Pisoteados

19 May

El pasado sábado por la noche disfruté de mi ciudad como hacía tiempo que no recordaba. Mi noche en blanco transcurrió admirando colas de gente que aguardaba su turno para contemplar arte ya que finalmente opté por no conformarme con una parte y dediqué la jornada a recrearme en una performance que no figuraba en el programa oficial de actividades, aquella que conformábamos los miles de malagueños disfrazados de vieneses y dispuestos a demostrar a las autoridades públicas con qué poquito nos conformamos. Porque, sinceramente, el programa carecía de subrayados de relumbrón, pero eso daba igual, la manifestación popular superó cualquier expectativa y eso, para una ciudad como la nuestra, constituía ya de por sí, un gran éxito.

Pero vivimos en Málaga y algo tiene que enturbiar el espectáculo. Lo que podía haberse difundido como una demostración de apoyo popular de cara a la capitalidad europea de la cultura, ahora toca esconderlo. Cuanto menos ruido se haga, mejor, no vaya a ser que llegue a oídos de alguien del comité de selección el gravísimo incidente que ocurrió durante la tarde.

Un estudiante de Bellas Artes colocó una de sus obras, un gran lienzo, en un lugar en el que no tenía permiso para hacerlo. Llegó la policía local y retiró el cuadro. Ojalá que todo se hubiese quedado ahí, que se hubiese actuado de la manera en que debe hacerlo quien tiene una potestad administrativa para llamarse policía –local-, pero no contentos con cumplir con su deber, parece que decidieron erigirse en salvadores de la buena moral, como en alguna de las series de televisión americana, y como no debió de gustarles mucho lo que el joven había pintado, estos agentes del desorden decidieron –espero que motu proprio- pisar la obra con su coche. Y no solo pisarlo, abusando de su autoridad, sino además y afortunadamente, dejarse fotografiar, abusando de su torpeza.

Bajo ningún concepto, en un estado de derecho, nadie, y menos quien lleva un uniforme y un arma a costa de nuestra confianza y dinero puede pisotear nuestros derechos fundamentales. No hay excusas. Ese lamentable abuso no debe de quedar impune de ninguna de las maneras.

He leído en la opinión de Málaga que la viceportavoz socialista en el Ayuntamiento de Málaga, Mariluz Reguero ha comunicado que preguntará en el pleno al alcalde por “esta historia macabra”. Supongo que Don Francisco de La Torre se desmarcará del asunto y anunciará una investigación. No puedo creerme que nadie del equipo de gobierno municipal haya podido ordenar a los agentes que pisotearan con su coche y destruyeran el cuadro del joven estudiante.

Aunque, puestos a malpensar, la obra en cuestión se refería a la pederastia con un cura de por medio. Supongo que el tema al que aludía el cuadro no influiría en la decisión de los policías locales a la hora de excederse en sus obligaciones, porque de ser así, el asunto sería aún más grave. Mucho más grave. Espero que los agentes locales que ha puesto mi ayuntamiento en la calle para mantener el orden no cojan un día alguna de mis películas por considerarla políticamente incorrecta y la pisoteen con su coche. Como espero que no hagan hogueras en la plaza de la Constitución para quemar poemas que consideren de mal gusto o interrumpan obras de teatro inmorales.

Son treinta años de democracia y, qué le voy a hacer, ya me he acostumbrado.

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