¡Te pillé!

13 Oct

Conozco docentes obsesionados porque los alumnos no les engañen en las evaluaciones. Y para ello ponen todos los medios posibles e imaginables al servicio del control: les retiran los apuntes donde no puedan ser alcanzados, cuentan minuciosamente las fotocopias de las preguntas (si falta una ha podido ser sustraída fraudulentamente), colocan a los alumnos en lugares distantes para que no puedan susurrarse las respuestas, vigilan de forma intensa, tratan de detectar la copia cuando corrigen, procuran descubrir los cientos de estrategias que se han inventado en el arte de la copia…

Cuando encuentran a un alumno copiando, cuando sorprenden a una alumna que está haciendo una trampa, tienen un sentimiento incontrolado de victoria:

– ¡Te pillé!, dicen orgullosos de su astucia.

También he conocido alumnos que han intentado (y a veces conseguido) el éxito a base de trampas. Han conseguido los exámenes previamente, han copiado o han dado el cambiazo del ejercicio que han hecho por otro que llevaban preparado. Algunos realizan unos esfuerzos tan sofisticados para aprobar fraudulentamente que supera el trabajo que tendrían que hacer para conseguirlo de forma honrada.

Sé que hay estrategias tramposas no solo individuales sino colectivas, es decir de todo el grupo. Una profesora de historia dictaba las preguntas del examen mientras pasaba las páginas del libro delante de sus alumnos. Nunca las anotaba. Cinco preguntas siempre. Los alumnos acordaban contestar a cinco preguntas que habían seleccionado y preparado previamente (todos la misma, claro). Un acto solidario en busca de resultados. Un engaño masivo.

En la medida en que la evaluación se realice a través de exámenes habrá más posibilidades de que haya trampas. Si la evaluación fuese continua, habría menos posibilidades de distorsión y mucha más confianza en que todo transcurriría de forma confiada y transparente.

Pero, claro, hay pruebas que no pueden sustituirse por la evaluación continua. Pienso, por ejemplo, en las oposiciones o en las pruebas externas en general.

Nunca he estado obsesionado por ganar ese pulso de astucia. Probablemente me hayan considerado un ingenuo. He preferido confiar plenamente en mis alumnos y alumnas y, de la misma forma, he querido que ellos y ellas confiasen en mí. He preferido ser ingenuo a ser justiciero. Ser comprensivo a ser cruel.

De todos modos, creo que es necesario crear un clima de transparencia y de honradez. No me gustan las trampas. Ni las que tienden los profesores a los alumnos ni las que practican los alumnos para engañar quienes les evalúan.

He recibido una historia muy significativa al respecto. La voy a compartir con mis lectores y lectoras. Creo que encierra algunas interesantes enseñanzas.

Tres estudiantes no se prepararon para un examen y decidieron no presentarse con el fin de ganar tiempo y poder hacerlo. Elaboraron un plan para conseguir que el profesor hiciera una nuevo examen a los tres. Se ensuciaron con grasa negra, aceite y residuos del escape de un coche. Y fueron a ver al profesor con cara da de inocentes.

– Profesor, le pedimos disculpas. No pudimos venir al examen ya que fuimos a una boda y, de regreso, el coche tuvo un accidente. Por eso estamos tan sucios, como puede ver.

El profesor aceptó las excusas y accedió al aplazamiento. Les dijo:

– Podéis preparar el examen durante una semana y, una vez finalizada, fijamos la nueva fecha.

Pasada la semana de estudio de los tres estudiantes, el profesor fijó la nueva fecha, indicando el lugar y la hora. Llegado el momento, colocó a cada uno en un aula diferente. Y les entregó en un sobre las 4 únicas preguntas que debían responder:

1. ¿Quién se casó?
2. ¿A qué hora se accidentó el coche?
3. ¿Dónde exactamente se produjo el accidente?
4. ¿Cuál es la matrícula del vehículo?

Debajo de las preguntas aparecía la siguiente nota: Si las respuestas son idénticas, tendrán la posibilidad de hacer el nuevo examen. ¡Buena suerte!

Se puede deducir fácilmente cuál fue el resultado de aquel curioso examen. De lo cual se derivan dos moralejas complementarias:

Moraleja 1: Hagas lo que hagas, jamás pretendas hacer tonto a alguien más viejo que tú, más leído que tú, más viajado que tú y más trajinado que tú.

Moraleja 2: ¿Quieres un 10? Te lo pongo. La vida se encargará de suspenderte y ponerte un cero.

Hasta aquí, el relato que he recibido. Respecto a las moralejas he de hacer dos salvedades. La primera encierra un planteamiento peligroso. Es la idea de quién engaña a quién. Es el desafío que se produce cuando tratamos de ver quién es más listo o más sagaz que el otro. No me gusta ese modo de actuar. Yo prefiero hacerlo desde la confianza y no desde la sospecha, desde la sinceridad y no desde el engaño. Hay que actuar honestamente no porque no se pueda engañar al otro sino porque no se quiere ni se desea hacerlo. Creo que esta primera moraleja peca por defecto de lo que la segunda plantea por exceso. No es verdad que la vida corrija siempre esa forma de proceder tramposa. Muchas veces la acrecienta y la subraya. Es como si el ejercicio de las trampas te hiciese más eficaz en su manejo y en sus resultados.

En lo relacionado con las trampas que se pueden hacer en la evaluación mantengo una postura que está alejada de la obsesión por el control y de la ingenuidad bobalicona. No me gustan las trampas, ni la copia, ni el plagio, ni la falsedad. No todos los evaluados son tramposos potenciales. Y tampoco me gusta la estupidez de quien da pábulo a la falsificación y al engaño. No todos los evaluados son honestos. Abogo por la confianza en las personas y por la honradez en las prácticas.

Si descubriese a alguien copiando, no diría con satisfacción victoriosa: ”te pillé”. Me preguntaría con inquietud y tristeza: “¿en qué he fallado?”.

16 respuestas a «¡Te pillé!»

  1. Querido amigo y maestro:

    Tu artículo me recuerda el primer capítulo de tu libro “La evaluación: Un proceso de diálogo, comprensión y mejora”. Creo que el orden no es casual. Pasas por el filtro de la reflexión cada escrito que nos regalas. Y ese primer capítulo se titula “Patología general de la evaluación educativa”. En él propones más de veinte apartados sobre la evaluación, uno de ellos denominado “Se evalúa para controlar”. Dices -con tu permiso- que “la evaluación en educación, paradójicamente, no suele ser educativa. No repercute en la mejora del proceso. La evaluación se cierra sobre sí misma, constituye un punto final”. También expones que cuando los docentes no quieren explicar a sus educandos (o se muestran reticentes a ello, por pensar que se trata de una pérdida de tiempo) “de dónde proceden las calificaciones que les han atribuido, están desaprovechando un buen elemento de aprendizaje.”

    Por eso siempre me ha gustado el título (al que dedicaste el capítulo II). Propones que sea un proceso de diálogo (algo lejos de contestar la pregunta que corresponda y que suele calificarse “positivamente” con la respuesta considerada “correcta”, la cual suele ser casi siempre una respuesta cerrada, y por consiguiente más pobre). Avanzas sintetizando que ha de ser un procedimiento de comprensión (¡cuánta humanidad contiene el vocablo “comprensión”!) y culmina en la bondad, es decir, en acaso el más digno principio de la enseñanza-aprendizaje, que considero se centra en la capacidad de mejorar.

    Siempre me ha encantado también el capítulo V, donde explicas cinco funciones, cinco sugerencias y cinco dificultades. En especial, con respecto a las sugerencias, la invitación al replanteamiento de la forma de evaluar y sus procesos, el desarrollo del diálogo profesional y la consideración mantenida con los discentes haciéndoles tomar parte en el proceso (a la par que la oportunidad brindada a sus progenitores para su implicación).

    Un regalo que nos ofreciste en 1993 con un contenido muy profundo y muy amplio, de plena actualidad. Perfectamente, lo podrías haber publicado a fecha de hoy, porque sigue en vigor.

    Muchas gracias por TODO.

    ¡Nos veremos pronto!

    • Querido Juan Miguel:
      En el aeropuerto de DF he podido rescatar tu comentario de la bandeja de spam. He visto que fuiste el comentarista más madrugador ya que a las 8.05 una estabas enviando el texto. Lo cual significa que a esa hora ya habías leído el artículo. Admirable. Gracias.
      Ese libro tuvo difusión en España pero creo que más en Argentina donde la Editorial Magisterio Del Río de la Plata lo publicó en dos tomos: Evaluación educativa I y II, La evaluación es educativa cuando EDUCA A QUIEN LA HACE Y A QUIN LA RECIBE.
      UN GRAN ABRAZO Y MUCHAS GRACIAS.
      MAS

      • Querido amigo y maestro:

        Desconocía que se hubiera publicado en dos tomos en Argentina. La verdad es que yo he hecho alusión únicamente a una pequeña parte, pero el libro muestra un contenido muy denso, a la par que muy variado, al tratar numerosísimas perspectivas sobre la evaluación. Después de tantos años, me sigue resultando muy valioso y de actualidad. Por eso apuntaba que se podía haber publicado a fecha de hoy perfectamente.

        Lo tengo delante ahora (lo he mirado por curiosidad) y este ejemplar sí se publicó en España. Pertenece a una segunda edición fechada en junio de 1995.

        Ahora bien, ¡no está acabado! ¡Nos lo tienes que dedicar algún día!

        Un fuerte abrazo para todos de parte de mi familia.

        • Querido amigo Juan Miguel:
          La EditorialAljibe le cedió los derechos a Magisterio del Río de la Plata (Buenos Aires). Luego se vendía en Argentina más barato el que había sido publicado allí. Aljibe estaba empezando. Mi amigo Rafael Bautista hizo un acto de generosidad. Allí ha tenido muchas ediciones.
          Hay que completar ese libro para terminarlo, así que os lo dedicaré cuando queráis.
          Un abrazo.
          Y gracias.
          MAS

  2. Miguel Ángel.

    El “te pillé” cambiado por el “¿en qué he fallado?” es sinónimo de “has suspendido” o “te voy a suspender” por una vez más “¿En qué he fallado?. Estoy de acuerdo que muchos de los fracasos de nuestro alumnado se deriva del fracaso propio del docente, aunque, como me indicaste en el último comentario que me hiciste, no por ello hay que estar autodestruyéndose ni fustigándose a si mismo. Lo que quiero decir con ello, que un poco de autocrítica no viene mal en el tiempo que está tan en boga lo del pensamiento crítico. La crítica debe dirigirse en ambas direcciones.

    Una vez más “te leí” 😉

    Un abrazo

    • Querido Juan Carlos:
      Te escribo desde un Hotel de DF, capital federal de México, una hora antes de comenzar un taller sobre evaluación con 400 docentes de esta inmensa ciudad. lo organiza la Secretaría de Educación Pública. Así que voy a estar toda la mañana (aquí son la ocho y diez, siete horas menos que en España).
      Recuerdo que en el estupendo libro de Ken Bain “Lo que hacen los mejores profesores universitarios” se dice que estos profesores fuera de serie “nunca atribuyen a su. alumnos las dificultades que encuentran en el aprendizaje”. Probablemente es exagerado pensar esto. Pero, desde luego, pone en el camino de las soluciones,
      Gracias por leer de nuevo como dices. Y por escribir.
      Un abrazo.
      MAS

  3. Querido Maestro!
    La suerte de estar vivo y vivir la vida es que estamos siendo evaluados constantemente.
    A mi tampoco me gusta las trampas ni la falsedad sin embargo estamos rodeados de ellas.
    La confianza tarda en tenerla y tan sólo hace falta un segundo, una nefasta actuación, un desprecio, una falta de empatia, un error y todo se va al garete.
    ¡Evaluar es la acción más comprometida que puede hacer el ser humano!
    ¿Estamos seguros de que actuamos con parcialidad, con objetividad, con acreditación, con honestidad?
    ¡Que difícil tarea!
    A estas alturas de mi vida, he cambiado mi manera de ver las cosas, he modificado mi apreciación de la realidad, he conseguido dar más importancia a lo inmaterial que a lo material, a lo que llena mi corazón de felicidad.
    Prefiero la inocencia en mis actuaciones que la prepotencia y el daño.
    Siento pena por aquellas personas con egoismo extremo que no tienen nada dentro sólo maldad y rencor.
    Abogo por la creencia en la bondad de las personas y el paso del tiempo que da siempre la razón al que la tiene.
    Mis más profundos deseos que paséis todos un genial fin de semana.
    ¡Hasta la proxima!

    • Querida Loly:
      Te escribo con brevedad porque me tengo que ir a trabajar. Precisamente sobre evaluación. Y ves, en un uno de los ojos de este puente festivo. Y tan lejos de casa. Mis chicas me interpelan sobre las ausencias.
      Veo, una vez más, que has aprendido de la vida. Te ha enseñado y te ha hecho mejor.
      ¿Es una suerte? No creo. Estás bien fruto de tu trabajo, de tu esfuerzo y de tu generosidad. De tu forma de pensar y de sentir.
      Enhorabuena.
      Besos y gracias.
      MAS

  4. Buenos días estimado profesor Santos Guerra, al leer vuestro artículo me remonte a mis años de estudiante cuando los maestros ejercían con mano de hierro (punible) la dinámica escolar tenían en sus manos la oportunidad de hacer de la estancia de quienes estudiábamos un oasis o un cuarto de tortura, a la final tenías que buscar como sobrevivir a la escuela pero también a la familia. Ahora bien sin ánimos de justificar conductas que favorezcan el dolo, engaño o triquiñuela en algunos estudiantes lo impactante en el continuo social al volcar estos antivalores en los estudiantes es la reproducción del modelo negativo en la sociedad, pues los políticos también pasan por las escuelas, con lo que quiero decir la convivencia familiar marca la personalidad del sujeto, pero la rutina y hábitos en los centros escolares decantan en dos grandes grupos de personas, aquellas que sienten compromiso y ánimos para alcanzar su proyecto de vida y otros que saben que el sistema funciona y favorece a quienes no se esfuerzan para nada.

    Abrazos

    Williams Macías

    • Querido Williams:
      Gracias por tu certero comentario.
      Es verdad que lo que sucede “en la vida” influye y condiciona lo que sucede en la escuela. Por eso es tan importante que vayamos juntos (familia-escuela-sociedad) construyendo una cultura de valores. Cuando lo que se hace en un ámbito se deshace en otro, se avanza uy poco, cuando no se retrocede.
      Un cordial saludo y muchas gracias.
      MAS

  5. Estimado Maestro:
    Hoy tuve la fortuna de escucharlo y participar en su taller sobre evaluación. Siempre es un privilegio reflexionar con usted sobre nuestra profesión.

    Sobre su artículo quiero comentar que ese “¡Te Pille!” Viene de la visión docente omnipresente, que juzga y que se siente dueño de todo lo que hay en el aula y por lo mismo quiere controlarlo todo.

    Sin embargo, lo que parecería una anécdota de astucia docente y porque no, hasta una estrategia que todo docente en formación debe conocer, le da una vuelta de 360 grados al finalizar cuando se pregunta ¿en qué he fallado?, quizá porque como docentes le hemos hecho creer a los alumnos que en un examen se juegan la vida y no la posibilidad de saber en qué estamos fallando y cómo podemos mejorar.

    Vale la pena preguntarnos, si mi alumno tiene que mentir de ese modo ¿Qué estoy haciendo yo para orillarlo a algo así? ¿Qué imagen tienen de mí para que les importe más el resultado que el proceso? Y la última ¿mis clases solo les aportan a mis alumnos simple información?

    A veces nosotros contribuimos a la meritocracia, esa de la que tanto nos quejamos en nuestro gremio.

    Gracias maestro. Un abrazo desde la Ciudad de México

    • Estimado Danis:
      Este es un tema de importancia, a mi juicio. Porque se centra en las dimensiones éticas de la tasa y de la evaluación.
      Tú lo planteas muy en las tres preguntas del párrafo cuarto de tu comentario.
      Estuve muy feliz la mañana del pasado sábado con todos vosotros.
      Hicisteis un ejercicio admirable de generosidad y de esfuerzo para ser mejores docentes.
      Un gran abrazo.
      Gracias por estar allí, por leer y por escribir.
      MAS

  6. Inquietante y preocupante cuestión la de las trampas. Tanto las que hacen los profesores como las que pretenden hacer los alumnos cuando se evalúan.
    Creo que en este campo hay mucho que hacer todavía.
    Lo estamos viendo en casos de los politicos españoles que han sido sorprendidos practicando engaños.
    La in decencia es mala en todos los ámbitos, pero en educación es especialmente detestable.
    Saludos.

    • Querida María:
      Es cierto. La falta de ética en educación es especialmente dañina.Porque la educación es un proceso que, a mi juicio, solo puede darse dentro de la ética. Sin ella solo tendríamos mera instrucción.
      Creo que hay que propiciar un clima moral en el que las trampas sean excepcionales. Cuando de detectan deben ser castigadas de forma ejemplar.
      Besos y gracias.
      MAS

  7. Se ha escrito mucho sobre la copia en los exámenes.
    Se ha escrito mucho porque existe mucho.
    Hay quien se plantea las cosas de este modo: pudiendo aprobar copiando, ¿por qué no hacerlo?
    Debería ser al contrario: no se puede engañar a nadie.
    Es simpática la anécdota de la boda.
    Gracias.

    • Estimado Luis:
      En una sociedad tan pragmática lo que prima son los resultados. Y, además, esa obsesión por los resultados se apoya en el relativista moral. Para tener éxito y ganar a los otros vale todo.
      Esos planteamientos son contradictorios con la educación.
      Por eso la falta de ética es especialmente perversa en educación.
      Un abrazo y gracias.
      MAS

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