Sin peces en el río

12 Dic

Ahora sí que tenemos la Navidad encima. Porque aquí la Navidad es elástica y se extiende y empieza en pareado, a mediados de diciembre. Lo que en otros lugares de Europa se conoce como el período de Adviento, con sus calendarios de Adviento, sus Mercadillos de Adviento, su vino caliente de Adviento, nosotros lo transformamos en una Navidad de vacaciones que incluye muchas navidades en una, con fechas señaladas para estar con la familia y otras improvisadas, para panderetear con los amigos. Todo muy entrañable. Nuestras navidades malagueñas han evolucionado, claro, como también nuestra percepción sobre ellas. El recuerdo de la mirada de un niño siempre se agarra al pecho y prosigue su recorrido hacia al nudo en la garganta cuando asoma la falta del que falta. Siendo honestos, el gusto o el disgusto que te arrebata el ánimo durante estas fiestas, más tiene que ver con esta parte del dolor humano, que con la crítica al consumismo feroz o al despilfarro, a la que nos apuntamos los perdedores, para excusarnos del mal rato.

Las navidades sin ausencias empezaban en Málaga bajando las cajas del arbolito y el belén. Medio siglo después ese ritual ha cambiado y es Porras, recién llegada de la peluquería, la que se lo deja todo preparado y a su gusto, muy hortera por cierto, al alcalde, para que pulse el botón de inicio navideño, ya podéis mirar. Jugando a las diferencias, la siguiente es que en casa se ponían villancicos en el tocadiscos. Ya, ni en calle Larios. Posiblemente, a ese horrible espectáculo de luces, lo que le vendría bien sería un poquito de Village People o de Boney M. Qué modernos seríamos en vez de leporinos. Todo cobraría sentido. O al menos, tal vez. Porque lo del rondo veneziano, tiene miga, por no desearle cárcel a nadie. Subidos al carro de que cualquier tiempo pasado fue mejor, le toca el turno al ornato público, que es como llama nuestro alcalde en su bando a la decoración navideña de la ciudad. Ha acertado, lo que él coloca es ornato, no podría definirse mejor. En mis tiempos de maricastaña, te dabas una vueltecita en coche por la ciudad, para verla de noche iluminada, y acababas en la juguetería, dejándote aconsejar sobre lo que podías pedirle a tus reyes. Me imagino yendo a un sitio a ver las luces, apretujado, en cola, y de vuelta al quinto pino a recoger el coche, la caravana y la caminata y de vuelta a casa, para sucumbir al desencanto. Pero ¿qué habrán hecho nuestros pobres niños tan mal como para merecerse algo así? Sí, las navidades que viví y estas son muy distintas. Recuerda el alcalde en su bando que la música es delictiva. O rondo veneziano a toda pastilla, o nada. Como melómano convencido, confiscará los instrumentos, “las radios” -esto es el ornato pero en reproductor musical- y los coches de los merdellones, sin descamisar por el frío pero con cordón de oro colgado, que pongan la marimorena a todo trapo. Esto lo hace para que parezca que se preocupa por los residentes del Centro Histórico. Les organiza la mundial, para que acudan multitudes a una hora punta concreta, en un punto minúsculo concreto de su barrio, a diario, impidiéndoles su normal desenvolvimiento, pero luego disimula, no dejando que las pachangas, las peñas, los coros, los flamencos, tengan sus escenarios, con sus horarios reglados y su normativa exigente, para devolvernos las tardes tradicionales de navidad que nos han robado, por catetos. Eso sí, como los vecinos no podrán ir a urgencias si sufren un infarto por el desasosiego y la invasión, les anuncia cinco desfibriladores cercanos y una palmadita en la espalda si fallecen.

La nueva Navidad excelente que nos ofrece el Consistorio es un bulo sin alma. Nunca la copiarán en Nueva York, es mentira. Como es una verdad a medias que Málaga sea un importante destino navideño. En todo caso, sería un importante destino antinavideño, pues los que nos visitan, probablemente busquen el sol y el chiringuito playero, nuestro clima de diciembre, y no las lucecitas de Porras, que lleva camino de convertir nuestro Adviento en otra de las suyas, o sea un desmadre descontrolado y sin sentido, eso sí, sin música aunque, por supuesto, con las bragas en la mano.

Sin categoría

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.