Europa ridícula

7 Nov

Que la historia de Europa ha transcurrido entre la sangre y el ridículo ya lo narra la Historia desde que a Júpiter se le ocurrió raptar a la rolliza Europa disfrazado de buey blanco. Y es que Europa nació así, cuasi tontuna, casquivana y perdida por la estética. Júpiter, tipo que conocía bien a las mujeres, se transformó en inocente res blanca y a sus lomos corrió la poco avispada Europa hacia su trampa. Si el devenir histórico europeo no hubiese causado tanto daño, en líneas generales daría risa; si el gran pensamiento europeo no hubiera entregado tanto a la humanidad, los pueblos europeos no merecerían ser estudiados con demasiada atención, más allá de la curiosidad antropológica. Y es que la mitología y literatura clásica enseñan mucho sobre ciertas idiosincrasias europeas. Uno de los personajes de Virgilio dijo: “Temo a los griegos aunque me hagan regalos”. Si los tecnócratas del euro hubiesen disfrutado una educación algo más humanista recordarían esta frase que cualquier estudiante de latín tiene presente dada su dificultad de traducción y hubiesen repasado la contabilidad helena con minuciosidad para que desde Atenas no regresara este nuevo caballo de Troya en forma de dominó de deuda soberana. Pero si los gobernantes griegos fueron unos mentirosos, el resto de responsables de los Estados de la Unión manifiestan ante una situación difícil la misma eficacia y operatividad que los habitantes de Pompeya cuando el episodio del volcán, una actitud muy europea esta de quedarse quieto a ver qué pasa hasta que algo ya no tiene solución o nadie alcanza un acuerdo razonable y entonces llega la hora de los dementes con más o menos carisma. Imaginemos a un Berlusconi como presidente de Europa con esas hechuras de vendedor de tómbola en feria. Un ruina y en cada hogar un perrito piloto. Rodríguez Zapatero, el hombre que perdió su nombre, aún estaría hablando con diferentes fuerzas de consenso para la consecución de unas medidas. Otra ruina y en cada casa un ordenador para el niño que saque a la familia de la crisis vendiendo pornografía infantil por Internet, o algo así.

Las otras grandes potencias europeas cada una persigue sus ilusiones. Alemania se ha encontrado casi de bruces con la realización de aquel sueño prusiano (que no fue sólo de Hitler) de una Europa a los pies de la Germania. Las guerras modernas se hacen con transacciones monetarias, lo de los ejércitos es de pobres. Alemania vuelve a enfrentarse a su sempiterno fastidio de Francia con su propio aire de grandeza. Además cualquier historiador sabe que mientras más bajito ha sido quien mandara en París, más posibilidades existían de que quisiera saltar al estrellato internacional como ya hizo Napoleón. Gran Bretaña, tan influida por el jerez y Torremolinos continúa su versión pop del Ni contigo ni sin ti; enrocada sobre si misma, molesta y vengativa si no la convocasen a esas mismas reuniones donde se limita a poner morritos de vieja actriz, desprecia todo lo que no circule a su alrededor. Churchill respondió a un ministro suyo que aunque la oposición parlamentaria lo abuchease, jamás olvidara que los enemigos de verdad se sentaban a su espalda entre los miembros de su propio partido. Y así actúan los británicos, enemigos de pura raza. Pero el potencial económico de estos gigantes, junto con otros pequeños pero industriosos como Holanda o Dinamarca, les otorga la credibilidad del tipo solvente que llega al bar vestido de traje y paga un café con un billete de 100 euros en los últimos días del mes. Hay gestos que definen. Como si este mismo tipo pidiera dinero a la china que vende flores por la calle, o a su propia criada rusa, porque él desea conceder un préstamo a un primo suyo ludópata. Pretensión tan grotesca como la del Fondo Europeo de rescate que busca dinero de Estados donde la población pasa hambre e incluso limpia nuestras miserias para que aquí se abonen las nóminas de plantillas funcionariales desorbitadas con sueldos allí inalcanzables, la piscina olímpica de cualquier noble villorrio, los conciertos subvencionados en ferias y otras necesidades básicas. Ridícula Europa.

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