El paradigma de la complejidad (y III)

29 Jul

He dedicado los dos artículos anteriores a plantear algunas causas de la complejidad del fenómeno educativo. Cierro hoy las reflexiones con algunas otras (existen muchas más, por supuesto) que tienen que ver con los diferentes contextos en los que se sitúa este fenómeno tan decisivo como apasionante. Me detendré especialmente en las características del contexto institucional, aunque, cualquiera de los otros tres podría ser objeto de un mayor (interminable) detenimiento.

El contexto neoliberal

El contexto cultural que nos envuelve tiene unos ejes con conceptuales y operativos que contradicen casi todos los presupuestos que maneja la educación: individualismo exacerbado, competitividad extrema, obsesión por los resultados, relativismo moral, olvido de los desfavorecidos, imperio de las leyes del mercado, capitalismo salvaje, hipertrofia de la imagen, privatización de bienes y servicios, rectificación del conocimiento…

La escuela ha de ser, en esas circunstancias, una institución contrahegemónica. Y ya se sabe que avanzar contracorriente resulta más problemático y difícil que dejarse arrastrar por ella.

La tarea de la educación se produce en un caldo de cultivo contradictorio con los fines que se pretende alcanzar a través de ella. Tenemos que hablar mucho de valores porque no se hallan presentes en la cultura. Si estuvieran instalados en ella se aprenderían por ósmosis.

El contexto digital

El paradigma de la complejidad se acentúa si tenemos en cuenta que vivimos inmersos en la cultura digital. Mi compañero y amigo Ángel Pérez Gómez escribió en 2013 un estupendo libro so titulado Educarse en la era digital.

En él se puede descubrir la complejidad que tienen las nuevas exigencias generadas por esa cultura sobrevenida.

La escuela ha de sentirse interpelada por las nuevas exigencias que ella impone. Unas relacionadas con el conocimiento, que ya no se encuentra solo en la escuela sino que se presenta en la red en múltiples formas y abrumadoras cantidades y otras con las relaciones interpersonales, que se realizan de forma casi instantánea y muchas veces camufladas bajo máscaras de anonimato.

Más importante que ofrecer conocimiento, para la escuela hoy es importante facilitar criterios para discernir si el conocimiento que encuentran los alumnos es riguroso o está adulterado por intereses económicos, políticos, religiosos, comerciales y publicitarios.

El contexto familiar

A nadie se le oculta la importancia que tiene la familia en el proceso educativo de sus hijos e hijas. No se puede generalizar, pero las familias no son siempre hoy en día un factor de apoyo, de colaboración, de respaldo y de complemento de la tarea educativa que se realiza en la escuela.

Cuando existen actitudes combativas, descalificadoras, agresivas y hostiles hacia la tarea de los profesores y las profesoras todo se hace más complejo.

Basta que no haya interés, basta que haya indiferencia o delegación de funciones para que aparezcan los problemas.

El contexto institucional

La complejidad de la tarea educativa se hace más intensa y diversa cundo se analiza el contexto institucional que la alberga. Esta institución tiene unas complejas y paradójicas características que es preciso tener en cuenta para trabajar con el adecuado éxito dentro de ella. Veamos algunas de esas características alguna de las cuales entran en flagrante conflicto con lo que constituye una buena educación:

La escuela es una institución jerarquizada: la escuela es una institución que está transida por el principio de jerarquía. Una jerarquía que tiene diversos componentes y dimensiones. Existe una jerarquía curricular que deja el diseño y la ejecución en manos de los profesionales. No hay auténtica participación de toda la comunidad en la elaboración del Proyecto Educativo. Existe jerarquía evaluadora. El profesorado tiene la capacidad de sancionar los aprendizajes. Existe también una jerarquía legal, hay que el profesorado esta investido de autoridad institucional.

En una estructura jerárquica la democracia se convierte en un simulacro. Si el componente más determinante del comportamiento es la obediencia (no la libertad) no se puede hablar de una convivencia democrática. La convivencia no puede basarse en relaciones sometimiento o de subordinación, dice Humberto Maturana.

La escuela es una institución de reclutamiento forzoso: resulta paradójico que se obligue a unas personas a acudir a una institución para que allí aprendan a ser libres y participativas. No en todas las etapas existe obligatoriedad legal pero en todas se produce una obligatoriedad social. La escuela, como institución credencialista, acredita ante la sociedad que los alumnos han pasado con éxito por ella. Esto hace que los que acuden a la escuela tengan que aceptar los códigos de comportamiento que en ella se imponen.

El conocimiento escolar tiene valor de uso (vale más o menos, despierta un interés mayor o menor, tiene utilidad amplia o escasa…) y posee también valor de cambio (se canjea por una calificación y, al final, por un título…). Hay que pasar inevitablemente por la institución escolar para tener una acreditación que de fe del paso exitoso por ella.

Convivir en esa institución marcada por la meritocracia reviste una peculiaridad: condiciona las relaciones. Genera dependencia y sumisión. Para poder tener buen resultado hay que asimilar el conocimiento hegemónico, hay que aceptar las normas, hay que someterse a las exigencias organizativas…

La escuela es una institución cargada de prescripciones: la escuela está marcada por prescripciones legales y técnicas que condicionan la convivencia. La comunidad escolar tiene en la legislación un marco que posibilita y a la vez constriñe la comunicación. Muchas de las reglas de funcionamiento de la escuela están marcadas por la normativa. No son fruto del diálogo y la deliberación de sus integrantes.

Lo que se hace en una escuela es altamente previsible y fácilmente comparable con lo que se hace en otra. Fragmentación en grupos por edades, inclusión en aulas, división del currículum en materias, un profesor en cada aula, descansos entre sesiones de clase… La convivencia está encorsetada en una estructura y un funcionamiento que repite el cuadro horario con una fidelidad extrema.

La escuela es una institución androcéntrica: aunque la escuela mixta esté ampliamente implantada el androcentrismo sigue existiendo al mantenerse los patrones patriarcales como reguladoras del comportamiento. La convivencia en la escuela está marcada por pautas sexistas, menos acentuadas que lo estaban hace tiempo, pero todavía muy sólidas.

Para que una escuela sea coeducativa no basta con que en ella estén mezclados los niños y las niñas. Quedan muchas vertientes que permanecen ancladas en el sexismo: la filosofía que emana de los textos, las formas de comportarse, el lenguaje utilizado, las relaciones entre las personas, las expectativas sobre el alumnado, el aprendizaje del género.

La escuela es una institución con fuerte presión social: la escuela sufre una presión social que dificulta sus movimientos innovadores. La sociedad vigila a la escuela para que en ella no se rompan las pautas culturales hegemónicas. Basta que se produzca un hecho heterodoxo para que se le echen encima agentes sociales que velan por el mantenimiento de lo «políticamente correcto».

No hay programa educativo de televisión o de radio en el que no se le exija a la escuela la solución de todos los problemas de la sociedad: tiene que educar para la paz, el medio ambiente, la tolerancia, el consumo, la convivencia, las nuevas tecnologías… Todo en el mismo tiempo, con los mismos medios y con la misma remuneración.

Lo que he pretendido con estas reflexiones no es matar el optimismo sino invitar a la reflexión. Lo que he querido, en definitiva, es decir que la tarea educativa es tan decisiva y apasionante como compleja.

41 respuestas a «El paradigma de la complejidad (y III)»

  1. Sin duda ha sido un acierto dedicar tres artículos a esta cuestión tan importante. Hay mucha gente (políticos, familias, alumnos e incluso profesores) que consideran la tarea de la educación una tarea simple, sencilla, sin dificultad. Creo que ha merecido la pena repasar esas fuentes de complejidad.Sin duda, hay otras. Pienso, por ejemplo, en las crisis de ánimo de los docentes. Con una depresión, un arquitecto puede hacer una casa hermosa y segura, peor un profesor no puede enfrentar latera de trabajar con un grupo de niños enesas circunstancias.
    Ahora tendríamos que pensar en las consecuencias de esa complejidad.
    Gracias.

    • Querida Sonsoles:
      Tienes razón.
      Había pensado dedicar otro artículo a las consecuencias de la complejidad. Ya me parecía demasiado porque creo que hay que dar paso a nuevos temas.
      Iré planteando en las contestaciones algunas delas consecuencias.
      Voy con la primera.
      La formación de los profesionales que va a realizar una tarea de tanta complejidad tiene que tenerías rigor que la que actualmente existe. No puede hacerse bien la tarea con una preparación superficial, masificada, teórica y pocoExigente.
      En segundo lugar, hay que elegir para la tarea de la educación a las personas mejores. No a quien no valga para otra cosa.
      Seguiré planteando algunas consecuencias más en próximos comentarios.
      Besos y gracias.
      MAS

  2. Estas última entrega se centra en causas exógenas de la complejidad. Pues sí, creo que son importantes. Cuando los alumnos ven en la política tan malos ejemplos de quienes deberían ser modelos de comportamiento, ya puedes en la escuela insistir en la importancia de los valores. Lo que ven es toque ven.Lo que viven esto que viven.
    Lo mismo digo del contexto familiar. Es imposible hacer bien tarea cuando en la casa no se apoya la tarea de los profesores.
    No es fácil comparar épocas, pero en estos contextos yo creo que hoy es más difícil enseñar que hace años.
    Buen fin de semana.

    • Querida Sandra:
      Gracias por leer y por escribir.
      Creo que es muy importante fortalecer y dignificar la profesión docente.
      El profesor debería tener una mayor consideración en la sociedad.
      La familia debería formar una unidad de acción con los profesores de sus hijos y con la escuela en general.
      Habría que contar más con los padres y las madres para mantener una acción colegiada.
      Cuando era miembro del Consejo Social de la ciudad de Málaga propuse que se dedicase una calle A TODOS LOS MAESTROS.
      Y que se construyese una monumento a los docentes, como he visto en otras ciudades del mundo.
      Hay que dignificar esta tarea en la sociedad.
      Ya sé que no se consigue solo con ese tipo de medidas, pero este tipo de iniciativas en una pequeña contribución a la causa.
      Besos y gracias.
      MAS

  3. Buenos días a todos desde un Madrid caluroso.

    Miguel Ángel cierra con esta tercera entrega sus reflexiones sobre la complejidad en el ámbito educativo y me llama la atención que Sonsoles Coronas para reafirmarla realice una comparación con el trabajo en el campo de la arquitectura, diciéndonos que “Con una depresión, un arquitecto puede hacer una casa hermosa y segura, pero un profesor no”.

    ¿De dónde sacas, Sonsoles, semejante afirmación? Puesto que soy arquitecto y profesor en la Universidad te puedo decir que ambas profesiones son muy complejas, aunque con características muy diferenciadas en sus complejidades.

    No voy a entrar en describir las relaciones humanas y las distintas facetas del trabajo en el campo de la arquitectura pues me alargaría excesivamente (y me conozco cuando empiezo a teclear). Sin embargo, me parece oportuno presentar una visión de unos de los arquitectos más significativos del siglo pasado, Francisco Javier Sáenz de Oiza, quien fuera el autor de la Facultad de Ciencias de la Educación de Córdoba en la que trabajo.

    La razón proviene de que ayer, al salir del cementerio de La Almudena, ya que acompañé a Flora y sus hermanas en la visita que querían hacer al sepulcro de su madre, llamamos a un taxi para volver a casa. En el recorrido pasamos cerca de un edificio de Sáenz de Oiza.

    “Ese edificio es el que se llama popularmente como El Ruedo, ¿verdad?”, le indico al taxista que tengo al lado. “Sí, sí, efectivamente. ¿Y cómo lo sabe usted?”. Comienzo una pequeña charla con mi acompañante, pues parece muy interesado el en tema. Lo cierto que les hablo de Sáenz de Oiza y de la arquitectura que vamos viendo durante el trayecto.

    Como pequeño homenaje a este gran arquitecto, os dejo el enlace del artículo que sobre él escribí hace unos meses.

    http://www.montilladigital.com/2016/07/aureliano-sainz-arquitectura-saenz-de.html

    Por otro lado, y puesto que José Antonio me pedía que diera “leña” en el ámbito universitario, para iniciar, os presento el enlace del artículo que sale este domingo en los diarios digitales y en el que se aborda el abandono que se produce en nuestro país.

    http://www.doshermanasdiariodigital.com/2017/07/aureliano-sainz-abandonar-la-carrera.html

    Cierro con un afectuoso saludo para todos.

    • Querida Aureliano:
      Gracias por las dos entradas que compañía tu comentario.
      La dos muy interesantes.
      El problema dela abandono en la Universidad debería ir a las causas del mismo, a los motivos que impulsan a dejar algo que se empezó. Es probable que sean muy diversas, pero claro, no es casual que entre unos estudios y otros, haya diferencias tan notables.
      Sería muy interesante conocer y afrontar aquellas causas que “expulsan” a los estudiantes de una determinada carrera: la mala docencia, la escasa pasión de quienes la desarrollan, el desajustado nivel de exigencia, la masificación, la falta de prácticas.
      la mala relación entre docentes y estudiantes, la desvinculación de la Universidad respecto al mundo destrabado (sin que esto quiera decir que la Universidad deba ser una mera instancia al servicio del mundo empresarial)…
      A disfrutar de Suiza.
      Un abrazo.
      MAS

  4. Creo que podemos decir que todo lo que ocurre en nuestro mundo o es fruto de la actividad humana o, de algún modo, implica al ser humano, y este ser humano generador de tantas y tan diversas actividades, de conductas, pensamientos y actividades diversas es el que el educador encuentra frente a él en el aula.
    Si compleja es la actividad humana, si complejos somos cada individuo humano, ¿cómo no va a ser compleja la función educativa?
    Resulta que en la mayor parte de las actividades humanas se forma al individuo para realizar una cosa específica: optalmólogo, cardiólogo, mecánico de…, etc. Pero en la escuela se pide al educador que abarque todo, toda la complejidad educativa.
    Cierto que para realizar tan compleja y ardua tarea se necesita a los mejores y a los mejor formados. Esto lo llevan a cabo los gobiernos que valoran la educación por encima de todo, y en cuyo caso, ¿hubiera sido yo elegido para tan noble función?
    Saludos a todos.

    • Querido Joaquín:
      Dices cosas que comparto y una que no.
      Comparto:
      La idea de que la tarea de la educación es importante y compleja.
      La idea de que para realizarla son necesarias las mejores personas de un país.
      No comparto:
      La duda de que tú no deberías ser uno de los elegidos para llevarla a cabo.
      Hay un argumento incontestable que me lleva a esta segunda opinión: no solo que conozco lo que has hecho y cómo lo has hecho sino que te conozco como persona.
      Un abrazo y gracias.
      MASA

    • Querido Juan Carlos:
      Conozco muy bien a este personaje. Más bien conozco sus escritos. Un individuo que pretende desmontar el rigor de los argumentos de la pedagogía con un método muy “riguroso”. Coge un párrafo de un articulo (aunque sea de prensa) y, sobre ese párrafo” hace un análisis increíblemente simplista… No solo es autor del Manifiesto antipedagógico (el adjetivo define al autor, es un “anti”), tiene otros libros igualmente “rigurosos”, fruto de una posición rancia, trasnochada yb reaccionaria.
      Gracias por el contraste.
      MAS

  5. Hola, buenos días,

    1.- Totalmente de acuerdo con el Sr. Guerra. Pero, hoy, voy a empezar por el remedio, por el posible remedio, como ya dije, ante tanta complejidad en la educación. Aunque lo dije, soy pesado, lo sé, perdonen, gracias. Poner al frente de la educación y docencia a personal con cierto nivel de experiencia de vida. Exigir, con carácter obligatorio, un mínimo de 10 o 15 años como experiencia de vida en el sector privado, bien como trabajador asalariado, bien como trabajador autónomo, y una acreditada competencia en ello. Eso de poner al frente de un aula de primaria a una chica o chico de veintipocos años, que no sabe ni situar Israel -ni por proximidad-, en el globo terráqueo -visto por mis propios ojos-, es un atentado contra los propios niños, opino. Eso de poner al frente de un aula de 300 alumnos de curso de final de carrera, a un joven profesor universitario -que ni ha pisado un juzgado, ni ha ejercido como abogado ni un solo día en su vida- explicando cómo defender a un delincuente peligroso en un juicio penal -visto con mis propios ojos, y además muy común en todas las facetas de la enseñanza-. Eso, mis queridos amigos, es un atentado contra el alumnado, contra el contribuyente que paga a ese profesor, contra la sociedad que recibe esa calidad formativa.

    2.- De otra, todo tiene su complejidad, todas las profesiones y oficios, como va apuntando el Sr. Aureliano. Todo depende del grado de implicación y de responsabilidad exigida, o autoexigida, al o del, sujeto que desarrolla esa actividad. Si yo aplicase a mi oficio, campesino, la misma severidad y exigencia que he visto a muchísimos docentes -ellos en su ramo-, madre mía, no quiero ni pensar el hambre que me quedaba que sufrir. Claro, ellos no la sufrían porque tenían el sueldo asegurado con independencia de su implicación o vagancia. Hacer comparaciones en este aspecto me recuerda a mi infancia, cuando nos poníamos tozudos en decir quien era más guapo, más macho, más listo, o quien tenía la mejor “minga” -con perdón-.

    Tengan un buen día.

    • Estimado Don Quintiliano:
      De acuerdo en su primer punto sobre la necesidad de que asuman tareas docentes. ¿Experiencia? ¿Madurez? Claro que sí.Comparto al idea de que hace falta no solo conocimientos sino una cierta experiencia de la profesión y de la vida. Me sumo a esa respuesta que requiere el paradigma de la complejidad.
      Sobre el segundo punto, cómo no estar de acuerdo en que todas las profesiones tienen su grado de complejidad. Lo que pasa, y eso creo que es lo que sugiere Sonsoles, es que la profesión docente, al exigir unas relaciones interpersonales positivas, no se puede comparar con aquellas que manejan productos materiales.
      Muchas gracias por tu participación en el blog.
      Un cordial saludo.
      MAS

  6. Buenos días,

    2 bis.- Hombre Sr. Guerra, yo la verdad es que en esto de las ciencias de lo intangible, lo que digo hoy, no me sirve con demasiada seguridad para mañana. Quiero decir que unos días defiendo que debe haber excelencia en la docencia. Al siguiente igual te defiendo que la docencia ha de tener los mismos déficits que cualquier otra actividad de la vida. Pues cuanto más desastroso sea el aprendizajes, más se parecerá la experiencia educativa a la realidad que se va a encontrar en un futuro el ahora potencial aprendiz. Y sobre esta base última, la verdad es que me cuestiono bastante el hecho de que deba ser más “especialmente complejo” la interacción positiva con las personas que con los materiales. Insisto en que estamos comparando la superioridad de la cucurbitácea melón respecto a la cucurbitácea sandía. Que le pregunten al respecto de la complejidad de lo material por ejemplo, a un artificiero desactivador de explosivos, o a un piloto de avión, o a un conductor de tren, o de autobús, o a un mecánico -que también lo fui cuando joven- que repara los frenos del coche, o al hilo del arquitecto, la castaña que se puede pegar el edificio, porque en vez de meter gavilla de hierro del 30, metió del 20. Un maestro si se equivoca, no pasa nada, pero nada literalmente. Si el niño sufre por la incompetencia del maestro, le servirá para endurecer su carácter, creo o puedo creer. Pues, insisto, eso de las severidades en las ciencias de lo intangible, no lo acabo de asimilar muy bien. Seré torpe, en ésto.

    Tengan un buen día.

    • Estimado Quintiliano:
      La complejidad del trato con las personas nace de lo impredecible de la reacción del ser humano ante los estímulos. El mismo reproche a un niño le estimula y a otro le deprime. Lo que pienso de la reacción de las materiales ante la intervención humana (o física o química) es que responden a leyes. Y las leyes se pueden estudiar y conocer. Por otra parte los “materiales” que trabaja un docente son de alta complejidad, como los motivos, los intereses, las actitudes, los valores, las concepciones…
      No digo que sea no sea complejo pilotar un avión. No. No digo que no sea complejo practicar una operación quirúrgica.
      Estoy de acuerdo contigo en que el trabajo docente permite atribuir a otros la propia incompetencia. He visto profesores que atribuyen el fracaso a la torpeza de sus alumnos o a la pésima actitud de los padres y las madres.
      Un cordial saludo.
      Buen día.
      Buen riego.
      MAS

  7. De los cuatro contextos problemáticos elude más me preocupa es el de la cultura neoliberal. La escuela nos sitúa en la estratosfera sino en el mundo. Y el corazón de ese mundo está contaminado por una concepciones, actitudes y comportamientos que contradicen los grandes ejes éticos de la educación. No es f´cil avanzar contracorriente,comose dice en el artículo. Todo y todos vn en otra dirección. No es fácil decir todos los días lo contrario que dicen los medios, No es fácil comportarse de manera contraria a la hegemónica.
    Felices calores veraniegos.

    • Querida Irene:
      Qué duda cabe que se trata de un contexto que añade complejidad a la intrínseca que caracterizaba tarea. Decir que hay que respetar los valores en una sociedad cuya filosofía los niega es una tarea problemática.
      Les digo siempre a los profesores y profesoras que solo a los peces muertes los arrastra la corriente. A lo que una profesora argentina añadía una dificultad:bajan muchos peces muertes.
      Besos y gracias.
      MAS

  8. Lunes 31, último día del mes de julio. En Madrid sigue haciendo calor, aunque ha bajado la temperatura.

    Flora y yo salimos hacia la plaza de Legazpi en dirección a la terraza de un bar en el que sirven unos magníficos churros y un excelente café. Tras terminar el desayuno, nos dirigimos a una sucursal del banco Santander para cambiar euros por francos suizos. Después de esperar un rato, una empleada nos indica que si queremos tenerlos para hoy necesitamos ir a la oficina internacional que tienen en el paseo de la Castellana.

    Nos desplazamos en la línea 45 al sitio indicado. Allí, en la pequeña sección destinada a los cambios (puesto que actualmente la mayor parte de los países europeos funcionan con el euro) hay poca gente. Cuando me toca, me dirijo a la chica que atiende en una de las ventanillas.

    “Buenos días. Me gustaría que me fuera cargada en la cuenta corriente el equivalente en euros a mil francos suizos”, le indico a la vez que le entrego el carné de identidad.

    Al cabo de un rato, me da un papel para que lo firme al tiempo que me entrega ¡un billete de 1.000 francos suizos, cantidad algo similar a mil euros!

    “No tendría otro tipo de cambio más asequible”, le apunto, puesto que me estoy imaginando en el aeropuerto de Ginebra tomando el tren para Berna y entregando ese billete… No sé que me dirán; pero me lo imagino, teniendo en cuenta que los billetes de 500 euros los han quitado de la circulación.

    Me responde que es el único que tiene, por lo que no me queda más remedio que aceptarlo.

    ***
    Hacia las 12 del mediodía, nos encontramos en la Casa del Libro, quizás la librería más grande de este país. Flora se dirige a la sección de Pedagogía, mientras yo lo hago a la de Filosofía para comprar un libro de Michel Onfray, uno de los grandes filósofos franceses actuales.

    Puesto que Juan Carlos Muñoz incluyó un enlace de Ricardo Moreno Castillo en la última entrega de Miguel Ángel acerca del ‘Paradigma de la complejidad”, siento curiosidad por el último libro que ha publicado con el título de “La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza”.

    Antes, tengo que apuntar que en la biblioteca de mi Facultad se encuentra del mismo autor, entre otros, “De la buena y de la mala educación. Reflexiones sobre la crisis de la enseñanza”, que apareció en el 2008, y que ha vuelto a reeditarse.

    De este brillante pensador quisiera extraer algunos párrafos para que nos hagamos idea del declive en el que ha entrado la enseñanza y de los culpables de tamaño desastre.
    Puesto que a lo largo de su obra sus ideas no dejan de brillar (y para no cansarles), sencillamente, les extraeré un par de párrafos para que conozcan a una de las mentes más lúcidas que ha dado nuestro país en sus reflexiones educativas.

    Así, en la página 39 del libro citado podemos leer: “Pero lo más grave es que la formación de los nuevos docentes va a tener un papel cada vez más importante la Secta Pedagógica, con lo cual irá a más [el declive de la enseñanza] y dentro de poco será irreversible”.

    Ustedes se preguntarán: “¿Quiénes forman esa peligrosa Secta Pedagógica?”. Pues bien, la respuesta es fácil: José Gimeno Sacristán, José Manuel Esteve, Ángel Pérez Gómez, Miguel Ángel Santos, llegando hasta… Paulo Freire.

    Puesto que uno de los miembros de la Secta Pedagógica merece una consideración especial, pues no deja de publicar, aparte de buscar adeptos en los medios digitales, le cita de manera expresa en uno de sus capítulos.

    Mirando, pues, en la página 88 y en el capítulo dedicado a ‘La diversidad’, nos dice lo siguiente: “Y ante tantas cosas esenciales que comparten mis alumnos, las diferencias que tanto preocupan al señor Santos Guerra, sean psicológicas, culturales, nacionales o raciales, a mí me parecen accidentales, irrelevantes, insignificantes e irrisorias. Me pasan desapercibidas. No distingo al sueco del zulú”.

    ¡No me digan que no es genial no distinguir entre un sueco y un zulú! ¡Pero si es una defensa a ultranza de la igualdad de los seres humanos!

    Si uno entra en sus libros y lee sobre las ideas de la enseñanza que tiene Ricardo Moreno Castillo es posible comprobar que se basta solito para hablar educación y pedagogía. No necesita acudir a pensadores clásicos en los que apoyarse como pudieran ser John Dewey o Célestin Freinet; tampoco a contemporáneos como Lawrence Stenhouse, Stephen Kemmis, Wilfred Carr o Peter Woods (por supuesto, uno no espera que aludiera a Paul Goodman o Neil Postman, pues son demasiado para él). Esto, lógicamente, son temas de los nefastos pedagogos.

    Por otro lado, tal como he apuntado, Moreno Castillo está arrasando, por lo que no es de extrañar que su libro “La conjura de los ignorantes” (por cierto, título parafraseado de la magnífica novela “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole) editado en el año pasado se encuentre en la 5ª edición.

    En su ayuda, acuden ilustres escritores y académicos, como Antonio Muñoz Molina, el mismo al que hace años le leí en las páginas del diario El País que “la reforma educativa ha convertido a los centros educativos en parques temáticos, en los que los niños en vez de aprender se les enseña a jugar” (cito de memoria, por lo que no es textual).

    Pues bien, los disparos y obsesiones de Muñoz Molina parecen que siguen en el mismo sentido, ya que en el inicio de este increíble libro escribe lo siguiente:

    “El mayor éxito de los pedagogos en los últimos treinta años ha sido despojar a varias generaciones de las herramientas intelectuales para comprender racionalmente el mundo”.

    ¡Ahí es nada!
    ***

    Madrid, 19:50 de la tarde. Cierro estos párrafos aconsejando a los lectores de El Adarve: “Tengan mucho cuidado con los pedagogos y, más aún, con la Secta Pedagógica que ha sido la verdadera culpable del desastre educativo de este país. Mientras tanto, el profesor Moreno Castillo seguirá con su cruzada para iluminar a las mentes obnubiladas por ese grupo de ‘iluminados’ a los que no importan los daños que provocan”.

    • Estimado Aureliano:
      Conozco muy bien a ese personaje. He leído los tres libros. Ya has visto que elige algunos textos míos (completamente descontextualizadas) y hace los comentarios peregrinos de los que has elegido un buen ejemplo. A él no le importa la diferencia entre un sueco y un zulú. No sé en qué idioma les hablaría. LO más probable es que impartiera su clase en español. El que entienda, bien. Y el que no, peor para él.
      Lo que me parece peor de esos enfoques son los insultos, las descalificaciones y las valoraciones globales en las que mete a todos en un mismo saco. Increíble. Inadmisible.
      Saludos cordiales y feliz viaje.

      Lo del billete de 1000 francos suizos, también increíble.
      MAS

  9. Estimada Sra. o Srta. Inere Plaza,

    2 ter.- Todos los pecados capitales del neoliberalismo se concentran en uno supremo, la competencia/competitividad.

    2 quáter.- La competencia/competitividad es un problema o defecto antropológico. No corregido por la evolución debido al medio hostil donde ha vivido el ser humano desde hace millones de años. Había que comer matando para no morir. Eso lo hemos heredado de nuestros antepasados.

    2 quinquies a).- Cuando me criaba, apenas sin saber andar, empezábamos a competir los niños, hijos de asalariados campesinos, competíamos por subir al árbol más alto, competíamos por correr más rápido, competíamos a peleas, heridas de muerte en mi cabeza de una certera pedrada en una de las batallas. Aquello no era aprendido, aquello era natural, habíamos nacido así.

    2 quinquies b).- Cuando fui creciendo adopté ideología y pensamiento comunista, muy de izquierdas. Todo seguía siendo igual. Se competía por ganar al fútbol, al ajedrez, al parchís. Todos los juegos de entretenimiento se basan en la competitividad. Es connatural a nuestra especie, a nuestra evolución. Se competía por sacar las notas más altas. Algunos hasta por hacer la pelota más eficaz al maestro, se competía por todo. Seas de izquierdas, seas de centro, seas de derechas, seas pro-nazi, seas anarcosindicalista, me da igual, la fuerza suprema que mueve al ser humano es la competencia/competividad. Te puedo asegurar que no hablo gratuitamente.

    2 quinquies c).- Observa, observa, con atención, porque a veces la competitividad se viste de cordero con mucha clase. Aquel de izquierdas que escribe un artículo, ya le saldrá otro de su misma ideología, diciendo: “yo más y mejor”. Tú, de izquierdas, cinco libros. Yo, más de izquierdas y 10 libros. A ver a cuántos enemigos del neoliberalismo encontramos ocultando su curriculum. La expresión del curriculum, su publicidad, es lo más propio de la ideología competitiva, esencial en neoliberalismo, elevada a grado máximo, no te quepa dudas. Cuando yo era comunista, era hipócrita hasta la saciedad. Criticaba este defecto antropológico a la vez que caía en él. Ahora, al menos, lo asumo, lo llevo como puedo, intento corregirlo. Otros son más fuertes que yo, y lo consiguen mejor. Otros, que tanto critican la competitividad neoliberalista, a dos palabras que hablan, les sale el defecto antropológico hasta por los cuatro costados. Quizá a mí también.

    Don Quintiliano, campesino (en activo).

    Tengan buena noche.

  10. Amigo Miguel Ángel:

    Hoy es el último día de mi estancia en Madrid antes de partir a Suiza. Puesto que uno tiene adicción a la lectura, esta mañana me pasé por La Central, que es una librería que se encuentra cerca de la Plaza de Callao, en pleno centro de la ciudad, con la intención de llevarme algunos libros para allá.

    Me encontré, en la sección de Pedagogía (?) y de manera destacada, “La conjura de los ignorantes” del inefable Ricardo Moreno Castillo. Como La Central tiene una sala para la lectura, cogí uno para echarle un vistazo, dado que de ningún modo se me ocurriría entregar ni un euro por semejante panfleto.

    Me imagino que ya no te apetece hablar de este personaje. De todos modos, para quienes siguen el blog, quisiera indicar que es difícil encontrar mayor desfachatez y falta de honestidad intelectual en una publicación.

    Me explico:

    Hay dos capítulos, los números 8 y 12, que te los dedica a ti; o, mejor dicho, a sacar fragmentos de El Adarve e, inmediatamente, a cuestionar todo lo que dices en los mismos. Pertenecen a los escritos que llevan por título “No estoy cansado todavía”, que salió en febrero de 2006, y “Los descuajeringadores”, de noviembre de 2013.

    Así, en el capítulo 8 del libro de Moreno Castillo (que denomina “Sobre algunas de las terribles contradicciones que se dan en la escuela”), saca nada menos que 14 reflexiones o indicaciones que tú realizas para, después, ir dando sus respuestas a las mismas. Vamos, que casi habría que solicitar derechos de autor por darle ideas a alguien que no aporta nada que no sean descalificaciones de aquello que otros han sido capaces de imaginar, proponer y crear.

    Por otro lado, todos sabemos que se puede participar de manera libre en El Adarve, sin que establezcas ningún tipo de censura a las ideas o enfoques contrarios a los tuyos. La pregunta que entonces me hago es la siguiente: “¿Por qué Ricardo Moreno Castillo no entró en el blog y expresó las discrepancias que mantenía con tus planteamientos abriendo un debate y, sin embargo, utiliza lo que escribiste para responder a su gusto lo que se le antoja sin que tengas posibilidad de responderle en el propio libro?”.

    Esto da la catadura moral de este personaje, que, tal como apuntas, saca fragmentos de distintos pedagogos para encabezar sus capítulos y dar rienda suelta a sus elucubraciones reaccionarias. ¡Y encima hay gente que compra semejante engendro!

    Pero bueno, como no todo van a ser “intelectuales parásitos” que viven de la creatividad y de los planteamientos innovadores ajenos (aunque haya discrepancia con los mismos), ahora me encuentro leyendo uno de los libros que hace un par de días compré titulado “Escuelas creativas” de Ken Robinson, del que estoy disfrutando pues va muy en la línea de lo que habitualmente debatimos en el blog… Ya hablaré del mismo.

    Un abrazo, y os seguiré al lado de los Alpes.

    • Querido Aureliano:
      He pensado muchas veces dedicar algunas reflexiones a contestar a este señor. Pero he pensado que era preferible no gastar ni un minuto en gritar sus planteamientos mezquinos, torpes y agresivos.
      He leido el libro de Robinsos. Y me gustó. También me gusto el libro de Cesar Bona: Escuelas que cambian el mundo. Una de ellas de Málaga, que conozco muy bien.
      Un abrazo.
      Buen viaje a Suiza.
      Y a leer.
      MAS

    • De nobis ipsis silemus.

      Don Aureliano:

      Comienzo mi respuesta con la cita de F. Bacon que eligió Kant para encabezar su Crítica de la Razón Pura. Como estudioso de Kant estoy seguro de que la conoce perfectamente. Otra cosa es que esté de acuerdo con ella; parece que, al menos, no la practica.

      He seguido con atención sus diatribas contra el profesor Moreno Castillo. Una de las críticas más rotundas que le hace es que, según usted, se limita a descalificar, sin rebatir los argumentos de los pedagogos a los que critica.

      Pero he aquí que, por más que he intentado averiguar a través de los comentarios de usted cuál es la nefanda tesis que sostiene el autor de La conjura de los ignorantes, no he encontrado más que descalificaciones : “inefable personaje”, “desfachatez”, “falta de honestidad intelectual”, “(mala) catadura moral”, “intelectual parásito”… ¿Para qué seguir?
      Solamente aporta usted, descontextualizada, la ocurrencia del sueco y el zulú.

      Comprenderá usted que no me ha quedado más remedio que sumarme a esa gente que usted “no comprende que compre semejante engendro”. Lo he comprado (16 euros) y lo he leído atentamente. Le aseguro que en sus páginas, aparte de algún exceso crítico admisible por su carácter polémico, no he encontrado más que sensatez y sentido común. Las críticas que hace a los asertos de nuestro común anfitrión, el profesor Santos Guerra son bastante razonables y más defendibles que las opiniones a las que alude. Como las opiniones son como los culos (con perdón) y cada uno tiene la suya, me gustaría invitar a los lectores de El Adarve a que leyeran de primera mano el libro La conjura de los ignorantes, de Ricardo Moreno Castillo y se formaran la suya propia. Les recomiendo muy encarecidamente el texto que da pie al capítulo 4 (pág. 51): es absolutamente paradigmático.

      En fin, he encontrado referencias elogiosas a este libro en intelectuales y escritores de prestigio, como el mencionado (y vilipendiado) Antonio Muñoz Molina; pensadores y filósofos de prestigio, como Fernando Savater; intelectuales y periodistas de prestigio, como Arcadi Espada; filólogos, matemáticos y, por supuesto, profesores en activo.

      En usted, en cambio no encuentro referencias elogiosas salvo a pedagogos o filósofos que sean, eso sí, muy de izquierdas. Aunque sean asesinos reconocidos, como el tristemente célebre Ernesto Guevara. ¿No será usted un poco sectario, D. Aureliano?

      Me despido deseándole un feliz y fresquito verano en Suiza. Saludos.

      P.D. No me quedó clara su opinión sobre la polémica acerca de la tilde de su apellido.

  11. Los tres artículos me han parecido magníficos.
    Porque existe una idea generalizada de que la tarea docente es muy sencilla, muy cómoda y tiene como recompensa un buen sueldo y un amplio período de vacaciones.
    Lo cierto es que en esos 12 apartados se ha puesto en evidencia lo difícil de esta profesión.
    Y lo importante que es que la desempeñen personas altamente competentes.
    Saludos veraniegos..

  12. Esta última entrega me ha parecido muy interesante, Los cuatro contextos son problemátios. uizá el contexto digital sea el más decisivo porque la escuela suele caminar muy despacio para seguir el ritmo acelerado de lols cambios. De hecho, los niños son más expertos en esas cuestiones que muchos de nosotros.
    Por eso queines dicen que esta rea es fácil (otra cosa es que sea hermosa) se equivocan dew medio a medio.
    Feliz verano.

  13. Estimado Miguel Ángel:

    He leído atentamente la última entrega de la serie que dedicas al paradigma de la complejidad. Tengo que decirte que generalmente estoy de acuerdo contigo cuando te contradices. Como tengo cierta tendencia a extenderme demasiado, comentaré en primer lugar solamente el primero de los contextos que mencionas: el contexto neoliberal.

    Últimamente se aplica el término liberal o neoliberal con pretensión de descalificar una cierta visión del mundo en el mismo sentido que, más zafiamente, algunos despachan con un definitivo fascista a todo aquel que no está de acuerdo con su única forma de ver las cosas. En realidad, se obvia que el liberalismo es una filosofía política que defiende el derecho a la libertad de todos los individuos como presupuesto imprescindible para que puedan perseguir sus propios proyectos vitales coexistiendo entre sí. Herbert Spencer lo resume en su conocida ley de igual libertad: “Cada ser humano posee la libertad de hacer todo aquello que desee siempre que no vulnere la igual libertad de los demás.” ¿Cuál sería la receta contraria, “neofascismo”, “neocomunismo”, “neocolectivismo”…? Parafraseando una célebre frase atribuida a Churchill te diría que, en mi opinión, “el liberalismo es el peor de los sistemas de pensamiento… con excepción de todos los demás”.

    Precisamente aciertas cuando, más adelante, criticas la asfixiante presión prescriptiva como uno de los problemas serios de la enseñanza, es decir, aciertas cuando más “liberal” eres.

    Saludos veraniegos

    • P.D. He recibido en mi correo tu último artículo sobre el saludo tailandés. Tengo que felicitarte, porque además de un contenido cuya profundidad hace reflexionar, está primorosamente escrito.

      ¿Has pensado dejar la Pedagogía y dedicarte a la Literatura?

      Un saludo muy cordial

      • Querido Antonio:
        No sabes cómo valoro tu apreciación sobre el modo en que está escrito el artículo sobre el saludo tailandés. Porque viene de un experto, no de un aficionado en estas lides.Pienso que estilo es precisión. Siempre me ha encantado leer y escribir. En las dos actividades me considero un eterno aprendiz. Lo decía Salón: Sigo aprendiendo mientras envejezco.
        ¿Por qué no lo has colgado en la entrada de este sábado?
        He visto que has escrito algo sobre la tercera entrega del paradigma d ella complejidad. Voy a ello.
        Un cordial saludo.
        MAS

        • Lo siento mucho. Recibí el artículo en mi correo el viernes y todavía no estaba subido al blog. Lo respondí inmediatamente y, tienes razón, debería haber esperado al sábado para insertarlo en el lugar correspondiente. Voy a intentar corregirlo.

          Saludos

    • Estimado Antonio:
      Me ha sorprendido que consideres más cargadas de “sentido común” las opiniones de Ricardo Moreno sobre la necesaria atención a la diversidad que las que yo vierto en los párrafos que él (en uso de su libertad) ha seleccionado para hacer su peculiar exégesis Negar que es necesario conocer y respetar el estilo de aprendizaje, las capacidades, las motivaciones, los intereses… del que aprende me parece poco sensato. El ejemplo del sueco y el zulú que él plantea me parece paradigmático. ¿No ha de tenerse en cuenta si a quien se enseña es un sueco o un zulú? ¿Ni siquiera en el lenguaje? ¿Ni siquiera en el contexto? ¿Ni siquiera en sus aprendizajes previos?
      Me hubiera gustado que Ricardo, en lugar de tomar esos párrafos y criticarlos desde su peculiar óptica, hubiera debatido conmigo en el blog o donde fuera sobre mis opiniones.
      Te puedo citar intelectuales de prestigio que apoyan las tesis más diversas de pedagogos más o menos consagrados. Ese argumento de autoridad no vale mucho, como bien sabes.
      No creo que haya contradicción en mi crítica a algunos ejes de la cultura neoliberal con mi crítica al exceso de prescripciones en la escuela. Cuando se pide libertad para el zorro y las gallinas…pasa lo que pasa.
      Un cordial saludo y mil gracias por tus valiosas sugerencias.
      MAS

      • Estimado Miguel Ángel:

        Vayamos por partes (dijo Jack el Destripador). En primer lugar, mi comentario sobre libertad y liberalismo. No me salgas con metáforas de zorros y gallinas. No estamos hablando de animales, sino de seres humanos libres e iguales en derechos y deberes y (afortunadamente) diferentes en otras muchas cosas. A estas alturas de la Historia, y después de tantos experimentos (algunos trágicamente fracasados), me parece innegable que las sociedades organizadas de manera más o menos liberal son las que han proporcionado a sus ciudadanos los mayores niveles de bienestar y libertad. En cualquier caso, parece que la mayoría de las personas se colocan ideológicamente entre dos polos: la libertad y la igualdad. Hallar la justa proporción entre la una y la otra es aspiración de cualquier persona honesta. Suele ocurrir que esta proporción varía de una persona a otra, y es bueno que así sea. Tengo la impresión de que tu posición está más cerca de la igualdad mientras que la mía se halla más cerca de la libertad. En cualquier caso, entre una y otra existe un amplísimo campo de entendimiento, basado, claro está, en la aceptación y respeto de que puedan existir puntos de vista distintos de los nuestros.

        Dedicas, sin embargo, la mayor parte de tu comentario a glosar (¿cierto tono dolido por tu parte?) una respuesta que yo dirigía, en origen, a varios comentarios vertidos por D. Aureliano Sainz sobre el libro La conjura de los ignorantes, del profesor Ricardo Moreno Castillo. Como estás en tu perfecto derecho por alusiones, te daré las explicaciones que sin duda te mereces.

        Si no recuerdo mal, se te cita en tres ocasiones. La primera, en el capítulo 1. Moreno no niega (faltaría más) que los alumnos tengan derecho a la educación, a una educación de calidad, a que se les ofrezcan posibilidades de fácil acceso, de clases complementarias para aquellos alumnos con dificultades, derecho a tener buenos profesores que hagan bien su trabajo… Ni siquiera se niega que tengan derecho al éxito, siempre que lo merezcan y se esfuercen por conseguirlo. Lo que él refuta y yo comparto es tu afirmación de que “parece un desacierto cargar la responsabilidad en la actitud y capacidad de los niños y las niñas…” Creo que la raíz de este desacuerdo está, aunque tú lo niegues, en que tú (y la mayoría de los pedagogos que conozco) te orientas más a los niños y niñas de primaria, mientras que Moreno y yo mismo nos centramos más en los adolescentes de secundaria. Por más que se empeñe todo el mundo en meter en un mismo saco la “educación no universitaria”, primaria y secundaria son, en mi opinión, etapas obvia y claramente diferentes.

        La segunda mención te la dedica en el capítulo 8: las terribles contradicciones que se dan en la escuela. Como abarca 14 puntos, renuncio a glosarlos uno por uno. Me detendré en lo que yo entiendo que defiende Moreno: por muy diversos que sean los alumnos (que lo son) la necesidad de aprender ciertos contenidos (teorema de Pitágoras, Renacimiento o Tabla Periódica) es común para todos, ya sean suecos o zulúes, si se sientan, claro está, en la misma aula y asisten a la misma clase y, en este sentido, sus diferencias son poco relevantes.

        La tercera mención aparece en el capítulo 15, donde se refutan unos puntos de vista tuyos con los que tampoco yo puedo estar de acuerdo. Cuando hablas tan amablemente de los descuajeringadores permíteme que te diga, con todo el respeto, que no tienes ni idea de lo que es enfrentarte con uno de ellos en la práctica del día a día. Tengo que reiterar mi acuerdo con Ricardo Moreno en el sentido de que debería (por desgracia casi nunca es así) prevalecer el derecho de la mayoría de los alumnos que quieren aprender sobre el ¿derecho? de los que solo quieren descuajeringar. En un contexto de primaria puede resultar hasta “gracioso”; en uno de secundaria te garantizo que no tiene ninguna gracia.

        Criticas también los “argumentos de autoridad” que yo citaba. Hay que ponerlos en el contexto de una respuesta a comentarios de tono peyorativo que D. Aureliano Sainz vertía, sobre todo sobre Antonio Muñoz Molina. Más que argumentos de autoridad, lo que yo quería decir (torpemente, por lo que veo) es que hay muchas personas de reconocido prestigio y de los más diversos campos que comparten más o menos los puntos de vista de Moreno Castillo y no por ello debían ser tratadas con menosprecio.

        Para ir terminando, me reafirmo en la idea de que la fecundidad fluye del intercambio de puntos de vista con personas que piensan de manera diferente, y te reitero que mi discrepancia en algunos aspectos relativos a la enseñanza no está reñida con la admiración intelectual y el aprecio personal que te tengo, aunque no te conozca personalmente.

        Un saludo muy cordial y afectuoso

        • Estimado Antonio:
          La metáfora, por serlo, no se refiere a los animales sino que va dirigida a las personas. A personas y situaciones muy reales. Y muy injustas. Todos tenemos libertad para comprar lo que queramos, PERO…. Todos tenemos libertad para viajar a donde queramos, PERO… Todos tenemos libertad para comprar la casa que queramos, PERO… Todos tenemos libertad para estudiar lo que queramos, PERO… Ya sé que las metáforas iluminan una parte de la realidad y ocultan otras pero esa metáfora no debería ser despachada de una forma tan rápida.
          En cuanto a los libros de Ricardo Moreno:
          1. Es curioso que te vuelques con admiración a las tesis del señor Moreno. De verdad que me sorprende. Me sorprende que aceptes el desprecio con el que se despacha con un colectivo metiéndonos en un mismo saco a todos. Qué curioso. ¿Ni una verdad decimos? ¿No te parece sospechoso?
          2. Tan peligroso es atribuir la UNICA responsabilidad del fracaso a los profesores como hacerlo respecto a los alumnos. ¿Se puede negar que los profesores estamos, a veces, en la raíz de muchos fracasos? Si se niega esa premisa, no se pude mejorar la enseñanza.
          3. En ningún hablo de regalar el éxito. En ningún momento he dicho que no tenga que haber esfuerzo. Hay muchas ganas de buscarles tres pies al gato.
          3. ¿Desprecio yo la igualdad a la que él aluden señor Moreno? ¿En algún lugar digo que no tengan que aprender TODOS lo que tienen que aprender del core curriculum? ¿Niego acaso la igualdad de sus derechos, de su dignidad, de sus obligaciones?
          4. Puede ser que algunas reflexiones mías se centren más en la etapa obligatoria. Porque es la que por derecho deben cursar los alumnos. Puede ser. Aunque mi experiencia en ella no sea la más larga e importante.
          5. No estoy de acuerdo con esa afirmación tan tajante de que “no tienes ni idea”. Claro que desconozco muchas cosas. Pero llevo 54 años de experiencia. Ya sé que la experiencia lo que da son años de forma inexorable, pero no sabiduría. Pero algo creo haber aprendido en todos esos años de aula (EN TODOS LOS NIVELES). TE ASEGURO QUE A TRAVÉS DE MI MUJER, QUE ES ORIENTADORA EN SECUNDARIA, SÉ MUCHO DE LO QUE SE CUECE AHORA EN ESE NIVEL.
          6. Te puedo dar el nombre de muchos intelectuales que comparten las tesis que defiendo. Y he visto aplaudir DE PIE mis planteamientos a miles de profesores en Argentina, Mexico, Bolivia, Colombia, Chile, Uruguay, Portugal y España… No por ello creo tener más razón.
          MUCHAS GRACIAS POR TUS APORTACIONES, siempre interesantes.
          Un abrazo.
          MAS

          • Estimado Miguel Ángel:

            Para un oscuro profesor de instituto (jubilado) es una osadía debatir con una figura mundial de la Pedagogía y, lo confieso, me cohíbe un poco. Es como tratar de luchar contra un dragón con un simple palito. Sin embargo, como algo de razón (no toda) creo tener, me atrevo a contradecirte.

            Empecemos por las metáforas: todo el mundo tiene derecho a alcanzar sus sueños, pero… En esa misma línea podríamos decir que todos querríamos tener una mente tan brillante como Einstein, o como la tuya, pero… Todos querríamos correr tan rápido como Usain Bolt, pero… ¿Cuál sería la solución? ¿Declarar la igualdad por decreto? ¿Regalar a todo el mundo aquello que ansía? Una amiga mía, puertorriqueña, profesora y crítica literaria, de ideología muy de izquierdas, defensora de la independencia de la isla y antiyanqui convencida, sostiene que lo peor que le pudo pasar a Puerto Rico fue “el mantengo”, que es como llaman allí a las subvenciones que reciben todos los que pueden acreditar no tener unos ingresos mínimos. Según ella, solo sirvió para anclar sólidamente en la miseria a miles de familias que, teniendo ese mínimo asegurado, no se esforzaban para buscar trabajo ni para progresar vitalmente. Yo vengo de una familia muy humilde. Mi padre y mi madre, con un salario muy bajo, de chófer de hotel, se las apañaron para comprar su pisito y darnos formación universitaria (con becas, claro está) a mis tres hermanos y a mí mismo. Eso sí, yo siempre supe que, si mi rendimiento en la Facultad caía por debajo del notable, perdía la beca. Fueron el sacrificio de mis padres, nuestro trabajo y un sistema que premiaba a quien se esforzaba lo que nos permitió salir adelante.

            Pasemos ahora a la controversia sobre el dichoso libro de Ricardo Moreno. Empezaré por decirte que, sin la feroz crítica que hizo de él D. Aureliano Sainz, probablemente yo nunca lo hubiera comprado y menos leído. Ocurre a menudo que cuando se pone mucha más fuerza de la necesaria para conseguir un objetivo, se logra justamente lo opuesto de lo que se buscaba.

            1. Nunca he dicho que acepte completamente TODO lo que dice el profesor Moreno. De hecho, creo, como el anónimo autor del Lazarillo, que “no hay libro, por malo que sea, que no contenga alguna cosa buena”, a lo que yo añado que lo mismo sucede a la inversa: ningún libro está exento de errores y, si es polémico, de descalificaciones o generalizaciones injustas. Volviendo tu argumento del revés, los libros de Moreno Castillo, como antes los de Mercedes Ruiz Paz y Fernando Savater, como recientemente el de Alberto Royo (Contra la nueva educación) han alcanzado gran éxito de ventas (de todos se han hecho al menos dos ediciones) y gozan de gran aceptación al menos en una parte del profesorado de secundaria. ¿No dicen ninguna verdad? ¿Tan huérfano de autocrítica está el colectivo de los pedagogos para no admitir ninguna?

            2. Por supuesto. Los profesores podemos tener, y de hecho tenemos, TODA la responsabilidad cuando un alumno que tiene suficientes capacidad y esfuerzo fracasa. Pero mi experiencia me dice que los alumnos que se esfuerzan en serio casi nunca fracasan. Desde luego he conocido a lo largo de mi vida muchos profesores completamente ineptos para la profesión, que carecían de la más mínima empatía, o que eran irresponsables con su trabajo, o que estaban frustrados porque aborrecían la enseñanza o el trato con adolescentes, que eran injustos o estaban llenos de manías… pero, incluso con estos profesores, los alumnos que se esforzaban terminaban, casi siempre, saliendo adelante.

            3. Sobre este punto debe de haber habido un malentendido. Si es verdad que no eres partidario de regalar el éxito, si estás de acuerdo en que todos tienen la misma obligación de adquirir unos conocimientos mínimos, entonces no veo ningún motivo de desacuerdo. Esto me lleva a pensar que muchas veces se crean falsas polémicas entre personas que están de acuerdo en lo fundamental, pero hacen más hincapié en unos matices o en otros.

            4. Reconocer que la mayor parte de tu experiencia y orientación docente se sitúan en niveles educativos distintos de la secundaria no disminuyen, sino que agigantan tu ya de por sí solidísima reputación intelectual.

            5. Pensé mucho antes de usar la expresión “no tienes ni idea”. Me parecía, y probablemente lo sea, demasiado contundente, coloquial y un punto faltona. Intenté atenuarla intercalando la expresión “con todo respeto” pero se ve que no lo conseguí. Sin embargo, si se lee la frase completa (“no tienes ni idea de lo que es enfrentarte con uno de ellos en la práctica del día a día”) no está demasiado alejada de la verdad. La reformularé de otra manera: “permíteme que te diga, con todo el respeto, que no tienes la experiencia directa de lo que es enfrentarte con uno de ellos en la práctica del día a día”. La mayor parte de tus muchos años de experiencia en docencia directa han transcurrido en la Universidad, donde no tiene sentido que haya “descuajeringadores”. El hecho de que tu mujer sea orientadora –seguro que excelente- en un centro de secundaria te habrá servido como referencia, te habrá permitido conocer el problema, pero siempre de manera indirecta, sin sufrirlo en tus propias carnes. Asumiendo el riesgo de extenderme demasiado, te citaré un par de ejemplos de mi experiencia directa:

            a) Una alumna a la que tuve que “padecer” en primero y en segundo de secundaria interrumpía continuamente, cantando y tocando las palmas sin venir a cuento, amenazaba e insultaba a sus compañeros y, si le apetecía, al profesor o profesora. Cuando se la intentaba corregir o, simplemente, se le llevaba la contraria, se tiraba al suelo y gritaba como si la estuvieran matando.
            b) Un alumno al que tuve que “padecer” en segundo de secundaria vino trasladado forzosamente de otro centro por amenazar de muerte a una profesora. Antes de que se incorporara hablé con él, le dije que el pasado no importaba y que la vida le estaba dando una oportunidad de empezar de nuevo. Me puse a su disposición para ayudarle en lo que pudiera y negocié con él un plan de trabajo para intentar superar el retraso con el que partía. ¿Tú has tenido alguna vez la sensación de que tus palabras resbalaban sobre los oídos de un interlocutor completamente impermeable? A los pocos días yo mismo, después de recriminarle por amenazar a un compañero, estaba siendo objeto de las mismas amenazas.

            Estos no son casos aislados. Estoy seguro de que tu mujer, como orientadora, te podrá citar docenas de casos similares. ¿Comprendes ahora por qué no me hace ninguna gracia la figura del descuajeringador?

            6. Yo mismo he asistido a alguna conferencia tuya y, si no he aplaudido de pie, sí he salido admirado de tu elocuente manera de exponer tus puntos de vista. Nunca he ocultado, y creo habértelo manifestado en más de una ocasión, la admiración y el respeto intelectual y personal que te tengo. Eso no me impide, modestamente, tener puntos de vista distintos de los tuyos en algunas cuestiones. Creo que de la diversidad de visiones de la realidad es de donde surge la auténtica riqueza.

            Dicho esto, no dejes que los aplausos te dejen sordo para las críticas. A los antiguos generales romanos, cuando alcanzaban una victoria muy gloriosa, el senado les otorgaba un Triunfo, es decir, un desfile triunfal por las calles de Roma, acompañados de sus soldados, de los prisioneros enemigos y las riquezas conquistadas entre los vítores y aplausos enfervorizados de todos los romanos que llenaban las calles. Subido a su carro, uno de sus soldados o un sirviente le susurraba continuamente al oído al general triunfador durante todo el recorrido: “Recuerda que eres humano”.

            Para terminar, me gustaría disculparme sinceramente si algo de lo que escribí o he escrito te ha molestado. Ni que decir tiene que nada más lejos de mi intención. Reiterándote mi respeto y admiración, no me gustaría terminar esta vez con un saludo cordial sino con un fraternal abrazo.

            P.D. La mosca cojonera que de vez en cuando me posee me obliga a informarte de un nuevo desliz al comienzo de tu último artículo. Donde dice :”semiología o semióloga” debe decir “semiología o semiótica”. “Semióloga” se llama la mujer que cultiva la Semiología (Julia Kristeva, por ejemplo).

            Vale

          • Estimado Antonio:

            De “oscuro profesor”, nada y de “figura mundial”, menos. Me considero un colega que dialoga con otro colega del que tiene muchas cosas que aprender. Muchas.
            Comenzaré por reconocer que los pedagogos cometemos muchos errores y decimos muchas sandeces y muchas simplezas.No hay forma de aprender si no se practica una autocrítica exigente y si no se acepta humildemente la crítica. He publicado un libro en Argentina titulado “Enseñar o el oficio de aprender”.
            Completamente de acuerdo con que me ha faltado la experiencia de esos casos de los que hablas (y sé que no son casos aislados). Cuando di clase de bachillerato (de filosofía, en concreto) eran otros tiempos. Entiendo lo que dices: no has vivido en tu propia carne esas situaciones terribles de tratar de enseñar a quien no quiere aprender (y que incluso no quiere que nadie aprenda). He pensado mucho en esas situaciones.
            Yo agradezco sinceramente a quienes critican la inconsistencia de mis planteamientos, pero creo que no es de recibo esa descalificación de todos los pedagogos y de todo lo que dicen todos los pedagogos. Y bien sé que en los escritos del profesor Moreno no todo es reprobable. Llamar “secta” a un colectivo, “tachar a todos sus integrantes de ignorantes”, “establecer nexos causales tan destructivos”, es poco riguroso y, añadiría, malévolo.
            Cono<co todos los libros que citas, porque los he leído. No dudo que tengan éxito entre algunos sectores del profesorado. Pero me gustaría conocer qué es lo que caracteriza a esos fervientes admiradores. Ese desprecio a las ciencias de la educación y a quienes investigan en ellas, chocan con las corrientes mundiales cada vez más fuertes sobre la necesidad de una formación específica del profesorado en esas dimensiones.
            Gracias por la corrección. Después de leer varias veces el artículo, ahí quedó la errata. Hace años titulé así un artículo sobre ese tema después de haber leído "Vituperio (y algunos elogios) sobre la errata": Las erratas nunca abandonan el barco.
            Un cordial y agradecido saludo.
            MAS

    • Estimado Miguel Ángel:

      Ante todo, quiero expresarte el placer que me produce tener estas charlas que tú generosamente calificas de “diálogo entre colegas”. Quién me iba a decir a mis años que iba a tener ocasión de aprender tanto. Y no solo sobre educación o didáctica, sino –lo que considero más valioso- sobre humanidad y humildad. Me he descubierto en este barrio a mí mismo como mucho más soberbio y prejuicioso de lo que pensaba. Algunos de estos diálogos me han servido como una cura de humildad, que buena falta me hacía.

      Después de tu última respuesta me quedan pocos puntos de discrepancia contigo: estamos de acuerdo en casi todo, por lo menos en casi todo lo esencial. Si me lo permites, voy a tratar de explicarte, en mi opinión, las causas de que estos libros “antipedagógicos” de los que venimos hablando hayan tenido y estén teniendo tanto éxito. Básicamente sirven de cauce a una amplia corriente de rechazo hacia la moderna pedagogía por parte de amplios sectores no solo del profesorado de secundaria, sino de la población ilustrada en general. Después comentaré cuáles son, en mi opinión, las causas de este rechazo, pero permíteme antes una pequeña digresión.

      Tienes razón. Meter a todos los pedagogos en el mismo saco y descalificarlos de un plumazo no es justo ni sabio. Lo que ocurre, creo yo, es que los palos que merecen algunos discípulos acaban recayendo sobre los hombros de los maestros, que son percibidos como responsables de los excesos cometidos “en su nombre”. En tiempos antiguos se cometieron los crímenes más horrendos en nombre del cristianismo. En nuestros días, se cometen crímenes horrendos en nombre del Islam. ¿Quiere esto decir que todos los musulmanes sean criminales, crueles y sanguinarios? Obviamente, no. ¿Es justa la “islamofobia” que se ha extendido por Occidente, metiendo en un mismo saco a justos y pecadores? Obviamente, no. Pero que no sea justa no quiere decir que no esté “justificada”, es decir, motivada por los crímenes cometidos en su nombre. En nombre de la Pedagogía, aliada con la política, se ha incurrido en algunos excesos que paso a comentar:

      1. Prepotencia y dogmatismo. En los comienzos del largo proceso que se llamó genéricamente la Reforma, los centros se vieron invadidos literalmente por un afán de poner todo patas arriba “por lo civil o por lo criminal”. En los Centros de Profesores se adoctrinaba descaradamente en la versión más ultra de la nueva orientación (política) educativa.

      2. La razonable atención a la diversidad se transformaba en la práctica en una atención “exclusiva” a lo diferente. Se pretendía volcar toda la energía y todos los medios en adaptar currículos, atender alumnos “en riesgo de exclusión”… y se desatendía al resto, que eran la inmensa mayoría.

      3. Opacidad, sobre todo en el lenguaje. De pronto tuvimos que lidiar con una “neolengua” en la que había que aprender una nueva terminología, muchas veces obtusa e innecesaria. Lo de llamar “segmento de ocio” al recreo de toda la vida es uno de los ejemplos que se lleva la palma.

      4. Falta de realismo. Muchos presupuestos metodológicos estaban basados en modelos anglosajones que, incluso para ese contexto, resultaban poco realistas. Se trataba de una propuesta orientada a un país irreal, con unos alumnos angelicales e idealizados, con unos medios –materiales y humanos- inexistentes.

      5. Desprecio por los contenidos. Todo el énfasis se ponía en el mantra de “aprender a aprender”. No hacía falta memorizar nada, puesto que todo estaba en internet. El alumno tenía que construir su propio aprendizaje.

      6. Experimentos con fuego real. Se llevaban a la práctica sin prevención alguna todo tipo de experiencias, con tal de que llevaran el marchamo de la “innovación”. Eso dio lugar, en algunos casos, a auténticos disparates, porque se olvidó la máxima popular de que “los experimentos se hacen con gaseosa”.

      A riesgo, como siempre, de extenderme demasiado, mencionaré algunos ejemplos concretos extraídos de mi experiencia directa:

      a. A cierto instituto de Málaga llegó un orientador nuevo (su antecesora había sido magnífica) con una actitud y unas pretensiones de auténtico comisario político. Pretendía imponer al director cómo dirigir, al jefe de estudios cómo organizar y a los profesores cómo dar nuestras clases. Incluso amenazaba con denunciar que no se estaba cumpliendo esta o aquella normativa. Cuando se impuso la cordura y se le indicó cuál era realmente su función, decidió inhibirse de todo y se pasó el resto del curso encerrado en su despacho tecleando en su ordenador.

      b. Durante toda mi vida profesional he estado muy interesado en mejorar la formación inicial del profesorado. Eso me ha llevado a ser tutor de prácticas del CAP durante muchos años y del Máster de Secundaria más recientemente. Cuando empezó a aplicarse la LOGSE, recuerdo que, dentro del CAP teníamos unas reuniones de coordinación de tutores que se denominaban “Investigación en el Aula”. Nos “coordinaba” un chico joven, no sé si becario o profesor de tu Facultad, cuyo nombre no recuerdo. Intentaba (con buenas formas, eso sí) imponernos los nuevos criterios y metodología al uso con tan poca destreza que incluso en las fotocopias que nos daba se notaba que eran malas traducciones del inglés. Un día se me ocurrió tímidamente (bueno, puede que con un poco de paternalismo por mi parte) hacerle la observación de que el término “tópico” que él usaba siempre como sinónimo de “tema” era una mala traducción del inglés “topic”. El chico se lo tomó como un ataque a su “autoridad” y le sentó muy mal.

      c. En esta misma época, en un curso de Función Directiva organizado por el CEP de Málaga, se nos intentaba adoctrinar en el nuevo espíritu didáctico con ponencias en las que se defendía seriamente que el título de Graduado en Educación Secundaria no tenía que estar vinculado a ningún tipo de meritocracia, sino que era un derecho democrático de todos los alumnos y alumnas.

      d. Durante una época estuve integrado en un equipo de investigación, coordinado desde la RAE por Humberto López Morales, Secretario General de la Asociación de Academias de la Lengua Española, que trabajaba en la elaboración de un léxico disponible que tuviera carácter panhispánico. En el grupo había investigadores de las principales universidades españolas y también muchos países hispanohablantes de América. Yo coordinaba la investigación para la provincia de Málaga, investigación que serviría como base (ja, ja) para mi tesis doctoral. Nos reuníamos cada dos años en San Millán de la Cogolla para poner en común los avances de los distintos grupos de investigación. Previendo lo que podría ocurrir, le pedí al profesor López Morales que me enviara una invitación formal al encuentro con membrete de la Real Academia Española. Adjunté la invitación a la petición de permiso para faltar a clase un viernes (el encuentro tenía lugar en viernes, sábado y domingo). Se me denegó el permiso alegando que dicha actividad no estaba recogida en el “Plan de Formación del Profesorado de la Junta de Andalucía”. En conversación privada con la entonces responsable de personal de la Delegación de Educación, ante mi petición de explicaciones me dijo textualmente: “Si quieres investigar, vete a la Universidad”.

      Podría extenderme “ad infinitum”, pero ya he sobrepasado ampliamente la paciencia de mis potenciales vecinos del barrio, así que voy a ir cerrando el teclado.

      En resumidas cuentas, te reitero mi solidaridad ante la injusticia de meteros a todos en el mismo saco, pero espero haber contribuido a aclarar que, aun injustos en lo general, motivos de malestar en lo particular alguno había.

      Saludos y abrazos cordiales desde una Málaga aterralada y asfixiante.

  14. Estimado profesor Antonio del Pozo:

    1.- No entiendo por qué se la prejubilado usted. ¡Si a usted le va la marcha!

    2.- No he tenido nunca un profesor de Literatura tan preparador como usted, tan guerrillero. La cualidad de guerrear la debían poseer todos los educadores.

    3.- El motivo de mi intervención es que quise incorporar la palabra aterralada a mi disco duro y no viene en el diccionario. ¿Es esa la palabra que quiso escribir?

    4.- Sabe mucho, demasiado. Y nos tiene un poco acongojados a los más humildes del barrio, a mí y a mi querido Juan Carlos. Pero usted siga, por favor, siga, que así nos espabilamos. Pero por piedad, dele caña a los más fuertes ( y a los y lo que usted considere.

    Me tengo que ir. (Contradiciéndome) Mis reverencias.

    Un fuerte abrazo a todas y a todos los seguidores de este blog.

    • Estimado José Antonio:

      Ante todo, gracias por tus elogios, tan exagerados como inmerecidos. No debo de ser tan sabio si he dado la impresión de querer dar caña, y mucho menos a ti. Cierto que he mantenido alguna discrepancia amistosa con D. Aureliano Sainz y con nuestro respetado anfitrión, pero no pretendo dar caña ni, mucho menos, me considero “guerrillero”. Suele ocurrir entre grupos de amigos que todos comparten una misma visión de las cosas, pero cuando más se aprende – y lo lo estoy intentando- es cuando se contrastan nuestros puntos de vista con otros diferentes.

      Te escribo desde la playa y con mi teléfono móvil. La pregunta que me haces sobre el uso del adjetivo “aterralado” merece una respuesta por extenso, que tendrá que esperar, si no te importa, a mi regreso a casa y al confort del teclado de mi ordenador.

      Siempre he dicho a mis alumnos que “no hay preguntas tontas, sino tontos que no preguntan”. No te cohibas y participa, por favor. Nunca te he leído nada que no esté cargado de sensatez.

      Un saludo muy afectuoso

    • Estimado José Antonio:

      De vuelta ya al confort del teclado y pantalla de mi ordenador, cuando me dispongo a satisfacer tu curiosidad por el uso del adjetivo “aterralada”, me doy cuenta de que no da para tanto como yo creía. En fin, vamos allá.

      Como sabes, el significado de un sustantivo se puede matizar con un sintagma preposicional o con un adjetivo. Muchas veces la elección entre una construcción u otra depende del estilo, pues ambas pueden usarse: podemos decir “de Madrid” o “madrileño”, por ejemplo. La palabra “terral”, es en su origen un adjetivo que equivale al sintagma “de tierra” y se aplica a un viento, en el caso de Málaga, que sopla “desde tierra”, es decir, desde el Norte. En verano este viento, el terral, es extremadamente seco y cálido.

      Al igual que la mayoría de los adjetivos, “terral” se convierte en sustantivo cuando se elide el nombre al que califica: “el viento terral” (adjetivo), pero el “terral” (sustantivo). A su vez, una vez sustantivado, pueda dar origen a otro adjetivo por un procedimiento de derivación. De manera análoga a “idioma francés” (adjetivo); “el francés” (sustantivo), “afrancesado” (adjetivo derivado). Cuando yo decía “aterralada”, creo que refiriéndome a Málaga, estaba haciendo uso de ese procedimiento. Ya me gustaría haber inventado yo esa expresión, pero la he tomado prestada del argot de la meteorología. En Málaga, a veces, los pronósticos nos advierten de que se aproximan “vientos de poniente aterralados”, es decir, con rachas muy cálidas. Lo que sí pretendía, valiéndome de la paronomasia, es decir, de la similitud fónica entre “aterralada” y “aterrada” era hacer alusión al terror que los calores del terral me inspiran.

      Lo siento, pero me está quedando una explicación demasiado larga y farragosa. Respuesta más escueta: Sí quería decir exactamente “aterralada”.

      Por cierto, te asombrarías de la cantidad de palabras de uso común que no están recogidas en el DRAE. Por ejemplo, “rosada” en el sentido de ‘cierto tipo de pescado de consumo muy común’; “manúo” (no “manudo”) en el sentido de ‘persona extremadamente bruta o ignorante’, etc., etc., etc.

      En espera de haber resuelto tu duda, recibe un cordial y afectuoso saludo

  15. Excelente explicación sobre el terral, Sr. Del Pozo.

    Por añadir algo, cuando llega bien, trae a veces, cuarentaymuchos grados a la sombra, te seca todo, la garganta y la sesera, inclusives. Suele ser un viento que entra desde El Atlántico por el Sur de Portugal, viene recorriendo, por tierra, las provincias del Huelva, Cádiz, Sevilla, y cuando llega aquí a Málaga, trae todo el calor y más que ha podido coger por el camino. Pone de mal humor al personal.

    Pero lo más curioso es que aún a esas temperaturas casi hiela el agua de los botijos puestos al sol.

    Tengan buena tarde.

    • Muchas gracias por las explicaciones complementarias, don Quintiliano. Espero que sus campos estén bien regados, y no aterralados.

      Saludos fraternales de campesino frustrado

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