, sino por la calidad de sus productos. Los astilleros, la industria auxiliar del automóvil, la aeronáutica y la electrónica permanecerán en Andalucía sólo si se distinguen de sus semejantes. Nuestro mundo ya no se apiada de los camarones dormidos. Un rector que se queja de la demora en los exiguos fondos que la Junta destina a la Universidad constata la miopía con la que la Junta realiza su política universitaria.

Como ya estarán ustedes pluscuamhiperinformados sobre la triste y peligrosa crisis socialista, prefiero enfocarles las quejas que expresó José Ángel Narváez, actual Rector de la UMA, por la demora con que la Junta transfiere los fondos a esta institución. Parece que la anterior rectora, Adelaida de la Calle ya se ha olvidado de estrecheces pasadas y, desde los despachos de Sevilla, Málaga queda como la Córdoba de García Lorca, lejana y sola. Como descargo de la Junta hay que decir que no discrimina a nadie en sus retrasos a la hora de pagar proveedores e instituciones. Las consejerías están pues… como dijo Susana Díaz en el Parlamento que le gustaba que estuviera su marido, esto es, tiesas. Salvo para nóminas no hay dinero.

La confluencia de merma en los ingresos y gasto expandido ha cuadrado un balance desolador. Si nos centramos en la Consejería de Educación, los diversos escalones que jalonan la enseñanza y la investigación han sido usados por la Junta como un instrumento casi propagandístico y un método para hacer política. El salto desde los rectorados a las consejerías va más allá de las excepciones lo que, a un mismo tiempo, pervierte ese deber crítico que la universidad española pierde con tanta facilidad. En política, como dijo Franco, el mayor heroísmo consiste en obedecer. En imposible evitar que los asuntos de la polis se mezclen con cada una de las facetas sobre las que nuestra sociedad se asienta, pero como en la coctelería fina, la dosis es fundamental. La consejería de educación y más aún la universidad amarga por exceso de política.

Como en tantos y tantos asuntos las administraciones hace mucho que olvidaron la sensatez en las inversiones. La universidad apareció en la Europa medieval para la comprensión de Dios y la ordenación jurídica del reino. A partir de ahí se derivaron los saberes necesarios para tales fines. Desde su nacimiento la universidad muestra dos misiones en beneficio de la humanidad, la investigación y la docencia. Cuando la universidad andaluza en su conjunto gasta en personal no docente y en mantenimiento casi tanto como en investigación muestra que no está bien diseñada. La Junta ha construido una universidad política ajena a un diseño de política universitaria. Un campus en cada provincia andaluza con facultades repetidas abre el grifo de los votos tanto como puede cerrar el de la necesaria financiación. Así cada vez que se realiza un estudio sobre la calidad de nuestras universidades, las andaluzas se encuentran en puestos alejados de un prestigio que no sólo califica a estas aulas sino a la sociedad que las acoge. En el imaginario colectivo Andalucía será siempre campo de panderetas y playas de faralaes mientras no exhibamos un premio Nobel en Astrofísica o así, lo que exige longevos equipos de investigación y una cantidad de recursos semejante a la que manejan esas universidades americanas o británicas que siempre quedan entre las diez mejores. Pero la Junta prefiere disponer de asesores taurinos de primer nivel. Ya digo que hace mucho tiempo que nuestros políticos perdieron de vista dónde había que invertir el dinero y dónde no.

Sociedades menos divertidas y graciosas que la nuestra han gozado de un rápido desarrollo gracias a las inversiones realizadas en sus universidades. Así, Israel o Corea del Sur priorizaron su independencia tecnológica. Hoy son dos potencias mundiales que no compiten en el mercado internacional mediante mano de obra barata, sino por la calidad de sus productos. Los astilleros, la industria auxiliar del automóvil, la aeronáutica y la electrónica permanecerán en Andalucía sólo si se distinguen de sus semejantes. Nuestro mundo ya no se apiada de los camarones dormidos. Un rector que se queja de la demora en los exiguos fondos que la Junta destina a la Universidad constata la miopía con la que la Junta realiza su política universitaria.

José Luis González Vera

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