Los motores de la acción

9 Dic

Impartí hace días una conferencia en la Universidad de Málaga a un numeroso grupo de alumnos y alumnas del Máster de Secundaria. Es emocionante dirigirse a quienes desean dedicarse a esta compleja y decisiva tarea de la enseñanza. Les dije al comienzo que sería estupendo poder felicitarles por el hecho de que lleguen a ser profesores y profesoras de una etapa tan problemática como apasionante del sistema educativo. Y añadí que me gustaría poder felicitar, sobre todo, a sus futuros alumnos y alumnas por la suerte de que ellos les tocasen como profesores o tutores. “Ojalá piensen vuestros futuros alumnos y alumnas que les tocó la lotería el día que os inscribisteis en este Máster”, les dije.

Comenzaré formulando dos preguntas que considero importantes. Primera: ¿qué sentido tiene formar a 500 aspirantes de los que se dedicarán a la docencia solo unos 50? Y segunda: ¿por qué formar a químicos, matemáticos, biólogos, lingüistas que no querían ser profesores y luego convertirlos en `profesores de química, matemáticas o biología mediante una formación apresurada? Hace muchos años dediqué un mes (con una beca de los Ministerios de Educación español y cubano) a estudiar el sistema educativo de Cuba. A un joven le hace el sistema la siguiente pregunta:

– ¿Usted que quiere ser?
– Químico.
Y le conduce a la Facultad e Química, en la que le forman para ser un buen profesional de la especialidad.

A otro le dice el sistema:
– Y usted, ¿qué quiere ser?
– Profesor de Química.

A este le envía al Instituto Pedagógico de Química (hay tantos Institutos Pedagógicos como materias del curriculum), donde le forman no solo en las materias de la especialidad sino en las competencias necesarias para ser un buen profesor de química. La parte práctica ocupa más del 50% del curriculum. El último año, el estudiante es un auténtico profesor de Química con un tutor del Instituto y otro de la escuela donde enseña. Pero, lo más importante es el criterio de selección para el ingreso. A quienes quieren entrar en Facultades se les pide un mínimo de 90 puntos sobre 100. Pero a quienes desean ingresar en los Institutos Pedagógicos se les pide 98. Es decir, los mejores, a la enseñanza.

Me pregunté por los motivos que les habrían llevado a estar allí. Por los motivos que conducen a las personas a dedicarse a una tarea tan compleja, hermosa e importante como la enseñanza. ¿Cuál es el motor que conduce la voluntad a tomar la decisión de hacerse docentes?

El motivo es el motor. Lo que mueve en una determinada dirección e impulsa hacia ella con fuerza y entusiasmo. Hay motores potentes, de muchos caballos, que hacen el camino más fácil y rápido. Otros que no tienen fuerza harán difícil que se suban las cuestas. ¿Por qué y para qué dice alguien un buen día “yo quiero dedicarme a la enseñanza”?

Sé muy bien que, en el caso de los maestros y maestras de enseñanza infantil y primaria, la cuestión se dilucida antes de comenzar la carrera. En el caso de los profesores y profesoras de Secundaria y Universidad, la decisión suele posponerse a la finalización de los estudios y situarse en el momento de elegir ocupación laboral.

Creo que está trasnochada aquella manera de entender la decisión como fruto de la vocación, considerada como la respuesta a una llamada venida del más allá, desde la voluntad de Dios para los creyentes, desde los imponderables del destino para los ateos. “Tengo vocación” quería decir “me siento llamado” a seguir este camino. Vocare, etimológicamente, es llamar. “Alguien llama y yo respondo a la llamada”. Pienso que hoy la vocación es aquel conjunto de circunstancias y cualidades que forjan nuestra voluntad para una determinada decisión.

En el hermoso libro de Parker J. Palmer titulado “El coraje de enseñar” (pronto le dedicaré un artículo), se recoge una excelente definición de vocación atribuida a Frederick Buechner: “vocación es el lugar en el que coinciden tu profunda alegría interior con la profunda necesidad del mundo”.

Los motivos condicionan la forma de estar, de actuar y de ser en la profesión. Por eso son muy importantes para afrontar las exigencias de la elección, la selección, la formación, la actuación y el desarrollo profesional. Claro que se puede comenzar por motivos ricos que luego se van empobreciendo o adulterando y se puede empezar por motivos pobres que luego se van enriqueciendo.

Hay motivos pedagógicamente ricos: pasión por la enseñanza, amor a la infancia y la juventud, deseo de mejorar la sociedad a través de la educación, deseo de participar en un proyecto educativo ambicioso, compromiso con los más desfavorecidos, deseos de compartir lo que se sabe, curiosidad intelectual, ilusión por seguir los pasos de un profesor admirado, pasión por el conocimiento…

Hay motivos pedagógicamente pobres. Respetables, pero pobres desde un punto de vista educativo. Hace tiempo vi un cartel de una Academia de preparación de oposiciones en el que aparecía en la parte superior esta pregunta: ¿Quieres ser profesor? Y en el centro, con destellos luminosos rodeando la cifra, esta cantidad: ¡¡¡27000 euros!!! Es un motivo respetable. Como lo es el deseo de tener muchos días de vacaciones o disfrutar de un trabajo estable a través del funcionariado. Pero, pedagógicamente, es un motivo pobre.

Dentro de esta categoría estarían todos aquellos que han elegido hacer unos estudios porque la nota de corte les ha lanzado a matricularse en la carrera “obligada” por su puntuación. En este caso, por su baja puntuación. Y los que están en la enseñanza de las Química, por ejemplo, porque no encontraron un buen laboratorio.

Hay también motivos espurios: trabajar lo menos posible, ejercer una autoridad despótica sobre grupos de niños y jóvenes, sentirse importante, estar en una profesión en la que se puede culpar a otros del propio fracaso…

Hay motivos exógenos, es decir, ausencia de motivos propios. No decide uno mismo sino que alguien empuja sin que nuestra voluntad haya tenido la oportunidad de decir sí. Sin permitir hacer un acto de noluntad. Noluntad es el acto de no querer. Una madre maestra que “obliga” a su hija a seguir sus pasos, una novia absorbente que “decide” por su novio qué es lo mejor para él, un padre autoritario que impone su criterio…

Se estaba haciendo la botadora de un buque en un puerto. Allí estaba la banda de música, la hilera de autoridades y el público bullicioso… Después de estrellar la botella de champán sobre el casco de la nave, un niño se cae al agua. La profundidad es enorme. Los padres, que no saben nadar, gritan pidiendo auxilio. Nadie se atreve a lanzarse al agua porque hay riesgo de perder la vida. De pronto. un hombre vestido se lanza al gua. Con gran esfuerzo salva al niño. Al salir se produce un enorme griterío cargado de aclamaciones y de vítores entusiastas:

– ¡El héroe!
– ¡El salvador!
– ¡El valiente!

Este hombre, completamente empapado, le dice a quien está a su lado en voz baja:

– Me gustaría saber quién ha sido el desgraciado que me empujó y me tiró al agua.

Pues bien, pido desde aquí que, si alguien se encuentra por ese motivo en el mar agitado de la enseñanza, por Dios, que salve al niño.

Sería importante cultivar motivos (si es posible desde el inicio y si no, a lo largo del desarrollo profesional) de gran calado educativo que puedan inspirar una acción comprometida y entusiasta.

Finalmente, como he repetido muchas veces a mis alumnos y alumnas de la Facultad de Educación que llegaron a ella de rebote o empujados por el azar: si no puedes hacer lo que amas, sí puedes amar lo que haces.

21 respuestas a «Los motores de la acción»

  1. Creo, Miguel Ángel, que el tema que abordas en esta ocasión es de un gran interés, tanto que podría ser objeto de una tesis doctoral el conocer las razones por las cuales los actuales docentes de nuestro país se han dedicado a la enseñanza, especialmente por parte de quienes se encuentran en Educación Secundaria o en la Universidad, dado que el (extinto) título de licenciado (también de arquitecto o ingeniero) era el requisito académico exigido inicialmente para poder impartir docencia en esos niveles.

    Como bien apuntas, los profesionales de Educación Infantil o Primaria saben anticipadamente que su horizonte es la enseñanza, por lo que se les forma, más o menos adecuadamente, para que un día trabajen con escolares. No es lo mismo en los otros niveles educativos, ya que sus títulos son polivalentes en cuanto a las futuras opciones laborales.

    Y es que, en nuestro país, a pesar de los distintos planes de estudios que he conocido para la Universidad, nunca se aceptó que hubiera una especialidad diferenciada para quienes luego llegarían a ser profesores. Apuntas que en Cuba se diferencia ser titulado en Química a ser Profesor de Química, aunque no es el único caso de país que hace esta diferenciación.

    Dado que el tiempo que llevo en la Universidad es amplio, recuerdo que en las dos últimas leyes normativas (LRU de1983 y LOU de 2002) hubo una oposición rotunda por parte de los rectores y el profesorado universitario de las distintas licenciaturas a que, a partir de tercer curso, se creara una especialidad que estuviera dedicada a quienes desean dedicarse a la docencia. Consideraban que con el CAP (Curso de Aptitud Pedagógica) al terminar la licenciatura era suficiente; aún sabiendo que este desprestigiado curso “hacía aguas” por todos lados.

    ¿Te puede sorprender, entonces, de los ataques a la Pedagogía que realizan, por ejemplo, Ricardo Moreno Castillo, en nuestro país, o Inger Enkvist, en Suecia?

    En lo que a mí respecta, creo haber escrito en algunas ocasiones en este blog las razones que me llevaron a que, tras estudiar Arquitectura y ejercer como arquitecto, finalmente, me decantara por la docencia universitaria.

    También creo haber hablado en otras ocasiones que a mí la palabra vocación no me molesta, a pesar de que sé que durante muchos años fue utilizada en el ámbito religioso para manifestar esa supuesta “llamada” que chicos y chicas encontraban en su interior y que los impulsaba al sacerdocio o a ser religiosa de cualquiera de las órdenes existentes (muchos, posteriormente, se dieron cuenta que esa “llamada” no era tal y dejaron ese camino que no era el suyo).

    Yo suelo utilizarla cuando hay una predisposición clara hacia un determinado ámbito. Así, uno puede tener vocación de carpintero, de bombero, de médico, de profesor, de escultor, etc. (también se pueden poner en femenino los términos), si se sabe con seguridad que ese es el horizonte hacia el que se quiere ir.

    Bien es cierto que, en muchas ocasiones, el amor hacia la docencia se despierta durante los propios estudios. Esto lo he podido comprobar a partir de las charlas que he mantenido con muchos alumnos y alumnas a lo largo de los años.

    En mi caso, antes de estudiar Arquitectura, quería ser profesor de Matemáticas, pero, cuando me desplacé de Alburquerque a Sevilla para iniciar los estudios universitarios, comprobé que allí no se impartía esa licenciatura. Bien es cierto que en el curso siguiente a iniciar Arquitectura se implantaron estos estudios, de modo en el segundo año de mi estancia en Sevilla inicié, al mismo tiempo, el primer curso de Matemáticas… Pero si ya era tremendamente difícil lo primero, imagínate lo que era llevar adelante esas dos titulaciones adelante. Decidí, pues, continuar con Arquitectura, ya que me informé que este título también posibilitaba la docencia. Mi amor por la Arquitectura se fue formando poco a poco, a medida que iba avanzando en los cursos de esta magnífica profesión.

    Un saludo para todos los asiduos al blog, y espero que haya muchos comentarios sobre este tema.

    • Querido Aureliano:
      Gracias por este comentario que está a caballo de l reflexión y de la experiencias personal y profesional.
      Hablas de la formación y yo me remito a un momento anterior que son los motivos que llevan a la elección. Sé que se trata de un campo difícil de investigar porque solo los interesados conocen esa motivos que les hecho dirigir sus pasos a esta tarea.
      Y, a veces, no los saben o no los quieren expresar.
      Me gustaría también saber cómo van evolucionando los motivos y qué es lo que les hace cambiar.
      Creo que esta es una cuestión poco estudiada y sobre la que se necesitaría profundizar más. Porque los motivos condicionan la acción que les sigue.
      Un cordial saludo.
      Y gracias por estar aqui.
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      No sé si ha leído EL CORAJE DE ENSEÑAR, de Parker J. Palmer. Excelente. Quizás le dedique un próximo artículo.

  2. No, no he leído “El coraje de enseñar”. He visto que el libro se ha editado este año, por lo que es muy reciente. Consultando con la Biblioteca de la Facultad, me he dado cuenta que no lo tienen, por lo que me haré con él, ya que me imagino que debe ser un buen libro (tú ya lo recomiendas).
    Por otro lado, siempre me he preguntado las razones por las cuales mis alumnos y alumnas acceden a los estudios de Magisterio, y si no les he hecho un cuestionario es porque esta pregunta se aleja un tanto de los objetivos de las asignaturas que imparto.
    Como he comentado en algún caso anterior, en los comienzos de curso abría debate sobre sus aprendizajes en Educación Artística; pero ya no lo hago, no es necesario…

    • Querido Aureliano:
      Cuando yo he preguntado por qué habían elegido los estudios de Magisterio o Pedagogía he visto respuestas de todo tipo. Desde las más ambiciosas a las más decepcionante. Uno de me dijo que se había matriculado en los estudios cuya cola para acceder a la ventanilla de matriculación era más corta.
      Siempre he dudado de la sinceridad de quienes exponían sus motivos, pero sí pude ver que había una enorme variedad. Desde los más sublimes a los más pedestres.
      Me gustaría explorar cómo se forjan los motivos, cómo influyen en el desarrollo profesional y cómo evolucionan a lo largo de la vida.
      Sería estupendo que la práctica fuese enriqueciendo los motivos por los que los profesores y profesoras se dedican a la enseñanza.
      Un cordial saludo.
      Y que el temporal que se avecina no sea muy dañino. Solo queremos agua, no desgracias.
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  3. Importante y delicado tema el de los motivos que llevan a la docencia. Sería interesante conocer no solo la naturaleza de los motivos sino el momento en el que surgen. Hay quien desde niño (a) quería ser profesor y hay quien lo decide un minuto antes de poner la elección en marcha. No es lo mismo.
    Imagino que los motivos son también más o menos intensos y más o menos profundos. Desde el “de algo hay que vivir”, hasta el “no me imagino haciendo otra cosa”.
    Me ha resultado simpática y significativa la anécdota de la botadura. ¿Cuántos están porque les han empujado?
    Me gustaría saber si existen diferencias significativas entres hombres y mujeres en este asunto de los motivos.
    Saludos.

    • Querida Carlota:
      Hy he estado fuera de casa trabajando con los responsables deformación, valuación e innovación de los Institutos y Colegios adscritos al CEP de Cadiz. Les corresponde realizar una tarea tan importante como difícil.
      Sería muy sencillo impulsar proyectos en comunidades educativas formadas en torno a proyectos, con profesionales bien formados, comprometidos y entusiastas.No siempre es así.
      Les hablé al final de la fagocitosis que, en ocasiones, sufren los profesores/as que quien innovar… Vi por sus reacciones que hablaba de un fenómeno que conocían…
      Gracias por leerme por escribir.
      MAS

  4. Apreciado Miguel Angel, considero que mas del 50% de las personas que trabajamos en educación no estamos formados en principio para la educación, por ello, se hace imprescindible, que mantengamos en actualización constante, y de alguna manera con ello garantizar que lo que damos día a día a nuestros alumnos sea siempre lo mejor de nosotros.
    Te esperamos en Bogotá nuevamente para enero de 2018 para sigas orientando nuestros pasos en este bello arte de enseñar, educar y dejar huella en el estudiantado.

    • Querido Javier:
      Tienes razón.
      Por eso el título de uno de mis libros y de la conferencia que impartiré en la Semana de Inmersión es ENSEÑAR O EL OFICIO DE APRENDER.
      Este viaje será para mí una hermosa forma de iniciar profesionalmente el año.
      Todo lo aprendemos entre todos.
      Un gran abrazo para ti y para tu hermosa familia.
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  5. Yo sigo creyendo en los docentes vocacionales, No le doy a la palabra vocación ninguna connotación religiosa.
    Me parece buen al definición que aparece en el artículo. aquel lugar en el que coinciden la profunda felicidad del individuo con la profunda necesidad de la sociedad (o de les personas).
    Creo que una persona con vocación tendrá luego un buen desempeño profesional. Con la vivencia vocacional se superan todas la dificultades.
    Buena semana a todos y a todas.

    • Querida Marisa:
      Nop es igual la actitud de una persona que se dedica a la docencia de manera resignada o, incluso, despectiva que la de otra que acude al trabajo con un gran entusiasmo y un gran compromiso.
      No es que sea distinto para ellos solo. Es distinto para sus alumnos y alumnas.
      Qué diferencia tan enorme la que surge de actitudes tan antagónicas.
      Hace falta pensar en esas cuestiones y TENERLAS EN CUENTA A LA HORA DE SELECCIONAR.
      BESOS Y GRACIAS.
      MAS

  6. Me gustaría saber cuántos profesores están porque les gusta y cuántos están porque no tienen otra cosa para sobrevivir.
    Y, sobre todo, me gustaría saber cuántos están contra su voluntad. Porque sería una pena no solo para los alumno sino para ellos mismos.
    ¡Con la cantidad de gente que sueña con un puesto de trabajo en la enseñanza!Qué lástima que unos estén sufriendo mientras otros no pueden disfrutar.
    Saludos.

    • Querida Antonia:
      Siempre me ha llamado la atención el hecho que comentas:mientrasalgunosarrastran la profesión docente, otros daría media vida para poder disfrutar en ella. Es muy injusto.
      Pero no solo es injusto, como dices, para los alumnos. También lo es par quien, en lugar de disfrutar haciendo lo que hacer, sufre todos los días porque no le gusta o porque lo odia.
      Creo que sería interesante explorar esta cuestión en los procesos selectivos de los docentes.
      Algunas dificultades han podido dañar los excelentes motivos iniciales y, en ese caso, habría que procurar establecer medidas para ayudar a estos docentes. Es muy duro, por ejemplo, encontrarse con un grupo que el profesor no puede controlar, un grupo que se niega a aprender y que falta al respeto de forma sistemática al docente. Esa situación quema las mejores ilusiones. Pro pocas veces se ayuda a quien vive esas situaciones.
      Besos y gracias por leer y por escribir.
      MAS

  7. Hola a todo el mundo,

    Gracias por el artículo, Sr. Guerra. También gracias a los comentaristas, aprendo. También a los que leen. Pienso que lo que pasa es que el ser humano es cambiante conforme va creciendo. El ser humano se alimenta de sueños, en ellos está la primera felicidad. Cuando se consigue el reto u objetivo, el ánimo decae por la rutina. Digo en general. Hay excepciones, claro. Pero la excepción deviene de la inteligencia de tomar unas referencias georeferenciadas de la situación del individuo en su tránsito por la vida, por su vida. El que es listo, se agarra como clavo ardiendo a lo que ha conseguido al hacer realidad aquel sueño que tuvo un día. E intenta hacer felicidad aportando variables y método a su sueño.

    Yo de pequeño quería ser torero. Mi padre, que era poco letrado pero muy listo, y también algo socarrón, no era muy de compartir mis ilusiones. Un verano, cuando trayeron por primera vez la vaquilla a la feria del pueblo, me llevó a verla antes de las lides taurinas del primer día. El bicho era negro azabache, normal claro. Enjuta de carnes pero grande. Se ve que era experta en eso de ir a las ferias, era peligrosísima como se comprobó después, tenía vicios aprendidos, y porque, al menos en mi pueblo, no la mataron. Con unos cuernos que a mí a mis 8 ó 9 añitos, aún en la corta distancia, me parecían de más de medio metro cada uno. Estaba encerrada en un maltrecho corralón hecho con palets de madera. Me dice mi padre, pégate a la valla pero no metas las manos. Lo hice, a la vez que vigilaba al animal. Algún gesto le debió hacer mi padre con la mano, que vino aquella gigantesca máquina de pegar bufidos a todo correr, le dio tal viaje o trompazo a las maderas que, si no llego a saltar para detrás de un salto casi volador, me hubiese derribado, como mínimo y para no exagerar. Ahí, exactamente, ese día y en ese preciso momento, quedaron sepultadas para siempre jamás mis aspiraciones taurinas.

    Y lo que digo lo digo porque me compadezco de la chica -o chico, a ver si me van a decir machista por decir solo chica- de veintipocos años, criada en la dulzura del hogar más dulce, que recién ser maestra, llega a la plaza, digo al aula, y se encuentra una caterva de buenos ejemplares, en estado semisalvajes, de entre doce y catorce años, normalmente varones. Cuando vuelva a casa, a ver cómo asimila que al otro día tiene que volver al ruedo, digo al aula. Y así todos los días.

    Tengan buen día.

    • Estimado Quintiliano:
      Echaba de menos a los comentaristas de cabecera (José Antonio, Antonio, Joaquín, Loly…).
      Gracias a ti por la lectura y el comentario.
      Un profesor universitario amigo mío (catalán) me decía que de pequeño quería ser “obispo por la mañana y torero por la tarde”. No sé cuándo y por qué se le disiparon aquellos deseos…
      He terminado de lee un libro excelente al que dedicaré un próximo artículo: EL CORAJE DE ENSEÑAR. Me ha parecido magnífico el título y el contenido. Dedica un capítulo a los miedos de los profesores y de los alumnos (Cultura del miedo).
      La situación que describes es temible.¿Cómo puede hacer su tarea con eficacia un profesor en un aula con un grupo que no quiere aprender ni que otros aprendan (y enseñen)?
      La metáfora que utilizas es magnífica.
      Saludos y gracias.
      MAS

    • Buenas noches a todas las personas buenas.

      Por una vez, Miguel Ángel, acertaste al pensar que alguna ausencia podría estar motivada por problemas de salud. Un viaje de varios días a la Alpujarra (sin Internet ni móvil, por supuesto) seguido de una muy latosa indisposición (no grave, pero molesta) me han mantenido desconectado del Adarve durante las últimas semanas. Afortunadamente (para mí, no para mis miles de detractores) ya estoy recuperado, aunque todavía las pocas neuronas que me van quedando no estén en demasiada buena forma.

      Don Quintiliano, yo de pequeño también quería ser torero con toda mi alma. Me encantaba torear de salón, me bebía todos los ejemplares de “El Ruedo”, al que mi abuelo Pepe estaba suscrito, no me perdía una corrida radiada (lo de la televisión vino mucho después) y soñaba con triunfar algún día como El Cordobés, Paco Camino, Diego Puerta o El Litri. Como la suya, mi afición se esfumó en un soplo o, mejor dicho, en un bufido. Fue la noche, ya viviendo en Málaga, en que mi padre me llevó a ver el “desencajonamiento de los Pablo Romero”. Se trataba de una especie de ceremonia, de entrada gratuita, en la que se sacaban a la plaza los toros que se iban a lidiar al día siguiente, antes de conducirlos a los corrales donde pasarían la noche. Mi padre y yo nos acomodamos en la barrera, para ver de cerca aquellos animales míticos. Ni que decir tiene que cuando se acercaban un poco y podía ver su tamaño y fiereza, oír su bufido furioso y percibir el acre olor a violencia que despedían, mis sueños de gloria se me fueron (figuradamente) por la pata abajo. Y salí de allí teniendo una cosa clarísima: no sabía qué sería de mayor… pero NO sería torero.

      Cómo acabé convirtiéndome en profesor es otra historia. En mi caso, más que una serie de catastróficas desdichas, fue una serie de afortunadas casualidades.

      1. Primera casualidad. Mientras estudiaba el bachillerato elemental yo no me planteaba otra cosa que seguir la corriente mayoritaria en mi época y el camino marcado por mi hermano mayor: estudios de Ciencias. Sin embargo, un problema estúpido en el examen de Matemáticas de la Reválida de 4º (pido perdón a los que no estén familiarizados con el sistema de enseñanza anterior a la LGE de 1970) me traumatizó de tal manera que le cogí pánico a las Matemáticas y al año siguiente elegí la opción de Letras para mi Bachillerato Superior.

      2. Segunda casualidad. Una vez en Letras, lo que más me gustaba eran los idiomas y el periodismo. Mis inquietudes profesionales (si en que con 15 o 16 años se tienen) iban desde los estudios de Periodismo a la especialidad de Lenguas Modernas de Filosofía y Letras. Pero he aquí que, al término de mi COU (1973), la única opción universitaria de Letras que se podía cursar en Málaga era la de Filología o la de Geografía e Historia. No existían todavía la Facultad de Periodismo, ni la de Derecho… ni siquiera existía la Universidad de Málaga. Como lo de estudiar fuera estaba completamente fuera de las posibilidades económicas de mi familia, empecé a estudiar Filología en el Colegio Universitario dependiente entonces de la Universidad de Granada.

      3. Tercera casualidad. Ya en segundo de Filología, seguía yo con la idea de intentar especializarme en Inglés y Francés al llegar a cuarto. Sin embargo, un acontecimiento inesperado iba a alterar mis planes. Un día se presenta un bedel en mi clase, pregunta por mí y me dice que D. Manuel Ariza, mi respetadísimo profesor de Lengua II me pedía que subiera a su despacho. Después de constatar, con un rápido examen de conciencia que “no había hecho nada malo”, subí, con más miedo que vergüenza, al despacho del piso superior. D. Manuel me acogió amabilísimo, se interesó por mis planes para el futuro y me soltó la bomba: estaba planificando el futuro Departamento de Lengua y contaba conmigo para formar parte de él. Me avisaba con tiempo (todavía estaba en segundo!) para que fuera viendo posibles temas para mi tesina (Tesis de Licenciatura) y se ofrecía a orientarme y ayudarme. Ante tal oferta, mis planes de estudiar lenguas se esfumaron para centrarse en LA LENGUA.

      4. Cuarta casualidad. Pasó el tiempo, D. Manuel Ariza se marchó a otra Universidad, vinieron otros grandes maestros que contribuyeron tan decisivamente como él a mi formación intelectual y humana. En 1978, todo en el mismo año, terminé la carrera, me casé, terminé la “mili”, aprobé las oposiciones de Agregado de Bachillerato y me incorporé a mi primer destino docente: el I.N.B de Torremolinos. Mi idea de entonces era dar mis clases en el instituto para ganarme la vida y tener las tardes libres para dedicarme a lo que “realmente” me interesaba: estudiar, investigar, escribir y publicar. Esto fue así hasta que tomé contacto real y diario con mis alumnos. A medida que los iba conociendo y tratando, iba descubriendo que me resultaba infinitamente más gratificante el trato con las personas que con los libros. Era mucho más interesante intentar contribuir a que mis alumnos se convirtieran en personas mejor formadas y más felices que estudiar las concordancias del relativo “qui” en el Poema de Fernán González. Tengo que decir que no tardé ni dos semanas de clase en darme cuenta de lo importante que era para mí descubrir en primera fila el brillo en los ojos de Enrique cuando comprendía alguna cosa nueva o la mirada serena de María, siempre discreta al fondo de la clase, diciéndome que le había gustado el libro que le recomendé la semana pasada. Y así ha sido hasta que el año pasado entregué el testigo y me retiré a mis cuarteles de invierno.

      Al final no he podido evitar dos cosas que no me gustan: hablar de mí y extenderme demasiado. Sirva en mi descargo que ando todavía convaleciente y desentrenado.

      Tengan muy buenas noches don Quintiliano y todos ustedes.

      • Estimado Antonio:
        Bueno, siento el percance y celebro la recuperación.
        Interesante a escalera de casualidades que te hizo llegar a la docencia.
        Alguna ez definí vocación como el conjunto de circunstancias que nos hacía fraguar una escisión.
        Bienvenido renuevo a la palestra.
        MAS

  8. Buenas noches Adarve:

    1.- ¿Cuál es el motor que conduce la voluntad a tomar la decisión de hacerse docentes?
    El motivo es el motor.

    Me coge tan lejos que casi no recuerdo con claridad cuáles fueron esos motivos. Pero estoy seguro de que debía haber de los ricos y de los pobres. Seguro que ya os he hablado alguna vez de ellos.

    Lo que sí sé es por qué sigo leyendo e interesándome por los asuntos de la educación. Por qué sigo disfrutando y sufriendo con las cuestiones que conciernen a la educación en toda su amplitud.

    2.- Este verano ya me tenía mosqueado. Hemos intentado huir, pero te busca y siempre acaba encontrándote.

    Soy de una pequeña aldea gallega, y junto con cinco más formamos una parroquia, lo que a una ciudad viene siendo un barrio. Ahí, muchas cosas que parecen personales, y lo son, se comparten, son de conocimiento público.

    Uno de mis mejores maestros, de los maestros más personales que he tenido, me dijo y nos dijo a más de uno, que las alegrías compartidas son más alegrías, y las penas compartidas son menos penas. Y como este es mi barrio, mi aldea mundial, quiero poner en práctica lo aprendido. Valga también como mi homenaje a esa persona que todos tenemos y que tanto nos enseña, como en el bonito ejemplo que nos describe Quintiliano.

    Somos un buen porrón de primos y primas desperdigados por el planeta. Hoy en día, la tecnología nos permite acortar distancias, nos acerca hasta distancias increíbles e inmediatas. En nuestro grupo, una de mis primas dejó las siguientes palabras que yo me tomo el lujo de robarle por ser el mayor.

    “Veo que allá lejos también os estáis enterando. Aquí en España fue noticia de primera hora de la mañana. D.E.P. nuestro querido tío Pepe, el primer munís de “adopción” tras el abuelo. Los primos pequeños lo recordarán ya malito. Los mayores, como un tío muy activo, hospitalario, bondadoso, muy niñero, cocinitas y muy generoso. Además de hacernos unas cosquillas que pocos aguantábamos y unas tortillas de patatas enormes. Tantos años de trabajo y los últimos ya malito, dando varios sustos, pero fuerte como un roble. Ayer noche se ha ido discretamente, casi sin avisar. Se ve que había llegado su hora”

    Gracias Sara.

    Un fuerte abrazo Adarve.

    • Querido José Antonio:
      Siguiendo esta treta que utilizas de entrar por primera vez el viernes te libras del debate que suelen suscitar tus pensadas y sentidas intervenciones.
      La preocupación por los motivos surgió en la conferencia impartida a los alumnos del Máster de Secundaria, todavía en fase decisoria. Lo tuyo parece claro, dado el interés que muestras por la educación sin estar ejerciendo como maestro. Ojal´ça hubiera muchos así.
      Yo fui también un niño en un pequeño pueblo de Castilla. Sé lo diferente que es esa cultura a la de las grandes ciudades. La muerte, en esas pequeñas comunidades, es un hecho que afecta a todos.
      Recibe mis condolencias por la muerte de una persona tan admirable y tan querida. Hay que saber encajar y asimilar las inevitables ausencias. Para cuando la pedagogía de la muerte?
      Y ahora, me pongo a enviar el artículo para mañana. M gustaría tenerte al lado y consultarte cuál interesaría más de los dos que tengo preparados.
      Un gan abrazo.
      MAS

  9. Hola a todas las personas,

    Vaya, Sr. Lema, si estás afligido por el fallecimiento de tu familiar, te deseo a tí y a los tuyos que sea llevadero y que el recuerdo os haga felices.

    Efectivamente, Sr. Guerra, la muerte, al nombrarla me veo en necesidad personal de decir algo antes de que cierre la puerta del artículo de esta semana. Así de golpe, la hora que es, cansado que estoy, no sé ni qué decir. Intentaré al menos no ser muy cansino. Es tema importante la muerte. Más importante de lo que solemos hacer de ella. Por ello, debemos también hacer pedagogía de la muerte. No dudarán ustedes de lo que digo si hacen cuenta de que en la muerte vamos a estar más tiempo que en la vida, creo. O al menos creo que todo el mundo está seguro de ello. Si es así, no entiendo muy bien el porqué no se habla más de ella. Yo personalmente, como ya saben ustedes, dudo de la muerte absoluta. Ya lo dije por aquí, estuve en otras vidas. No quiero ser pesado, pero nací en esta vida con un boquete en la rodilla derecha de un tiro que me dieron en el frente de Mequinenza en el verano de 1938. Me acuerdo muy difuso. De lo que sí me acuerdo a la perfección es de cuando me degollaron en Monte Arruit en 1921, y de las varias semanas que lo precedieron. Comprendes, Sr. Lema, el porqué, en parte, de mi anonimato. No quiero que digan de mí que soy un chalado porque sé que nunca he muerto del todo. Otra chalaura, o quizá fanfarronería, creo que no le temo a la muerte gracias a los antecedentes de otras vidas que recuerdo. Juro que no estoy bebido.

    Tengan buena noche.

    • Estimado Quintiliano:
      Tu experiencia es impresionante. Gracias por compartirla con nosotros. Solo tú puedes brindarnos tu experiencia.
      Para pensar. Para asombrarse.
      Creo que ya he dicho en alguna parte que hay un equipo de profesores de la Autónoma de Madrid (dirigido por el profesor Agustín de la Herrán) que lleva trabajando mas de 20 años sobre la didáctica de la muerte. Asunto importante y necesario.
      Tratamos de preparar para la vida, para el trabajo, para la profesión, PERO NO PARA MUERTE. La propia y la de los seres queridos.
      Importante tarea. Necesaria tarea.
      Gracias de nuevo.
      Un cordial saludo.
      Buenas noches, superviviente.
      MAS

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